Pedro se dió cuenta de que quería decirle lo mismo que le dijo diez años atrás. Que no quería hablar con ella. Suspiró.
—Me he pasado varias horas en el ayuntamiento intentando convencerlos para que cambien la calificación de los terrenos, para que mi empresa pueda construir un centro comercial. Intenté convencerlos de que sus esposas e hijas estarían encantadas de tener las tiendas tan cerca, pero, ahora que lo pienso, quizá no ha sido la mejo estrategia.
—A mí me parece una buena idea. Ahora tenemos que ir muy lejos para comprar —dijo ella—. Si aceptan, ¿Te quedarás aquí una temporada? —le preguntó.
—Sí.
Ella se dió la vuelta para sacar los platos del armario, y Pedro no pudo ver la expresión de su cara. ¿Querría ella que se quedase? ¿Qué sentiría? La idea de establecer su empresa en Destiny le gustaba. Cuanto más tiempo pasaba en la ciudad, más le apetecía. Desde que volvió, había estado recordando los malos tiempos que pasó allí, pero también tenía buenos recuerdos, como lo que había disfrutado describiéndole a Paula sus proezas con los toros de su padre. También le había gustado hablarle de lo que le pasaba en el colegio, y cuando cumplió los dieciocho años y los servicios sociales le dijeron que ya no tenía derecho a la manutención, fue a ella a quien buscó para hablar. Y ella no lo decepcionó: lo ayudó a buscar una habitación y convenció a su padre para que le diese más trabajo para poder pagarla. Siempre había pensado que la amistad que los unía era una rutina, o una consecuencia de que ella siempre andaba a su alrededor. Pero ahora no estaba tan seguro. Aún tenía la sensación de que a ella podía contarle todo. Excepto... Recordó aquella noche. Paula había intentado ir con él y con sus amigos al lago. Él se la quitó de encima, a pesar de sus quejas y de su enfado. Tal y como salieron las cosas, probablemente fue la mejor decisión que había tomado en su vida. Era muy joven, y podría haber sido ella... Y la noche siguiente cuando Jen lo dejó, arremetió contra ella, la única persona que le había dado su amistad. ¿Por qué siempre se hace daño a las personas a las que se quiere? Sin duda alguna, Taylor era una mujer que merecía que la cuidasen. ¿Y el amor? Pedro no estaba seguro de lo que aquella palabra significaba. Desde luego, sentía algo por ella, pero no quería arriesgarse a ponerle nombre.
—¿Qué piensas al respecto? —dijo ella mientras servía la cena.
—¿Sobre qué?
—Sobre quedarte en Destiny —le aclaró—. Después de todo, eres una celebridad en el rodeo y un hombre de negocios con éxito. ¿Estarías a gusto en una ciudad como Destiny?
Por la mirada en los ojos de Paula, Pedro se dió cuenta de que la respuesta era importante para ella, y no quería volver a hacerle daño. Cuando fijó la vista en su boca y se apoderó de él un incontrolable deseo de besarla, se dió la vuelta. Un hombre como él solo podía herirla. Si hubiese tenido los pies en la tierra, se habría marchado de allí en cuanto rechazó la invitación de Melisa Mae. Fue en aquel momento cuando supo que algo se le estaba yendo de las manos. Sin embargo, volvió al rancho. Allí se había encontrado con Paula desnuda y cubierta de burbujas, y después la había besado. Aquello era algo de lo que se arrepentiría hasta el final de sus días, porque desde entonces su deseo tenía tanta fuerza que se había convertido en dolor. Comparaba mentalmente cómo se sentiría teniéndola y no teniéndola: tenerla sería mucho mejor, pero no muy inteligente. Había intentado controlar sus sentimientos hacia ella sin conseguirlo, pero nunca era demasiado tarde. Si quería lograrlo, no debía volver a besarla, porque si lo hacía no sería capaz de detenerse hasta dejarla sin sentido, o la tocaría hasta que gimiese de pasión.
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