Pero la expresión de la cara de Marcos decía que no se lo creía. Era cierto que, desde que había regresado a Destiny, los recuerdos se habían apoderado de su mente, pero no todos eran malos. Al menos, los que se referían a Paula. Pedro había hablado mucho con ella; siempre que él esperaba a su hermana o practicaba con los toros de su padre, Paula estaba allí. No había pensado en ello hasta entonces, pero la verdad es que habían sido amigos hasta que él, enfurecido, la apartó de su lado. Ahora había vuelto. Ella llevaba el rancho sola, y la admiraba por eso. También sentía que tenía que disculparse por lo que pasó aquella lejana noche.
—¿No tienes nada mejor que hacer? —le preguntó a Marcos—. ¿No tienes que atender al ganado?
En vez de ofenderse, Marcos sonrió de forma burlona.
—Parece que estoy de más aquí, así que me iré a la cafetería —dijo sonriendo y mirando a Paula—. Me alegro de haber hablado contigo, Paula—añadió tocándose el sombrero a modo de despedida.
—Yo también, Marcos. Saluda a Rosa de mi parte.
—Lo haré. Volveremos a hablar en otro momento. Hasta luego, Pedro—dijo y se alejó por la acera deteniéndose un poco más allá para hablar con Daniela Morgan.
—Ha cambiado mucho desde el instituto —comentó Pedro, mirando a Daniela.
—Todos hemos cambiado —contestó Paula mirándolo irritada—. Hoy eres el señor amabilidad.
—¿Qué? —preguntó Pedro.
—Que con tu amabilidad has echado a Marcos.
—Le he hecho un favor, porque estaba buscando un pretexto para invitar a una chica guapa a comer —replicó él mirando hacia la cafetería en la que acababan de entrar los dos.
—De acuerdo —dijo ella—. Dejemos las bromas amables. Puedes decírmelo sin rodeos.
—¿Decirte, qué?
—Que has encontrado un sitio mejor para el rodeo —dijo Paula poniendo los brazos en jarras. Intentó ocultarlo, pero estaba disgustada—. Has echado a Marcos para decírmelo en privado.
Pedro notó el ligero temblor de su barbilla y la forma en que se mordía el labio para detenerlo. Sus ojos castaños se habían oscurecido por la decepción, y parecía asustada.
—Un momento, Paula...
—No pasa nada. Ya lo dijiste: los chicos necesitan competir en el mejor sitio para poder demostrar su talento.
—Es cierto, y...
—Si mi rancho no está a la altura, no quiero que se celebre allí.
—Yo tampoco.
—¿Entonces? —preguntó ella mirándolo mientras esperaba una respuesta.
—Creo que tu rancho es el mejor lugar para organizar el rodeo.
Taylor se quedó paralizada, como si no se lo creyese. Después, una amplia y brillante sonrisa transformó su cara.
—¡Gracias! —dijo abrazándolo—. No te arrepentirás.
Él la sujetó por un momento, disfrutando de la sensación de sentirla cerca. Pero tenía una cosa más que decirle. Acababa de decidir dónde quería establecer su centro de operaciones, aunque le fastidiaba que la decisión la hubiese provocado el ver juntos a Paula y a Marcos.
—Hay una cosa más para que lleguemos a un acuerdo —dijo él sujetándola por la cintura.
—¿Qué?
—El campeonato se celebrará en tu rancho, pero yo también me quedaré allí.
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