martes, 17 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 31

 —Muy sensato de tu parte, cariño. Una oportunidad para agradecerle y a la vez tener ocasión de decidir lo que quieres hacer. Oí que Pedro decía que me llamarías. Esto cambia las cosas, desde luego. Pensaba volver para Navidad, para recibirte en casa, pero ahora que no es necesario, me quedaré unas semanas más. Pero recuerda, si me necesitas, llámame. Es un alivio que haya acudido en tu ayuda. Es un buen hombre, alguien en quien se puede confiar.


Paula acababa la conversación cuando entró Pedro.


—He metido a los perros en el coche —dijo él presuroso—. ¿Quieres ponerte el abrigo y nos vamos? —metió a Félix en la cesta—. Tengo que estar de vuelta en el hospital a las tres, así que te dejaré de paso —añadió con impaciencia—: Ya te explicaré por el camino.


Como estaba claro que no le diría más hasta que lo considerase conveniente, Paula obedeció. Pero la consumía la curiosidad mientras esperaba que llegaran a la M1 y el doctor le explicase la situación.


—Vamos a Aldbury, en Hertfordshire. Mi madre está allí, preparando todo para el retorno de mi tía. Ella te lo explicará todo: Tu tiempo libre, el salario... Y pasará la noche para ayudarte a instalarte. Está muy aliviada de que hayas aceptado el trabajo y tanto ella como la señora Twitchett, el ama de llaves, y Nélida están encantadas.


—Puede que no le guste a tu tía abuela.


—No sé qué puede haber en tí que no le guste, Paula.


Mientras hablaba, el doctor lanzó una ojeada al perfil sin pretensiones que miraba hacia adelante. Paula parecía de lo más tranquila, a pesar de que él le había pasado como una apisonadora por encima, llevándola a un futuro incierto. Era lo único que se le había ocurrido hacer; no tenía tiempo y hubiese sido impensable dejarla sola en York.


—Te he empujado un poco, ¿No? Pero a veces hay que aprovechar las oportunidades. 


—Una buena oportunidad para mí —sonrió Paula—. Te estoy muy agradecida y lo haré lo mejor que pueda con tu tía abuela. ¿Cómo se llama?


—Lady Haleford. Ochenta y siete años, hace diez que es viuda. No tiene hijos. Le encantan su jardín, los pájaros, el campo y los animales. Le gusta jugar a las cartas y hace trampas. Desde el ataque está muy inquieta y nerviosa. Es olvidadiza y está un poco malhumorada —dijo, añadiendo—: Me temo que no habrá gente joven.


—Bueno, nunca he salido demasiado, así que no importa.


Cuando tuviese un momento, pensó el doctor, saldría con ella, a cenar y bailar, al teatro o a un concierto. No le tenía lástima. Paula no era el tipo de persona que inspirase pena, pero se merecía un poco de diversión y a él le gustaba. Tenía que reconocer que incluso se estaba encariñando un poquito con ella, de una forma fraternal. Deseaba verla llevar la vida que ella quería, de modo que pudiese conocer gente de su edad, casarse... Frunció el ceño. Ya habría tiempo para eso... Siguieron viajando en silencio, cómodos con su mutua compañía.


—¿Quieres que paremos? —preguntó él al rato—. Hay un pub muy tranquilo unos quince kilómetros más adelante. Podemos sacar a los perros.


El pub se encontraba apartado del camino y el aparcamiento se hallaba casi vacío.


—Entra —le dijo el doctor—. Yo sacaré a los animales. No podemos quedarnos mucho.


Paula no perdió tiempo y se dirigió al servicio de señoras. Tomaron sándwiches de rosbif y café, dejaron corretear un poco a los perros y volvieron a entrar al coche. Félix, dormitaba en su cesta. Viajar en un Rolls Royce era muy agradable, reflexionó ella. Y Pedro conducía con calma. Le daba la impresión de que era un hombre que no se alteraba fácilmente.


—Ya no falta demasiado —dijo él cuando salió de la autopista. 

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