martes, 1 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 38

 Paula estaba a punto de soltarle una respuesta cortante, pero Pedro intervino antes de que ella dijera nada que pudiera hacer que los expulsaran a los dos del concurso.


—Es un trabajo maravilloso… y muy innovador. Me costó mucho persuadirla para que se uniera a mi equipo, pero el Alfonso Estate no podría conformarse con menos. Mañana, Paula va a dejar a esos miembros del jurado sin palabras. Ya lo verá.


David asintió con un gesto de desprecio.


—Me alegra oír que está tan seguro de sus posibilidades, señor Alfonso. Mi propio equipo lleva meses trabajando a tiempo completo para encontrar las recetas más deliciosas utilizando el mejor cacao orgánico. Creo que el jurado se va a quedar impresionado con lo que los  miembros del equipo Barone tienen que ofrecer.


—¿Y por qué quieres participar en este concurso, David? —le preguntó Paula al comprender la implicación de lo que estaba diciendo David—. Pensaba que te conformabas con tu cadena de chocolaterías.


—Ya sabes que no puedo resistir un desafío, Paula. Tengo planes para expandirme al negocio de la restauración y esta es una oportunidad muy útil para mostrar algunos de nuestros postres de chocolate orgánico. Sí, este concurso está resultando ser muy interesante.


—Le deseo muy buena suerte, señor Barone. Ahora, si nos disculpa, le he prometido a Paula una copa de champán para celebrar nuestra asociación. Que tenga una agradable velada —dijo Pedro.


—Estoy seguro de ello —replicó David con un desagradable brillo en los ojos. Entonces, se despidió de ellos con una inclinación de cabeza antes de apartarse de ellos y unirse a otro grupo.


—Creo que la terraza nos está llamando. Volveré enseguida —le susurró Pedro al oído. Entonces, se separó de ella y se dirigió al bar. 


En la terraza, se habían puesto unas mesas elegantemente decoradas con hermosos manteles y candeleros de cristal que creaban una suave luz que compensaba el ocaso. Un delicioso aroma de gardenia perfumaba el patio procedente de las macetas en el apogeo de su floración. Sin embargo, Paula no prestaba atención alguna a aquel incomparable marco. Simplemente, trataba de alejarse de David con la mayor dignidad posible sobre los tacones que Sofía le había prestado para que acompañaran al vestido, también prestado. Se sentó en uno de los sofás y miró a su alrededor. Hombres y mujeres elegantemente vestidos charlaban animadamente. El ambiente era maravilloso, pero Paula se sentía como un viejo felpudo sobre el que alguien acababa de limpiarse los pies. La felicidad y la excitación por verse allí había quedado destruida por la presencia de David Barone. No le gustaba el efecto que, a pesar de formar parte ya solo de su pasado, seguía ejerciendo sobre ella. No le gustaba que, solo con verlo, hubiera hecho revivir todos los sentimientos de antaño, cuando se sentía inadecuada e inútil. Jamás se había sentido más fuera de lugar. ¿Qué le había hecho creer que podría competir como profesionales como David? Era una farsante. Una paleta que creía que podría engañar a alguien en aquella conferencia.


—¿Te encuentras bien? —le preguntó Pedro mientras se sentaba en el sofá al lado de ella y le ofrecía una copa de champán—. Lo siento mucho. No tenía ni idea de que Barone había decidido presentarse al concurso. Sin embargo, puedes relajarte. Lo peor ya ha pasado.


—No tienes nada de lo que lamentarte, Pedro. Este es mi problema y soy yo la que se tiene que enfrentar a él. Gracias por sacarme de ahí. David era… es…


Paula dió un largo trago a su champán mientras Pedro deducía lo que ella quería decir.


—Entiendo. Mándame a paseo si así lo deseas, pero el chocolatero que te hizo tanto daño en París era David Barone, ¿Verdad? 


Paula dió otro largo trago de champán antes de responder. Decidió sacar pecho y tratar de sonar positiva. Lo último que quería era que Pedro pensara que estaba trabajando con una idiota.


—Bueno, de eso hace muchos años. Agua pasada —dijo. Trató de dar otro sorbo de champán, pero la mano le temblaba tanto que estuvo a punto de dejar caer la copa. La dejó rápidamente sobre la mesa.


—Entiendo. ¿Quieres contármelo?


Pedro le había rodeado la mano con la suya. Había tanta genuina sinceridad en su voz, que aquellas simples palabras derribaron todas las barreras.


—No. Sí. Tal vez. Me da tanta vergüenza…


—Con vergüenza o sin ella, vas a tener que cocinar mañana sabiendo que el equipo Barone forma parte del concurso. Creo que es mejor que me lo cuentes todo. Nos estamos jugando mucho en todo esto.


Paula suspiró.


—Lo sé y tienes razón, pero es que jamás hubiera esperado volver a verlo y eso me ha dejado algo hundida… Está bien. Conocí a David en París cuando estábamos haciendo prácticas juntos en Barone Fine Chocolate. Fue fantástico. Los mejores ocho meses de mi vida. De eso no tengo ninguna duda.


—Entonces, ¿Trabajaste con David? Es sorprendente —dijo Pedro. Luego, miró a Paula perplejo—. Espera un minuto… ¿Por qué estaba David haciendo prácticas en Barone? Yo creía que él era uno de la familia. 

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