martes, 8 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 46

 Pedro sonrió antes de responder.


—Lo guardo para las emergencias y para cuando yo necesito responder preguntas difíciles. No te atrevas a pensar que no eres lo suficientemente buena. Tienes que saber que el hecho de pensar que te voy a dejar aquí cuando yo regrese a casa la semana que viene me está matando, pero allí es donde vivo. He tratado de ir y venir entre Santa Lucía e Inglaterra antes, y regreso a ver a Camila siempre que puedo, pero resulta muy difícil. Tú te mereces algo mejor que un amante a tiempo parcial.


—¿Sí? —susurró ella. Pedro le estaba besando suavemente la frente y el cabello mientras ella hablaba—. ¿De verdad? Creo que esa es la frase más agradable que me ha dicho nunca nadie.


—Y la digo totalmente en serio. Tu vida está aquí, donde te espera un brillante futuro y no una casa vieja en el medio de la nada en las Indias Occidentales.


—Creo que te estás olvidando de algo muy importante, Pedro. Estás hablando conmigo. ¿Es que no tienen hoteles de lujo en tu isla? ¿Acaso no necesitan esos hoteles reposteros que sepan trabajar con los productos autóctonos como el chocolate? ¿Y qué me dices de tu cacao? ¿No te gustaría verlo en un postre más cerca de casa? Piénsalo. Si tus chocolates ayudaran a llevar más turistas a la isla, los encargados del turismo seguramente te harían una oferta que no podrías rechazar —comentó ella, riendo—. Seguramente, tenemos más opciones de lo que habríamos imaginado si estás dispuesto a darnos una oportunidad. Esta es nuestra oportunidad para estar juntos, Pedro. ¿Por qué no me dejas estar contigo? ¿Por qué no me dejas amarte? Respóndeme porque de verdad me gustaría saberlo.


Pedro le enmarcó el rostro entre las manos y comenzó a acariciarle las mejillas con los pulgares.


—¿Que por qué? Porque no me considero lo suficientemente bueno para tí, Paula Chaves. ¿Respondo con eso a tu pregunta?


—De todas las cosas ridículas que he escuchado en mi vida, esta debe de llevarse la palma. Para ser un hombre muy sensato, dices muchas tonterías, Pedro Alfonso. Mira lo que has conseguido en tu finca. ¿Cómo era cuando tú te hiciste cargo? Y ahora, aquí estás, en esta conferencia, con un chocolate maravilloso que cualquier chef estaría orgulloso de utilizar. Yo lo estoy. 


—¿De verdad? —preguntó Pedro con una sonrisa—. Me alegra saberlo, pero eso no cambia el hecho de que me cuesta pagar las facturas mientras que tú estás arriba. No voy a ser responsable del dolor y de la desilusión de otra mujer.


Ahí estaba. Por fin. Paula le agarró las manos y se las inmovilizó con fuerza con las suyas.


—Por lo que me has contado, Mariana creía que su vida en la plantación iba a ser como unas largas vacaciones en la playa. No fue así y lo siento, pero a mí me encanta el cacao. ¿Te has dado cuenta?


—Tal vez, pero eso no cambia el hecho de que hay veces en las que me gustaría que mi hija estuviera orgullosa de mí. Resulta difícil estar separados y las cosas se van a poner aún peores cuando Mariana vuelva a casarse. Quiero estar con Camila cuando me necesite. Las cosas van a tener que cambiar… y pronto.


—Pedro, yo aún no conozco a Camila, pero te puedo decir algo. Mi padre dejó a un lado sus sueños y su felicidad para que yo tuviera todo lo que necesitara. Tenía maravillosas ideas que nunca vio realizadas antes de morir. No cometas el mismo error. Lo digo en serio. Camila te ama por quien eres, no porque seas el dueño de una plantación de cacao. Ella no querría que tú dejaras a un lado tus sueños por ella. Nunca. Lo sé. Yo he pasado por eso. Ni se te ocurra pensar en vender la finca, ¿De acuerdo?


Pedor la miró durante un instante con una expresión de asombro y felicidad en el rostro.


—Aquel día, en la feria, supe que había elegido correctamente. Tienes razón. Mucha razón. Me acabas de ayudar a tomar una decisión. Voy a hacer una locura.


—¿Una locura? ¿Qué quieres decir?


—He tenido una idea sobre cómo darle un giro a mi plantación, pero tengo que hablar con muchas personas antes de saber si es factible o no. ¡Demonios! ¿Has visto la hora que es? Tengo veinte minutos para cambiarme antes de que empiece mi presentación. Después, tendré una reunión tras otra el resto del día.


Paula fue a responder, pero no tuvo oportunidad. Pedro le dió un beso que la dejó sin aliento.


—Sé que no puedes responder al teléfono en las cocinas, pero, si me necesitas, ya sabes dónde estaré todo el día —dijo mientras se dirigía hacia la puerta—. Te explicaré mis planes más tarde. Adiós. Una cosa más, Paula… —añadió. Se había detenido en la puerta para observarla desde allí—. Dales una lección. Sé que puedes hacerlo —concluyó. Entonces, le guiñó un ojo y se marchó cerrando la puerta tras él.


Paula se cubrió la cabeza con la almohada. Hombres. ¿Cómo se metía ella en aquellas situaciones? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario