—No lo sé, Pedro. David no bromeaba sobre el trabajo que implica participar en este concurso. Mañana, él tendrá el mejor equipo de París a su disposición. Lo siento mucho. Has trabajado muy duro y ahora yo te lo he fastidiado todo, pero aún te queda la conferencia. Todos los asistentes querrán escucharte y comprarte tu cacao. Tal vez deberías centrarte en ese aspecto y dejarme a mí que haga lo que pueda con lo otro.
—Ni hablar. Estamos juntos en esto —afirmó él.
Paula lo miró. Vió que el rostro de Pedro denotaba preocupación. Decidió que no podía desilusionarlo, pero se merecía escuchar la verdad sobre lo que ella sentía. Lo miró a los ojos y le dijo con voz muy clara:
—David me conoce. Sabe cómo trabajo. Conoce mis recetas y sabe la clase de postres que hago bien. Habrá hecho algo similar para cortarme el paso. Todo esto se ha terminado para mí, Pedro. Solo tengo unas pocas horas para encontrar otros postres y no sé si puedo hacerlo.
Con eso, se soltó de él, dió un buen trago de champán y cruzó el patio hacia la entrada a las cocinas. Pedro no tardó en alcanzarla. Le colocó las manos en las caderas y le impidió seguir.
—No estarás huyendo de mí, ¿Verdad, Chaves? —dijo mientras se colocaba delante de ella y le tomaba las manos entre las suyas—. Tengo noticias para tí. El equipo Alfonso sigue vivito y coleando. Yo nos he metido en todo esto y es mi trabajo hacer lo que pueda para sacarnos de ese lío. Solo tienes que decirme lo que necesitas que haga.
Paula trató de mirarle el rostro, pero tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Tienes que hablar con tus clientes. La finca necesita que tú vendas lo que cultivas. Yo estaré bien.
Antes de que Paula pudiera darse cuenta, él la tomó entre sus brazos.
—Te aseguro que tú eres más importante para mí que el cacao.
Casi sin poder creer lo que acababa de decir, Paula levantó el rostro y miró el de Pedro. Entonces, supo que lo había dicho de corazón. Él comenzó a acariciarle la mejilla de un modo muy tierno y delicado. Sin embargo, no apartaba los ojos de los de Paula.
—Todo eso queda en el pasado, Paula. Has progresado mucho desde entonces. Mucho. Creo en tí y en tus habilidades. No me vas a defraudar ni a mí ni a tí misma. Puedes hacerlo. Sé que puedes.
Paula abrió los labios para decirle que se estaba equivocando, pero lo que vió en el rostro de Pedro le impidió hacerlo. La expresión de sus ojos le decía con más poder que las palabras que había hablado de corazón.
—Ha llegado el momento de que comience la batalla. ¿Estás lista? Me alegro. En ese caso, volvamos dentro. No vamos a pasar por las cocinas, esté o no esté Barone. Vamos a hacerlo, Paula. Vamos a demostrarles que no se amilana tan fácilmente al equipo Alfonso.
Pedro avanzó con mucho cuidado sobre la moqueta de la habitación para no despertar a Paula. Ella se había quedado dormida, completamente agotada, entre los brazos de él, después de la medianoche, después de pasar muchas horas trabajando para escoger un postre nuevo que pudiera sustituir al que habían elegido para así poder contrarrestar la estrategia de David. Se sentó sobre el borde de la cama y observó cómo dormía. Estaba tumbada de costado, vestida con una camiseta y unos pantalones de pijama de hombre que se estiraban seductoramente sobre su esbelto cuerpo, resaltando curvas que él no debería estar admirando. No podía evitarlo. Quería ver cómo ella levantaba los pechos al respirar. Quería deslizar las manos sobre la espalda. Quería tan desesperadamente tocar aquella delicada piel… Sintió un hormigueo en las manos. Tenía la garganta seca y las palmas sudorosas. Paula Chaves era una mujer encantadora que había visto mucho en su breve vida. Se merecía ser mimada, amada y cuidada por alguien merecedor de ella. Y Pedro deseaba ser ese alguien. ¿Sería capaz de darle el amor que ella necesitaba? Solo pensar en volver a amar a alguien otra vez le resultaba difícil, pero ahí estaba. Mirando a aquella encantadora mujer que tan solo había conocido unos días atrás. Ella había entrado en su vida y se había hecho un hueco en ella, de tal modo que le parecía que la conocía desde hacía mucho tiempo. Había ocupado su lugar en el corazón, un lugar que llevaba vacío demasiado tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario