martes, 12 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 17

 —Por supuesto, te pagaré por la habitación y la comida —dijo.

—Ni se te ocurra —replicó inmediatamente ella negando con la cabeza.

—Supongo  que  no  servirá  de  nada  insistir  —dijo  él  viendo  la  testaruda  expresión de su cara.

—Así es.

—En  ese  caso,  será un  placer  prestarme  para  la  campaña  de  publicidad,  señorita, si todo sale bien.

—Me  parece  justo  —dijo  ella  alargando  la  mano—.  Bienvenido  al  Círculo  S,  compañero.

Al día siguiente, Paula miraba a Pedro mientras éste dejaba un par de bolsas de viaje en el cuarto de estar. Él le sonrió de forma burlona, y ella sintió que algo le oprimía el pecho,  un  nudo  se le formaba en  el  estómago  y  las  rodillas  se le  debilitaban. Pedro  era  muy  masculino.  Llevaba unos  gastados  pantalones  vaqueros  que  se  ajustaban  a  sus  musculosas  y largas  piernas,  y  las  mangas  enrolladas  de  la  camisa revelaban unas muñecas fuertes. El brillo de sus ojos suavizaba la dureza de su  cara,  pero  de  ninguna  manera  disminuía  el  efecto  que  tenía  sobre  sus  sentidos  femeninos. ¿En qué habría estado pensando cuando aceptó su plan con tanta facilidad? No se había  resistido  lo  más  mínimo.  ¿Y  por  qué estaba  allí  para  recibirlo?  Sobre  todo  después  de  haber  pasado  la  larga  noche  en vela,  repasando  mentalmente  todas  las  cosas que podían salir mal, empezando por la aparentemente imperecedera atracción que sentía por él. La  respuesta  le  vino  enseguida;  ahora  se  dedicaba  al  negocio de  la  hostelería.  Tenía  que  recibir  a  sus  huéspedes  con  una  sonrisa  y  con  palabras  amables  de bienvenida.  Si quería  ganarse  la  buena  opinión  de  Pedro,  tenía  que  ser  la  más  hospitalaria.

—Voy a tu camioneta a recoger el resto de las cosas —se ofreció.

Pedro la miró con sus brillantes ojos azules.

—Primero: un buen caballero de Texas nunca deja que una señorita cargue con su equipaje; segundo: este es todo mi equipaje.

Paula apoyó una mano sobre la cadera mientras lo estudiaba.

—Primero:  llevar  el  equipaje  de  mis  huéspedes  está  incluido  en  el  servicio  —dijo ella imitando su tono de voz—; segundo: no puedo creer que alguien viaje con tan poco equipaje.

Pedro se encogió de hombros.

—Así es como lo hacen los vaqueros —dijo él.

 Pero una  sombra  oscura  nubló  el  seductor  brillo  de  sus  ojos,  y  Paula se  preguntó qué habría recordado.

—De acuerdo. Sígueme, te enseñaré tu habitación.

Él recogió de nuevo las bolsas y la siguió.

—Hay  cuatro  habitaciones  en  el  edificio  principal,  y  otras  cuatro,  que  estamos  pintando, adyacentes al barracón —le explicó deteniéndose al final de las escaleras—. Esta  zona  común  de  aquí  es  el  cuarto  de  estar  del  segundo  piso;  hay  en  ella  televisión, vídeo y videoteca. El mobiliario es nuevo y cómodo, espero. Tendrás que probarlo y decirme qué te parece.

—Lo haré.

—Este  es  el  dormitorio  principal  —dijo  ella  señalando  una  puerta  abierta  a  su  izquierda—. Es el más grande, así que será el más caro. Lo he decorado yo, y Florencia Benson hizo la colcha y los cojines a juego con las cortinas.

—¿Aún vive aquí Florencia?

Paula lo miró de reojo. ¿Acaso había estado con todas las chicas de la ciudad? se preguntó. Pero aunque así fuese, no era asunto suyo.

—Sí.  Tiene  una  tienda  estupenda  en  el centro  de Destiny,  y  gana  el  dinero  suficiente como para vivir bien ella y su hija.

—¿Tiene una hija?

 —Sí, de nueve años.

—Siempre me gustó Florencia—comentó Pedro.

 Una extraña sensación oprimió el pecho de Paula. Deseó que no fuesen celos.

—¿A  tí?  —dijo  ladeando  la  cabeza  mientras  lo  miraba—.  Creía  que  no  te  gustaba nadie —añadió intentando que su tono fuese burlón.

—Por favor, que no se entere nadie, tengo que mantener mi reputación.

—De acuerdo —dijo ella irónicamente—. «Discreción» es mi apellido.

Pedro pasó junto a ella y se asomó a la habitación.

—Es bonita —comentó.

—Gracias. Deja  que te  enseñe  el  resto  —dijo  ella  continuando  por  el  pasillo—.  La parte trasera de la casa tiene un balcón, y todas las habitaciones del piso de arriba tienen acceso a él.

Pedro asintió.

—Impresionante. Siempre me pregunté qué aspecto tendría el segundo piso.

—¿Nunca lo viste? —preguntó Paula.

—¿Bromeas?  A tu  padre solo  le faltaba  estar  con  una  escopeta  al  pie  de  las  escaleras.

 —Estás exagerando.

—De acuerdo.

Pero Paula percibió que no la creía. La entristecía que su padre nunca llegara a darse cuenta de lo equivocado que había estado con Pedro. Abrió la puerta de la habitación de la izquierda.

—Esta es  la  habitación  más pequeña, pero  a  mí  me  parece  cómoda  y  encantadora;  la  cama  es  doble,  y  hay  sitio  para  una  otomana  y  una  silla  en  aquel  rincón.

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