martes, 1 de septiembre de 2020

Chocolate: Capítulo 37

 —Se me ocurre una idea. Vayamos a divertirnos. Olvidémonos del concurso durante un rato. Tenemos buena comida. Seguramente nos obligarán a beber champán. Será duro, pero somos profesionales. Creo que podremos superarlo.


—Estoy segura de ello —afirmó Paula.


—Creo que ya es hora de que dejemos que los chefs se ocupen de su trabajo —dijo Pedro mientras señalaba hacia el lugar donde estaba la sala en la que se iba a celebrar la recepción—. Si sigues aquí con ese vestido, no van a poder servir la cena.


Con eso, Pedro se dirigió hacia la puerta y le ofreció el brazo derecho.


—¿Lista? —preguntó él mientras abría la puerta de la cocina.


En aquel momento, la música, las voces de la gente y la risas de los asistentes parecieron erguirse ante ellos como una barrera física.


—También podríamos escaparnos por la puerta de la cocina —susurró ella.


—No. Ya veo a tres personas que también cultivan cacao y a la mayoría del comité organizador. Vayamos a hablar de lo nuestro.


Paula se despidió de los chefs con la mano y atravesó la puerta delante de Pedro. Entonces, avanzó junto a la pared de la concurrida sala hasta que llegó a las enormes puertas que conducían directamente a la terraza. En ese momento, se detuvo en seco. Se sentía completamente paralizada. El hombre que estaba atravesando aquellas puertas en ese preciso instante como si fuera el dueño del hotel era David Barone.  Seguía tan guapo como siempre y, durante una fracción de segundo, el pobre corazón de ella amenazó con devolverle sentimientos pasados… Hasta que escuchó la voz arrogante y condescendiente de David. Había querido mucho a aquel hombre en el pasado, pero, en aquel momento, su voz sonaba tan pomposa y tan pagada de sí misma que la dura verdad de quien era y de lo mucho que ella había cambiado desde la jovencita inocente que era en su primer viaje a París se apoderó de ella con fuerza. Mirándolo en aquellos momentos, por primera vez en tres años, lo vio a través de nuevos ojos. Atractivo, elegante, seguro de sí mismo y tan soberbio como siempre. En aquel momento, David se giró hacia ella y la miró. Entonces, se dió cuenta de quién era. Una medio sonrisa, llena de condescendencia, se dibujó sobre su rostro. En ese momento, una fuerte mano agarró a Paula por el codo y la hizo dar un paso al frente hasta que estuvo a cortísima distancia de David. En realidad, este parecía tan sorprendido como ella.


—Señor Barone —dijo Pedro fríamente. Entonces, le dio a David un apretón de manos tan fuerte que el francés hizo un gesto de dolor y flexionó los dedos en el momento en el que Pedro se los soltó—. Soy Pedro Alfonso, de Alfonso Estate en Santa Lucía. Encantado de conocerle — añadió. Entonces, rodeó la cintura de Daisy con un brazo y le dedicó una afectuosa sonrisa—. ¿Conoce a Paula Chaves, mi encantadora maestra chocolatera? Yo me considero muy afortunado por tener a una estrella como Paula en mi equipo. Se le han ocurrido unas ideas estupendas para presentar mi cacao.


—Señor Alfonso, la señorita Chaves y yo ya nos conocemos.


—Bien… —susurró Paula, tratando de que no le fallara la voz—. Esto es una verdadera sorpresa, David. No creía que estuvieras interesado en el chocolate orgánico. ¿Cómo te va la vida en París?


David le sonrió con desdén.


—La vida en París va bien, muchas gracias. ¿Y cómo va la vida en…? Lo siento. Se me ha olvidado completamente el nombre de la pequeña ciudad donde vivías.


—Ahora vivo en Londres —replicó ella—. Y sigo trabajando tan duro como siempre.


—Según me han dicho, has estado trabajando en una amplia variedad de partes del cuerpo. El negocio del catering debe de ser muy interesante. 

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