—Quiero hacer algo que no esté tan ligado a la agricultura. La sequía, y el precio del ganado y la comida, todo puede suponer una diferencia económica.
—¿Por qué es tan importante de repente?
—Tengo una hipoteca.
—¿Desde cuándo? —preguntó él frunciendo el ceño—. Creía que tu padre era el dueño de la tierra. ¿Ha ocurrido algo?
—Él murió y mi madre puso el rancho en venta.
—¿Por qué?
—¿Por qué te sorprende? —le preguntó mientras estudiaba la expresión de su cara. —Tu familia es orgullosa, es un pilar de esta comunidad. Han sido terratenientes durante muchas generaciones y no me imaginaba que un Chaves fuese capaz de deshacerse de la tierra.
Paula suspiró.
—Mi madre nació y se crió en el norte de Dallas; es una mujer de ciudad sofisticada. Ella fue feliz aquí cuando mi padre vivía y se encargaba de todo. Después, lo echaba de menos y había demasiados recuerdos. Él heredó la tierra, así que a ella no le ataba ningún lazo emocional.
—Pero venderla estando tú aquí parece un poco duro —dijo él.
—Incluso para un Chaves—terminó ella.
—Lo has dicho tú, no yo —contestó él encogiéndose de hombros.
—No es que importe, pero ella era Chaves por matrimonio. Y eso que él era el que había hablado de agua pasada y de no guardar rencor. Decidió que sería mejor no contar con recibir ayuda de él.
—Mi madre necesitaba dinero para vivir en Dallas —le explicó Paula—. No podía quedarse aquí y tampoco tenía recursos para marcharse. Era su única opción.
—Y tú no podías dejar que la tierra dejase de pertenecer a la familia.
Aquello no era una pregunta y ella se preguntó cómo la conocía tan bien.
—Supongo que en ese sentido soy como mi padre. Para mí significa mucho que siempre haya habido un Stevens en el rancho; unas raíces tan profundas son duras de sacar.
—A mí me ha ido muy bien sin raíces —dijo él apretando los labios.
—No te lo estoy echando en cara, Pedro, solo te explico por qué estoy yo al cargo ahora.
—De acuerdo, pero ¿Por qué un rancho de vacaciones?
—Me gusta la idea de tener huéspedes y poder enseñarles el modo de vida que a mí me gusta. Y... —añadió, pero se detuvo y se preguntó si se atrevería a mostrarle siquiera un pequeño asomo de debilidad. Pero no tenía mucho que perder si se lo contaba.
—Creo que puedo hacer que sea rentable.
—¿Qué ocurrirá si no lo consigues?
Aquello era algo en lo que intentaba no pensar. Había invertido todas sus energías en planteamientos positivos y se decía continuamente que el fracaso no era una opción. Ahora que estaba a punto de meterse de cabeza, estaba completamente asustada.
—¿Paula?
—Si no funciona, podría perder el rancho —dijo ella en voz baja—. Mi madre y Camila podrían ayudar, pero quiero hacerlo sola.
—Supongo que si el campeonato se celebrara aquí, conseguirías publicidad.
—Eso es. Si la gente apropiada tiene una experiencia positiva, la publicidad sería incalculable. Y eso sin mencionar... —dijo pero se detuvo.
Había tenido suerte de que él no se desternillara de risa, pero no había forma de que él la ayudase si no servía a sus propósitos también.
—¿Qué?
—Nada —dijo ella, se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia la casa.
Pedro caminó junto a ella.
—Dímelo.
—Primero dime tú a mí si me vas a dar el visto bueno para que se celebre aquí.
Durante un rato caminaron en silencio. Pedro se metió las manos en los bolsillos y ella recordó algo con la claridad de un rayo. Él siempre fruncía el ceño y se metía las manos en los bolsillos cuando se concentraba en algo. ¿Por qué tenía que acordarse de aquello? No quería recordar nada sobre él ni sobre lo que ocurrió en el pasado. Resultaba cruel y cómico descubrir que ella y su futuro dependían de un hombre que no sentía ningún amor por su familia, y que tenía todas las razones del mundo para quedarse de brazos cruzados y ver cómo se hundía. Ella no era la que le había hecho daño, pero tenía la sensación de que aquello no importaba y sospechaba que Pedro no tenía mucha experiencia en perdonar. Pero habían pasado diez años y todo el mundo cambia.
—¿Pedro?
Él la miró.
—Aún no me he decidido, tengo que ir a ver otro sitio.
—Al menos dime si crees que el rancho funcionará.
—Si me dices lo que me ibas a contar antes.
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