martes, 24 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 38

 —Soy la acompañante de lady Haleford —dijo Paula, que percibió la frialdad de los hermosos ojos azules—. Pero le daré el mensaje si lo desea. ¿Quiere volver más tarde o esperar dentro? Ha estado enferma y no madruga.


—Pasaré a la vuelta —dijo Sofía con una dulce sonrisa—. Lamento retenerla con esta lluvia, qué poco considerada. Pero quizá a usted no le importa el campo en invierno. A mí no me gusta esta parte de Inglaterra. He estado en York durante un tiempo y después de pasar por allí, este pueblo parece tan triste...


—Es muy agradable —dijo Paula—. Pero York es hermosa. Vivía allí hasta hace poco tiempo.


Con el rostro enmarcado por húmedos mechones, sonrió al recordar al doctor.


—¿Tiene buenos recuerdos de allí? —preguntó bruscamente Sofía.


—Sí —dijo Paula, que inmersa en sus recuerdos no se dió cuenta.


—Bueno, no la detengo más —sonrió Sofía, haciendo un esfuerzopor parecer amistosa.


Más tarde, Paula le habló a lady Haleford de su encuentro.


—Me cuesta recordar la gente —dijo la anciana, inquieta—. ¿Cómo era? ¿Morena, rubia, bonita?


—Rubia y muy hermosa, con unos enormes ojos azules. Conducía un deportivo rojo.


Pero Sofía no volvió, por supuesto, y después de unos días se olvidaron de ella. Decidió cambiar de táctica. Dejó de llamar al doctor, pero se preocupó de asistir a las cenas de los amigos comunes a las que él estaba invitado. Como se acercaba la Navidad, había bastantes. Pero la vida social de Pedro dependía mucho de su trabajo, así que, para irritación de ella, solo lo veía de vez en cuando. Cuando lo hacía, él era amable y cordial como siempre, pero nada más. Los días se sucedían plácidamente en Aldbury. Lady Haleford tuvo sus altibajos y Paula pasó muchas horas sentada en su habitación leyéndole o jugando a las cartas con ella. Así que fue una alegría que la señora Alfonso anunciase visita. 


—Iré con dos de mis nietos: Delfina y Francisco. Nos quedaremos un par de días antes de llevarlos a Londres a hacer las compras de Navidad. Lady Haleford los quiere mucho y quizá la alegre verlos. ¿Quieres pedirle a la señora Twitchett que se ponga, Paula? Te encargo que le digas a mi tía que iremos.


La noticia satisfizo a lady Haleford enormemente.


—Dos buenos niños —le dijo a Paula—. Tendrán unos doce años. Son mellizos, ¿Sabes? Hijos de una hermana de Pedro —cerró los ojos un instante y dijo luego—: Tiene dos hermanas menores, ambas casadas.


Llegaron dos días más tarde. Delfina era delgada y rubia, con grandes ojos azules y una larga trenza rubia. Francisco era más alto, serio y callado.


—Paula, qué agradable volver a verte —saludó la señora Alfonso con entusiasmo—. Te encuentro un poco pálida... Supongo que no saldrás lo suficiente. Aquí están Delfina y Francisco. ¿Por qué no te los llevas al jardín un rato mientras hablo un poco con lady Haleford? Abrígate bien —su mirada se detuvo con interés en Marc, que repentinamente apareció entre los niños—. ¿Están contentos tus animales?


—Sí, muy felices.


—¿Y tú?


—Yo también, señora Alfonso.


Aunque hacía frío, era un día despejado sin viento. Los niños y Paula anduvieron por los senderos del jardín hablando de lo que harían en Navidad.


—Pasamos la Navidad en casa de la abuela —explicaron los niños—. Nuestros tíos y primos estarán allí, y tío Pedro. Nos lo pasamos fenomenal todos los años. ¿Y tú?, ¿Irás a tu casa?


—Supongo que sí —dijo Paula y antes de que le pudiesen hacer más preguntas, añadió—: La Navidad es divertida, ¿Verdad?


Se quedaron dos días y a Paula le dió pena despedirse de ellos, pero su breve visita había cansado a lady Haleford y rápidamente volvieron a su plácida rutina. No pudo evitar el deseo de disfrutar de las navidades y se llevó una agradable sorpresa cuando lady Haleford le encargó que fuese a Berkhamstead de compras.


—Siéntate —le ordenó—, y apunta la lista. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario