martes, 10 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 22

Paula aprovechó la tarde para proveerse de comida, tela para una cortina, una pantalla nueva, flores... Cuando cobrase, compraría un mantel y una colcha alegre para la cama. Luego sacó a Marc a dar un paseo y se sentó junto a la estufa eléctrica de su habitación mientras merendaba y miraba una revista que Dolores había dejado detrás del mostrador. Luego escribió una carta a su madre y pensó un poco en el doctor Alfonso. Por fin llegó el domingo, que llevó consigo a Antonio y la perspectiva de pasar un día agradable con la tía Teresa, la cual la recibió con los brazos abiertos y la mandó inmediatamente a que se diese un baño de espuma.


—Seguro que lo echas en falta —dijo—. Baja cuando estés lista y tomaremos café mientras me cuentas todo.


Paula, sonrojada tras el baño, se sentó con Félix y Marc a su lado frente a la chimenea y le hizo un relato detallado de la semana.


—¿Tienes dónde cocinar una comida como Dios manda?


—Sí, claro. Y la habitación está muy bonita ahora que he puesto los cojines y las flores.


—¿Estás contenta, Paula? ¿De veras? ¿Tienes suficiente tiempo libre? ¿Te paga bien?


—Sí, tía. York es una ciudad preciosa y la gente de las otras tiendas en Shambles es muy amable...


Lo cual era una exageración, pero la tía Teresa tenía que convencerse de que nada le impedía irse a Italia. Se iría la semana siguiente, le dijo la señorita Chaves a Paula. Pero ella tenía que seguir pasando el domingo en Bolton Percy, Antonio se ocuparía de todo.


Cuando Paula se encontró nuevamente en su habitación con otra caja de provisiones y un edredón de plumas que su tía le había dado, se sintió satisfecha de haber convencido a la anciana de que estaba perfectamente feliz. Se escribirían y, cuando la tía Teresa volviese para Año Nuevo, volverían a plantearse el futuro. Pasaron una o dos semanas. Se compró un abrigo de invierno y algunas otras cosas. También ahorró, aunque no tanto. Dolores pasaba cada vez menos tiempo en la tienda. Aparecía a la hora de abrir y luego se iba a la peluquería o a tomar café con sus amigas. A ella le pareció extraño, pero no había demasiados clientes. Las ventas subirían en Navidad, le dijo Dolores. Aunque sabía que su jefa la explotaba, se sentía contenta de estar bien ocupada. Bastante sola estaba las pocas horas que pasaba en su habitación al cerrar la tienda. Cuando se sintiese más segura en su trabajo, se propuso tomar algunas clases o ir a bailar. Mientras tanto, leía, hacía punto y escribía alegres cartas a su casa. Y cuando no estaba haciendo eso, pensaba en el doctor Alfonso. Era una pérdida de tiempo, pero ¿Qué más daba? Era agradable recordar... Se preguntó qué estaría haciendo él y deseó saber más sobre su vida. ¿Pensaría en ella alguna vez? A decir verdad, él pensaba en ella muy poco. Tenía una vida muy ocupada. En dos ocasiones, al visitar a su madre, había visto cómo progresaban las obras en la casa de la madre de Paula, pero pensó que ya no tenía sentido detenerse. Esperaba que la joven se hubiese establecido ya. Quizá cuando tuviese tiempo, iría a verla... Salía con bastante frecuencia con Sofía y los amigos habían comenzado a invitarlos a cenar juntos. A veces iba con ella al teatro, cuando en realidad hubiese preferido quedarse en su casa, pero Sofía era divertida y lo bastante inteligente para simular que realmente le interesaba su trabajo. Una noche en que llegó tarde después de trabajar todo el día en el hospital, lo recibió Bernardo con un mensaje de Sofía: Ambos estaban invitados a ir al teatro. Tenía que pasar a buscarla a las siete y media y llevarla a cenar después del teatro. En ese instante se dio cuenta de lo que sucedía. Se quedó un momento en silencio luchando contra un acceso de rabia. Pero cuando habló, no había rastros de ella en su voz.


—Llama a la señora Potter-Stokes y dile que no puedo salir esta noche —dijo, y de repente, sonrió—. Ah, y, Bernardo, dile que me iré de viaje unos días.


—De acuerdo, doctor —dijo Bernardo. 


Su rostro permaneció inescrutable, aunque sentía una profunda satisfacción. Contrariamente al doctor, hacía tiempo que se había dado cuenta de que Miriam se había propuesto convertirse en la señora Alfonso. En cuanto al doctor, comió una espléndida cena y se pasó el resto de la velada organizando su agenda para ver cuándo se podría escapar un par de días. Primero iría a la casa de la señorita Chaves, porque quizá Paula había optado por no trabajar en la tienda en York. Además, su tía sabría dónde se hallaba. Sería interesante volverse a ver...

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