jueves, 5 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 18

 —¿Tienes bastante dinero? ¿Suficiente para pagar la renta al principio y esas cosas?


—Sí, gracias. Mi madre me dio permiso para que usase el dinero de la lata del té y todavía me queda.


Después de tomar una deliciosa merienda en una posada que encontraron en un pueblecito, llegaron a Bolton Percy por un camino comarcal. El doctor se quedó todo lo que permitían los buenos modales y preguntó si podía ir a despedirse por la mañana.


—¿Quiere venir a tomar un café? —invitó la señorita Chaves.


Cuando Paula le abrió la puerta al día siguiente, el doctor le dió una lista de las agencias de York y, poniendo como excusa el mal tiempo que se avecinaba, se despidió en cuanto terminó el café. Quería irse. Ya había hecho todo lo que podía por ella. Tenía casa, una tía que obviamente la quería, era joven, sana y sensata, aunque no fuese bonita. No tenía motivos para volver a preocuparse por ella. Sin embargo, conduciendo por la M1 encontraba difícil olvidarla. Se había despedido de él deseándole un buen viaje y dándole las gracias a la vez que le estrechaba la mano con la suya, pequeña.


—Ha sido muy agradable vernos de nuevo —le había dicho.


Había sido agradable, reconoció él, y era una pena que sus caminos probablemente no se volviesen a cruzar en el futuro.


—Nunca podré agradecerte lo suficiente que me hayas ofrecido un hogar —le aseguró Paula a su tía aquella noche—, y me lo paso muy bien aquí contigo. Pero por algún lado hay que empezar, ¿No? Y estoy segura de que me gustará York. Tiene que haber un montón de empleos para alguien como yo, sin preparación. Me comprendes, ¿Verdad, tía?


—Por supuesto que sí, chiquilla. Pero tienes que prometerme que si las cosas te van mal, vendrás aquí —titubeó un instante para añadir—: Y si yo no estoy aquí, recurre a Antonio y su esposa.


—Te lo prometo. Mañana hay autobús a York, ¿No? ¿Te parece que vaya a otear un poco el horizonte?


—Antonio tiene que llevar el coche al mecánico mañana por la mañana. Irás con él. Hay un autobús a las cuatro de la tarde, pero si lo pierdes, llama y Antonio te irá a buscar. 



Fue un día muy desalentador. No había nada para ella porque no tenía experiencia en ningún sector. Pero ¿Cómo se conseguía la experiencia si no se podía trabajar? Cuando llegó a casa de su tía por la tarde no estaba desanimada. Al fin y al cabo, era el primer día y había logrado apuntarse en varias agencias de empleo. Al volver a Londres, el doctor Alfonso se sumergió de lleno en su trabajo, asegurándole a Bernardo que había disfrutado mucho del fin de semana.


—¿Por qué está tan decaído entonces? —le preguntó Bernardo a Tiger—. Necesita salir un poco.


Así que el mayordomo se alegró cuando su jefe le dijo que aquella noche llevaría a la señora Potter-Stokes al teatro y luego a cenar. Tendría que haber sido una velada deliciosa: Sofía estaba hermosísima y divertida, llena de anécdotas de sus amigos comunes e inteligentes preguntas sobre su trabajo. Pero era consciente de que él no le prestaba toda su atención.


—¿Has disfrutado del fin de semana? —le preguntó utilizado todo su encanto para atraer su interés—. Dónde has estado? —añadió.


—En York...


—¿York? —repitió—. Querido Pedro, tendrías que habérmelo dicho. Podrías haber visto a una gran amiga mía: Dolores Trent. Tiene una de esas tiendas en Shambles, ¿Sabes? Vende cristal y arreglos de flores secas. Pero es un desastre, no sabe administrarla. Me decía en una carta el otro día que pensaba buscar una dependienta —miró al doctor y vió con satisfacción que él sonreía.


—¿De veras? ¿Y es tan atractiva como tú, Sofía?


Ella esbozó una sonrisa de triunfo. La velada había resultado un éxito después de todo. Exactamente lo mismo que pensaba el doctor. 

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