martes, 1 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 39

 —Y lo es. Chef Barone es la quinta generación de chocolateros Barone, pero estaba buscando a alguien para que se hiciera cargo del negocio. David es su sobrino, pero resultó que él estaba más interesado en el lado financiero del negocio que en la cocina. Sin embargo, tuvo suerte. Yo era la otra aprendiz. Muy pronto descubrió que a mí siempre me había gustado trabajar en la sombra en vez de buscar las candilejas. Yo lo acepté. Después de todo, él era el sobrino de mi jefe y yo tan solo la hija de un panadero de una pequeña ciudad de Inglaterra. Yo solo era Paula Chaves, aspirante a ser chocolatera. Soy una persona tranquila y tímida. Siempre lo he sido, aunque desde hace tres años me esfuerzo mucho por superarlo. Lo he ido consiguiendo, pero incluso ahora me gusta más estar en la cocina que hablando con los clientes —dijo Paula mientras se encogía de hombros—. David lo supo desde el principio. El plan era que yo me quedara allí para terminar convirtiéndome en maestro chocolatero al cabo de unos dos años. Sin embargo, nuestros planes eran mucho más grandes. Nuestra idea era desarrollar una selección de chocolates que se vendieran en los hoteles y así poder expandir la tienda. Todo sonaba maravilloso, tanto que yo me pasaba las noches trabajando y trabajando para conseguir los chocolates perfectos, que serían únicos, deliciosos y que tendrían un éxito arrollador. David estaba encantado y su tío igual. Lo teníamos todo a nuestro favor. Además… me ofreció un incentivo extra para que yo me quedara. Uno muy personal.


Paula bajó la mirada durante un instante mientras que Pedro le trazaba pequeños círculos en el reverso de la mano.


-Seguramente no te sorprenderá que, después de seis meses, me enamorara perdidamente de David Barone —dijo ella encogiéndose de hombros—. Tienes que tener en cuenta que yo acababa de llega directamente desde la escuela de cocina a una de las ciudades más románticas del mundo, en la que trabajaba todo el día para producirbombones y pasteles que pudieran comprar los amantes. Entonces, unsábado por la tarde, cuando la tienda estaba cerrada, me invitó asalir a tomar una copa. Llevábamos todo el día trabajando, era abril y los árboles estaban cuajados de flores. Acepté sin dudarlo —confesó con un suspiro—. Una semana más tarde, ya era oficialmente su novia y por fin tuve la oportunidad de ver París como debería verse, con la persona de la que estás completamente enamorado. Fue un periodo mágico. Estaba tan enamorada de él y del maravilloso futuro que nos esperaba juntos, trabajando codo con codo en Barone…


—Enhorabuena. En este momento, tengo que decirte que estoy empezando a sentir náuseas por lo dulzón que es todo esto. ¿París en primavera? Me lo imagino. Bueno, ¿Qué ocurrió a continuación? ¿Por qué no estás en París como maestra chocolatera de Barone Fine Chocolate? Estaban trabajando juntos y, por lo que he oído, formaban un buen equipo.


—Lo que ocurrió fue que la vida me dió una patada y me recordó que no tuviera tantos deseos de grandeza. A mi padre le diagnosticaron un tumor cerebral y le dieron seis meses de vida. Así que, por supuesto, regresé a casa.


—Lo siento. Eso debió de ser muy traumático.


—Lo fue. Mi padre fue a París a pasar un mes entero conmigo y lo pasamos muy bien. David lo encandiló. Chef Barone nos llevó a todos los restaurantes más maravillosos de París y trabajábamos en la tienda juntos.  Sin embargo, al final supe que tenía que regresar a Inglaterra y estar con mi padre todo el tiempo que pudiera.


—Me da la sensación de que tus planes no salieron después de todo del modo que tú esperabas.


—Al regresar a casa, me resultó muy duro ver cómo mi padre se iba apagando poco a poco, en un breve espacio de tiempo. Yo quería que los días fueran más largos para estar con él y me sentía muy culpable por ser tan ambiciosa. Traté de hablar con él al respecto, pero mi padre no hacía más que decirme que me quería mucho y que lo último que quería era que yo regresara y me hiciera cargo de la panadería y que viviera su vida, una vida en la que él había sacrificado sus ambiciones para proporcionar un hogar seguro para su familia. A mí se me había dado la oportunidad de aprovechar al máximo mis habilidades, pero lo que más deseaba mi padre era que yo fuera feliz. Yo tenía una nueva y maravillosa vida en París, con un novio que me esperaba allí. Yo tenía todo lo que mi padre siempre había querido que yo tuviera.


Paula se levantó del sofá y se dirigió a la balaustrada para contemplar desde allí el jardín. Pedro tardó un instante en levantarse e ir a reunirse con ella. Siguió mirando al frente mientras hablaba.


—Cuando él murió, descubrí que había sabido el diagnóstico de su enfermedad desde hacía muchos meses, pero que había preferido no decírmelo porque sabía que yo querría regresar y estar con él en vez de vivir mi sueño, y el suyo, en París. Me quería tanto… Por eso, vendió la panadería a una franquicia de donuts antes de venir a París a verme. Me estaba cortando el paso para que yo no pudiera volver a la vida que él había conocido. Así, solo me quedaría la posibilidad de seguir hacia delante. Esto me entristeció mucho. Pensar que mi padre sabía que tenía una enfermedad terminal mientras yo estaba viviendo la vida con David…

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