martes, 17 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 32

Aldbury era un pueblo encantador, de la época de los sajones, rodeado de bosques y parques. Paula supo que le gustaría vivir allí y deseó que fuese en alguna de las casas antiguas que pasaban, de ladrillo con vigas de madera y tejado de paja. El doctor condujo hasta el otro lado del estanque con patos y se detuvo frente a una vivienda un poco apartada de las demás. Aunque era un poco más grande, también tenía el tejado de paja y su mismo aspecto acogedor. Se bajó y le abrió la puerta.


—Ven a saludar a mi madre —la invitó—. Yo bajaré a los perros y a Félix dentro de un momento.


La puerta de la casa se abrió, dando paso a una mujer sonriente, baja y gruesa.


—Ya ha llegado, señorito Pedro —dijo afablemente—. Y la señorita...


—Paula Chaves. Paula, ésta es la señora Twitchett.


Él se inclinó a besarla y Paula le estrechó la mano, consciente del escrutinio de la mujer. Ojalá que la cabezadita y la sonrisa de la señora Twitchett fuesen buena señal. El vestíbulo era amplio y bonito, pero ella no tuvo tiempo de mirar demasiado porque enseguida se abrió la puerta y entró la señora Alfonso.


—No es necesario que las presente —le dijo el doctor, dándole un beso—. Las dejo un momento, ya vuelvo.


—Sí, hijo. ¿Puedes quedarte?


—Diez minutos. Tengo consulta dentro de un par de horas.


Se fue y la señora Alfonso tomó a Paula del brazo.


—Ven a sentarte un momento. La señora Twitchett traerá el café enseguida. Estoy segura de que te vendrá bien. Me imagino que Pedro no se ha detenido demasiado en el camino.


—Una vez. Tomamos café y sándwiches.


—Pero es un viaje largo, incluso a la velocidad que va él. Quítate el abrigo y ven a sentarte, que te informe un poco de la situación. La tía de mi esposo, lady Haleford, es muy mayor y el ataque la ha afectado considerablemente. Necesita bastante atención. No una enfermera, sino alguien que esté cerca de ella. Espero que no te resulte muy arduo, porque eres joven y... ¡Los ancianos pueden ser terriblemente agotadores! Es un encanto de viejecita, y a pesar de que es un poco olvidadiza, está bien de la cabeza. ¿Te lo ha dejado bien claro Pedro? —preguntó la señora Alfonso con inquietud.


—Sí. Haré lo posible por que lady Haleford se sienta lo mejor posible, de veras —dijo enseguida Paula. 


—¿No te molesta la vida del campo? Me temo que no tendrás demasiada libertad.


—Señora Alfonso, estoy tan agradecida de tener un trabajo que me permita traerme a Félix y a Marc..., Y me encanta el campo.


—¿Quieres avisarle a tu madre dónde te encuentras? —preguntó la señora Alfonso amablemente—. En cuanto te hayas instalado, llámala por teléfono. Yo me quedaré a pasar la noche y mañana traeremos a lady Haleford.


El doctor se unió a ellas entonces. Lo seguía la señora Twitchett con una bandeja con café. Tiger y Marc entraron tras ella.


—Félix está en la cocina. Qué animal más sensato es. Ya ha conquistado a la señora Twitchett y a Nélida —le sonrió a Paula y se dirigió a su madre—. ¿Te irás a casa mañana? Yo intentaré venir el fin de semana próximo. ¿Le aclararás todo a Paula antes de irte? Bien —dijo, se bebió el café y se inclinó a darle un beso en la mejilla—. Ya te llamaré. Espero que seas feliz con mi tía, Paula —dijo poniendo una mano en el hombro de esta—. Si tienes algún problema, no dudes en decírselo a mi madre.


—De acuerdo, pero no creo que los haya. Y gracias, Pedro.


Otra vez desaparecía de su vida y esta vez, probablemente fuese la última. La había rescatado con celeridad y sin aspavientos, la había vuelto a ayudar y era lógico que se olvidase de ella. Le ofreció la mano con una sonrisa que le iluminó el rostro.


—Adiós, Pedro.


Él no respondió, solamente le dio una palmadita en el hombro y se marchó.


—Iremos arriba —dijo la señora Alfonso entonces—. Te enseñaré tu habitación y luego recorreremos la casa para que te sientas cómoda antes de que llegue lady Haleford. Vendremos a mediodía y yo me marcharé después de comer. ¿Estás segura de que podrás apañártelas?


—Sí —dijo Paula con seriedad—. Estoy segura, señora Alfonso.


Quizá no fuese fácil al principio, pero le debía tanto a Pedro...


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