martes, 8 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 48

 —Papá, tienes la corbata torcida.


Camila suspiró y se puso de pie sobre la cama para poder colocársela. Tenía la boca muy apretada por la concentración.


—¿Sí? Gracias a Dios que mamá te trajo a verme a este hotel. Si no, yo habría tenido que bajar a una cena super elegante con la corbata torcida —replicó Pedro—. Y eso no estaría bien, ¿Verdad? ¿Qué tal? ¿Estoy ya?


La niña asintió y se vio recompensada por un beso cuando Pedro la levantó por el aire haciéndola gritar.


—¡Eh! ¿Qué es todo ese ruido? —preguntó Mariana desde el cuarto de baño.


—¡Mamá! ¡Ven a ver a papá! Se ha puesto su mejor traje y todo eso.


—Ya lo veo —respondió Marina mientras asomaba la cabeza por la puerta del cuarto de baño y asentía varias veces antes de señalar a Pedro—. ¿No te parece que está muy elegante? Tu papá va a ser un maravilloso director de hotel y va a vender mucho cacao. Entonces, vamos a ir todos a la isla a verlo y nos quedaremos allí todas las vacaciones de Navidad. ¿Qué te parece?


—¡Sí! ¡Qué listo es papá! ¿Cuándo podemos ir, papá? ¿Mañana? ¿Podemos ir mañana?


—Un momento, preciosa —replicó Pedro mientras Camila le rodeaba el cuello con los brazos—. Primero tengo que hacer algunas obras en la casa para que esté bonita y fresca para tí todo el tiempo y puedas nadar y jugar todo el día. ¿Quieres que te diga qué es lo mejor? Tengo que decírtelo al oído.


Camila se acercó a él y le ofreció la oreja. La pequeña estaba preciosa con su vestido de fiesta.


—Lo mejor es que voy a estar con mi hija todas las vacaciones de Navidad, pero esta vez en la playa. Con loros y plátanos que se pueden recoger de los árboles. Y barcos y muchos animales de la selva. Va a ser chachi.


—¡Sí, chachi! —exclamó la niña—. Eres el mejor papá del mundo entero. 


Pedro miró a Mariana mientras abrazaba a Camila. Mariana le guiñó un ojo cuando él le dió las gracias solo moviendo los labios.


—Ahora, es el momento de que dejes a tu papá que se vaya para hablar con los adultos y ser una importante persona de negocios mientras nosotras terminamos de arreglarnos. Cinco minutos más y podremos bajar a disfrutar de la fiesta, ¿Te parece bien?


Camila dejó que su padre la dejara en el suelo. Entonces, le dió un fuerte abrazo.


—Cinco minutos, papá. Te veo muy pronto. Ahora, te tienes que ir a ser importante.


—Hasta pronto —le dijo Pedro mientras le golpeaba cariñosamente la punta de la nariz—. Hasta muy pronto.


Pedro prácticamente bajó volando hasta la recepción del hotel. Allí, tuvo que agarrarse fuerte al mostrador para no caerse. ¿Llegaba a tiempo? Tenía que conseguirlo. No se podría perdonar nunca llegar tarde a la cena y defraudar a Paula justo cuando ella más lo necesitaba. Se puso de puntillas y miró por encima de las cabezas de la gente. Allí estaba ella, charlando con el director gerente de la empresa que poseía aquella cadena hotelera. El elegante austríaco parecía encantado con algo que ella le decía. De hecho, se echó a reír a carcajadas, sobresaltando incluso a los miembros del jurado que se habían reunido en la mesa principal. Parpadeó y sacudió la cabeza un instante antes de sonreír a Paula. El corazón se le aceleró tan solo con ver su hermoso rostro. Paula. Llevaba puesto un vestido de cóctel negro y sonreía y charlaba como una verdadera profesional de la comunicación con uno de los hoteleros más influyentes y conocidos del mundo, como si fuera algo que hacía todos los días de la semana. ¿Qué le había pasado a la chica que se había negado a salir de la cocina y a reconocer su propio talento? En aquellos momentos, tenía un aspecto relajado. Sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Se sentía muy orgulloso de ella. Ocurriera lo que ocurriera con el concurso, Paula era para él la ganadora. Su Paula era feliz. Contuvo el aliento y levantó la cabeza para dirigirse al lugar donde ella se encontraba. Tardó más de lo deseado porque se vio constantemente saludado por los demás delegados. Por fin consiguió llegar a su lado para decirle que ya estaba allí.


—Paula —susurró.


Ella se dió la vuelta y se quedó completamente inmóvil. Abrió los ojos de par en par. El rubor que le cubría las mejillas competía con la calidez de la sonrisa que le fruncía los labios. Llevaba el cabello suelto, un elegante maquillaje y tenía una copa de vino en la mano. A pesar de todas las personas que los rodeaban, era como si el espíritu de Paula Chaves brillara solo para él. Estaba deslumbrante y hacía que el resto de las mujeres parecieran poco atractivas a su lado. Estaba muy hermosa.  De repente, no le importó ni el concurso, ni la multitud ni nada. Lo único que importaba era Paula. Tenía que hablar con ella y compartir sus noticias. Simplemente quería estar con ella.


Ella dió un paso al frente sin dejar de mirarlo a los ojos.


—Recibí tu mensaje. Decidí seguir tu consejo, salir de la cocina y divertirme. Gracias. Por cierto, llegas tarde.


—De nada. Y siento llegar tarde. Estás… muy hermosa.


Paula sonrió de modo que Pedro no pudo ver nada más en la sala. Nunca antes había visto una sonrisa así.


—En ese caso, te perdono…


Paula se acercó a él y le quitó una imaginaria pelusa de la chaqueta. Entonces, le colocó las palmas de las manos contra el pecho.


—Estaba empezando a pensar que me ibas a dejar plantada.


—¿Yo? Nunca. Tenía que hacer unas cosas antes de poder empezar mi nueva vida con la mujer que amo.


Paula abrió los ojos muy sorprendida, pero antes de que ella pudiera responder, Pedro tomó la iniciativa. Le colocó las manos en la cintura y la miró fijamente a los ojos.


—Me has robado el corazón, Paula Chaves—susurró—. Quiero pasar el resto de mi vida demostrándote lo mucho que te quiero.


—¿En Santa Lucía? 

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