jueves, 24 de septiembre de 2020

El Millonario: Capítulo 18

 -Dicen que las inversiones inmobiliarias son las más inteligentes. Si algo le pasará a la casa, siempre podrías poner una tienda de campaña en la parcela.


El corazón de Paula se encogió de forma inesperada al pensar que algo pudiera ocurrirle a Belvedere.


-Arriba, en mi cuarto, hay un trozo de papel pintado que está a punto de desprenderse. Muchas veces he pensado tirar de él, pero... no sé, me da miedo ver lo que hay debajo. Me da miedo que sea una viga maestra y la casa se caiga a pedazos.


Pedro soltó una carcajada. Luego, percatándose de que lo decía en serio, miró el suelo de madera, que necesitaba reparación, y la escayola del techo, que se caía a pedazos. Ella siguió la dirección de su mirada hasta el estudio, que podían ver desde allí... el trapo tirado en el suelo, las manchas de pintura en la madera, la falta de muebles. Podría meter todas sus posesiones en el jeep y marcharse... y no habría prueba alguna de que hubiese vivido allí alguna vez.Eso fue como un puñetazo en el estómago. ¿Por qué había imaginado que estaba haciendo lo correcto viviendo de esa manera? ¿Para demostrarle a la gente que podía hacerlo, que podía estar sola? Pensó entonces en la nevera llena de queso y frutas exóticas y se sintió más orgullosa de esa decisión que de la mayoría de las que había tomado durante los últimos seis meses.


-¿Qué te parece? ¿Qué debo hacer?


-A mí me parece que está bien como está.


-Pero si está hecha un desastre. Con esa recomendación, no me extraña que te echaran del negocio de las reformas.


-No es un desastre, Paula. Es única y encantadora. No hay que hacer grandes reformas, sólo algunos toques aquí y allá.


-¿Tú crees?


-Estoy seguro. Con un poco de cariño, esta casa podría convertirse en un sitio maravilloso.


Lo decía de una manera... casi como si estuviera hablando de ella, no de la casa.  Paula tragó saliva. Iba a seguir hablando pero, de repente, Tom se levantó y estiró los brazos.


-En fin, se ha hecho de noche. Será mejor que me vaya.


Tenía razón. Mientras hablaban, el sol se había puesto y sólo la luz de la luna iluminaba el porche.


-Gracias por la cerveza.


-De nada -sonrió Paula, levantándose.


Iba a decirle adiós, pero no podía hacerlo. Apenas podía sentir sus pies, mucho menos pedirle que se movieran. Lo que sentía por dentro era demasiado complejo. No sabía lo que Pedro quería de ella y mucho menos lo que ella quería de él... Pero fue Pedro el que se rindió. Dió un paso hacia ella y se inclinó un poco para mirarla a los ojos. Luego levantó una mano para acariciar su mejilla y, de repente, Puala se dió cuenta de que no podía respirar. Más para conservar el equilibrio que para invitarlo a nada, ella levantó una mano para ponerla sobre su torso. Sintió un temblor dentro de su pecho y sólo entonces reconoció la profundidad de la atracción que sentía por él. Había aparecido sin que se diera cuenta, sin que ella quisiera. Pero allí estaba.


-Nadie debería oler tan bien, Paula Chaves -murmuró Pedro.


Luego inclinó la cabeza y Paula temió y deseó que fuera a besarla... pero él cambió de dirección en el último momento y enterró la cara en su cuello para respirar el aroma de su colonia.


-Tenías razón sobre el chico martini. Me siento completamente impotente ante un buen perfume.


-¿Ah, sí?


-Sí.


-Siempre lo he llevado para... ocultar el olor de la pintura y el aguarrás. Y por muchas duchas que me dé o por muchas veces que me lave las manos, no se va.


-Una razón más para que me guste tanto ese cuadro tuyo.


Paula sonrió. No sólo con los labios, sino con los ojos, con todo el cuerpo. Sentía que se abría, como una flor, que algo en ella despertaba a la vida. 

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