jueves, 26 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 42

Por más tranquila que fuese la rutina de la casa de lady Haleford, al acercarse la Navidad comenzaron a aparecer visitas a saludar a la anciana y Paula tuvo que utilizar todo su tacto para convencerlos de que se retirasen cuanto antes. Aun así, la anciana dio muestras de cansancio. Tanto, que hubo que llamar al médico. Navidad o no, la paciente debía volver a la tranquilidad y paz totales, decretó el doctor, permitiendo sólo alguna visita ocasional.


—Lo dejo a su discreción, señorita Chaves —dijo—. Tampoco será bueno contradecirla demasiado. ¿Duerme bien?


—No —dijo Paula—, aunque dormita bastante durante el día.


Así que Paula recibía a la gente en el vestíbulo y, a menos que fuesen parientes o amigos muy íntimos, les decía que lady Haleford no estaba en condiciones de hacer vida social. Les ofrecía papel y pluma por si querían escribirle una nota y los contentaba con café y los dulces navideños de la señora Twitchett. Una tarea delicada, pero todos quedaron contentos. Aunque la casa estaba tranquila, el pueblo se hallaba lleno de vida y luces, con coros de niños que recorrían las calles cantando villancicos. Y la señora Twitchett, además de asegurarse de que lady Haleford tuviese los delicados platos que apenas probaba, hacía comida más festiva adecuada a la época para ellas tres. Daba gracias a Dios por estar en aquella casa e intentaba no pensar en Pedro.


Después de repartir los habituales regalos navideños entre sus empleados y asegurarse de que Bernardo y su mujer tuviesen todo lo necesario para pasar una buena Navidad, el doctor Alfonso llenó el maletero del coche con regalos para su familia y, acompañado por Tiger, se dispuso a marcharse a casa de su madre, en Glastonbury. Le gustaba la idea del largo paseo en coche y, además, le causaba ilusión volver a ver a Paula al visitar a su tía de camino.  Comenzaba a nevar, cuando partió, muy temprano por la mañana del día 24. Tiger, sentado junto a él, observaba con atención el tráfico. Les llevó bastante salir de Londres. El doctor condujo con paciencia pensando en ella, sabiendo que la vería al cabo de una hora aproximadamente. Cuando llegaron, el pueblo estaba precioso, todo iluminado con sus luces navideñas y abetos adornados. Al final de la calle, vió la silueta de Paula con Marc. Tiger bajó corriendo del coche al oler a sus amigos y aunque al principio pareció que ella quería huir, luego se inclinó a acariciar al perro antes de dirigirse hacia el doctor. Él fue a su encuentro. El gorro de lana y el abrigo de Paula estaban blancos de nieve, y tenía las mejillas sonrojadas por el frío. Al doctor le pareció hermosa, aunque su saludo distante lo dejó perplejo.


—Hola —la saludó con alegría—. Voy de camino a pasar las navidades con la familia. ¿Cómo está mi tía?


—Un poco cansada —le dijo ella con seriedad—. Demasiadas visitas.


Se dirigieron a la casa.


—Querrás verla, ¿Verdad? Estará terminando de desayunar —como él no respondió, el silencio se hizo un poco largo—. Supongo que habrás estado muy ocupado.


—Sí. Vuelvo a Londres el 26 —dijo él. Llegaban a la puerta de entrada cuando añadió—: ¿Qué pasa, Paula?


—Nada —respondió ella, demasiado rápido—. No pasa nada —y al abrir la puerta dijo—: ¿Te importaría subir a ver a lady Haleford mientras seco a los perros y me arreglo un poco?


La señora Twitchett entró al hall y Paula se fue. Pedro no se quedaría demasiado y ella no volvería a verlo antes de que se fuese... Los perros se echaron delante del fuego y, cuando Nélida entró anunciando que el doctor tomaría una taza de café antes de salir, Paula subió. Lady Haleford estaría lista para comenzar el lento proceso de vestirse.


—Vete —le dijo la anciana al verla entrar—. Ve a tomar un café con Pedro. Ya me vestiré más tarde —al ver que Paula se mostraba reticente, insistió—. Venga, date prisa. Le querrás desear una feliz Navidad, ¿No? 

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