martes, 19 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 26

Vió,  en  los  grandes  ojos  de  ella,  sorpresa  y  algo  más.  Paula tenía  otra  vez  la  respiración  acelerada,  y  Pedro deseó  que  fuese  por  la  misma  razón  por  la  que  él  había  perdido  el  aliento:  por  la  atracción  que  sentía  por  ella,  que  no  era  capaz  de  ignorar por mucho que lo intentase y por muchas razones que se diese a sí mismo. Sin poder evitarlo, la besó. La boca de Paula era fresca, y estaba húmeda por las gotas de agua. Era dulce y suave. Con las manos enterradas en su pelo, Pedro la acercó más hacia sí para que el contacto entre sus labios fuese más firme, y ella ladeó la cabeza para profundizar el beso. A él le latía el corazón con fuerza, y la sangre que hervía en sus venas le disparó el  deseo.  Con  la  lengua,  recorrió  el  borde  de  sus  labios  y  ella  inmediatamente  los  abrió.  Pedro acarició  los  dulces  recovecos  de  la  boca  de  Paula.  Sentía  que  estaba  a  punto de incendiarse, pues las camisas mojadas le dejaban sentir el calor de la piel de Taylor  cuando  ella  se  estrechaba  contra  él,  y  su  respuesta  lo  volvió  loco.  No  sabía si podría detenerse.

 A Paula la consumió la pasión en cuanto él le apartó suavemente el pelo de la cara. ¿Por qué era tan dulce con ella? No era capaz de resistirse a aquello. Si él hubiese  mantenido  las  distancias,  ella  estaría  ahora  tranquila.  Pero  el  suave  y  delicado tacto de las manos de Mitch en su pelo fue su perdición. A Taylor le ardía la piel,  y  el  corazón  le  latía  con  violencia.  Él  era  fuerte,  masculino  y  seductor.  Y  muy  romántico.  Sentir  su  boca,  el  contacto  de  sus  fuertes  dedos  y  la  firmeza  de  su  torso  sobre  sus  pechos  era  tan  maravilloso  como  se  había  imaginado.  No  quería  que  él  parase, pero en aquel momento él se apartó. La respiración de Pedro era irregular, igual que la de ella. La miró con ardor.

—Besas como una mujer —le dijo.

 Aquello  sirvió  para  que la herida  que  la  había  atormentado  durante  diez  años  desapareciese.

—Gracias, Pedro. Es un elogio viniendo del vaquero más solicitado de Texas.

—Ya no —dijo él al tiempo que la soltaba y salía del agua—. Me aparté de todo aquello —añadió ofreciéndole la mano para ayudarla a salir del agua.

Paula aylor sintió una punzada de dolor en el corazón al oír aquellas palabras. Eran un  recordatorio  de  lo  que  él  había  sufrido,  y  podía  comprenderlo  porque  sabía  lo  doloroso  que  había  sido  cuando  Pedro la  dió  de  lado.  Volver  a  pasar  de  nuevo  por  todo  ello  sería  una  estupidez,  así  que  tomaría  sus  palabras,  y  el  beso,  como  una  ofrenda de paz.

 —Creo que ahora estamos en paz —dijo ella intentando dar firmeza a su voz.

—Sí —dijo él pasándose la mano por el pelo mojado.

Pero ¿No le estaban temblando los dedos? Paula pensó que no podía ser: Pedro era un hombre sereno y tranquilo. Sería su imaginación.

Paula estaba  de  pie  en  medio  del  charco  que  había  hecho  el  agua  que  chorreaba de   sus   vaqueros,   y   miró  su  aspecto:   la  blusa era  prácticamente transparente. Se sintió avergonzada y empezó a ponerse colorada. Se separó la blusa mojada,  en  la  medida  de  lo  posible,  del  cuerpo,  y  escurrió  su  parte  inferior  para  disimular el temblor de sus manos.

—Se acabó el recreo —dijo ella.

—Tienes razón.

—Yo tengo que poner en marcha un negocio y tú un rodeo.

—Sí. —No sería muy inteligente por nuestra parte dejarnos llevar.

—No te lo discuto —dijo Pedro—. No debemos divertirnos demasiado.

Paula pensó irritada que él no tenía por qué estar de acuerdo con ella.

—Voy por unas toallas. La lavandería está allí —le dijo señalando una puerta a la izquierda.

 —Gracias.

¿Era aquello todo lo que él tenía que decir tras el apasionado beso? De repente, furiosa, se preguntó qué veían las mujeres en los hombres fuertes y reservados. Ella prefería a los  hombres  que  expresasen  sus  sentimientos.  No  necesitaba jugar a las  adivinanzas.

—Paula.

—¿Sí? —dijo mirándolo por encima del hombro.

—Esta tarde voy a la ciudad.

—No hace falta que me informes de tus idas y venidas.

—Probablemente no vuelva para la hora de la cena.

—Gracias por avisarme —dijo ella, y la furia que sentía dió paso a la decepción.

Tenía que esforzarse por no sentir nada. Sin volverse a mirarlo, Paula se dirigió a la casa. Al igual que diez años atrás, lo  dejó  junto  a  la  piscina,  solo  que  esta  vez  él  había  sido  quien  la  había  besado.  Entonces, ¿Por qué no se sentía mejor?

 Después de  arreglarse,  Pedro se fue  a Destiny.  Su  excusa  era  que  el  rodeo  no  podía  esperar,  que  tenía  que  ver  a  su  viejo  amigo,  el  sheriff  Gabriel O'Connor  para  tratar una serie de temas, pero en el fondo sabía que aquella escapada la provocaba lo que había sentido después de besarla, el hecho de que le habría gustado abrazarla de  nuevo  y  continuar  donde  lo  habían  dejado.  Eso  era  precisamente  lo  que  quería  evitar. Estacionó la camioneta delante de la oficina del sheriff y entró.

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