martes, 8 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 49

 —Posiblemente. Aparentemente, esta cadena hotelera está considerando instalar un nuevo hotel en una isla que se les ha ofrecido hoy mismo. Se trata de una plantación de cacao orgánico, nada más y nadamenos. ¿Te lo imaginas? Será un proyecto ecológico que garantizará el turismo y el empleo y que venderá mucho cacao. Sin embargo, nuestra casa no tiene por qué estar allí. Adoro Santa Lucía y sé que a tí también te podría gustar, pero tu felicidad significa todo para mí. No quiero volver a cometer el mismo error. Solo tienes que decirme dónde quieres ir y yo te llevaré. Mi hogar está donde tú estés, Paula. En Santa Lucía, en Londres, en París o donde tú quieras.


Paula se llevó las manos al rostro. Los ojos se le habían llenado de lágrimas.


—En ese caso, llévame a casa contigo. A Santa Lucía.


Pedro parpadeó varias veces al asimilar lo que ella acababa de decir.


—Me dejas asombrado. No es de extrañar que esté tan enamorado de tí.


—Y yo que creía que solo andabas detrás de mí por mis delicias de chocolate —bromeó ella.


—En realidad, mucho más que eso —replicó él.


Los dos se abrazaron cariñosamente. Entonces, Paula se puso de puntillas y se besaron. Apasionada y profundamente, ignorando los aplausos y los vítores del resto de los invitados y la sugerencia de que se fueran a buscar una habitación.


—¡Papá! ¡Estoy aquí!


Paula se dió la vuelta justo a tiempo para ver a una niña rubia con un vestido de color rosa atravesar corriendo la multitud y agarrarse con fuerza a las piernas de Pedro.


—¡Eh! Mira quién ha llegado justo a tiempo para cenar —dijo Pedro mientras la tomaba en brazos—. Es la encantadora Camila. ¿Te has dejado a tu mamá en alguna parte?


La niña asintió y señaló hacia la entrada.


—Mamá tenía que hablar con un hombre, pero yo me moría de ganas de verte. Papá, no podía esperar ni un minuto más.


—Bueno, pues yo me alegro, cariño —susurró frotando la nariz contra la de la niña y haciéndola reír como loca—. Hay alguien a quien me gustaría que conocieras. ¿Te acuerdas de lo que te dije antes sobre la mujer tan guapa que hace deliciosos pasteles con el chocolate que yo hago? Bueno, pues aquí está. Esta es Camila, mi hija. Cami, te presento a Paula, la que va a ser tu madrastra. 


Como era de esperar, Camila ocultó inmediatamente el rostro contra el hombro de su padre.


—Cami está fingiendo ser muy tímida ahora, pero espera a ver lo que pasa cuando saquen el chocolate.


Camila levantó la carita para mirar a Paula. Esta sonrió a la pequeña y algo debió de conseguir, porque la niña dejó de esconderse y declaró en voz alta.


—Mi papá es el mejor papá del mundo y hace el mejor chocolate. Me voy a quedar en su casa en la isla para ver de dónde sale el chocolate y todo eso.


Paula asintió.


—Evidentemente, eres una experta porque estoy completamente de acuerdo contigo. Tu papá hace el mejor chocolate del mundo. Creo que esa es la razón de que yo lo quiera tanto.


—¿Sí? —preguntó Camila con los ojos muy abiertos—. Genial — añadió, con una sonrisa.


—Sí —afirmó Paula. Entonces, se dirigió a Pedro—. ¿Acabas de decir madrastra? Yo no puedo ser madrastra. Tengo veintiocho años. Debe de ir contra la ley ser madrastra a los veintiocho. ¿No necesito entrenamiento especial para eso? Podría ser peligroso.


—Mucho, pero a mí me apetece correr el riesgo si tú estás dispuesta —dijo Pedro inclinándose hacia ella, tentado una vez más por aquellos maravillosos labios.


—¡Papá! Deja de besar a Paula. ¡Qué vergüenza!


—Lo siento, cielo, pero eso es algo a lo que vas a tener que acostumbrarte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario