martes, 5 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 11

Pedro sabía que Paula  estaba  actuando  de  forma  extraña.  Finalmente  se  dió  cuenta de que era porque no estaba segura de si él recordaba que lo había empujado a la piscina diez años atrás, así que ahora podían jugar los. Dobló las rodillas y bajó los brazos repentinamente, como si fuese a soltarla. Ella gritó y se agarró a él. A Pedro le gustaba la forma en que Paula le rodeaba el cuello con sus brazos. Pero, sobre todo, le gustaba sentirla apretada contra él; era dulce y femenina, y tenía unas  curvas  perfectas,  incluyendo  sus  pechos.  Estos  eran  nuevos  para  él,  pues  la  última  vez  que  la  vio,  cuando  se  lanzó  contra  él  y  lo  besó,  estaba  más  lisa  que  una  tabla. Tragó  saliva  y  miró  su  cara,  admirando  aquellos  grandes  y  bonitos  ojos  castaños.  Y  su  boca,  tan  cercana.  Lo  único  que  tenía  que  hacer  era  inclinarse  hacia  delante un poco y robarla un beso.

—¿Puedo hacerte una pregunta?  —dijo  él. 

No podía resistirse a  mantenerla  suspendida un poco más.

—¿Qué? —dijo ella mirando el agua antes de mirarlo a él.

—Si aquella noche hubieses sabido que  había  descubierto a  tu hermana  y a  Diego juntos, ¿Me habrías empujado de todos modos a la piscina?

—Sí  —dijo ella sin dudarlo—.  Te lo tenías merecido.  Te portaste  muy  mal conmigo.

Los recuerdos de la  única  vez  en  su  vida  que  había  sido  casi  completamente  feliz volvieron a apoderarse de Pedro. Camila, su primer amor; la chica con la que todos querían estar y que él pensaba que era suya hasta que la encontró con Diego. Aquello lo destrozó. Perdió la cabeza y pegó a Diego hasta que Camila consiguió  apartarlo.  Después, furiosa, le dijo que no quería volver a verlo. Ellos se marcharon y él se fue a la piscina a  pensar,  sintiéndose  engañado, furioso y queriendo hacerle a otra  persona  tanto  daño  como  le  habían  hecho  a  él,  y así es como  se  lo encontró  Paula.  Ella  le  había  dicho que lo amaba y lo besó inocentemente.  Pedro arremetió contra la única persona que le había dado amistad. Pasó mucho tiempo hasta que se arrepintió de aquello y del hecho de no haber tenido la oportunidad de contarle a Camila la verdad sobre Diego antes de que se casasen. Cuando éste murió, ya no tuvo sentido. Se encontró con la mirada de Paula.

—Tienes razón, no era buena compañía aquella noche, pero intenté avisarte.

—Éramos  amigos,  y los amigos intentan ayudarse  cuando surge  un  problema.  Yo no abandono a la gente por la que me preocupo.

—¿Te preocupabas por mí?

—Sí.

Pedro sintió  que  los  pechos  de  ella  estaban  apretados  contra  él;  las  estilizadas  caderas  y  la  estrecha  cintura  estaban  apoyadas  contra  su  estómago, y su  dulce  respiración  le  abanicaba la  cara.  También  se  dió  cuenta  de  que pensar  era  una  cosa,  pero actuar en consecuencia sería una estupidez.

—Por  cierto  —dijo  ella  agarrándolo  con  fuerza—  ¿Te  importaría  dejarme  en  el  suelo?

Claro que sí le importaría. Cuando la miró a los ojos, vió una preocupación que estaba   seguro de  que  no tenía  nada  que  ver  con  caer  a  la   piscina.   ¿Qué  la  preocupaba? ¿Y por qué lo molestaba que ella estuviese preocupada?

 —Aún no he decidido dónde dejarte —dijo sinceramente.

Ella se agarró con más fuerza aún.

 —¿Has  cambiado de opinión sobre  lo  de  no  ver o hablar con nadie  que  se  apellide Chaves?

 —¿Cómo? —preguntó él.

No tenía ni idea de qué estaba hablando.

—La noche que te empujé a la piscina me dijiste que no querías tener nada que ver con Jen o conmigo porque...

—Porque te apellidabas Chaves—terminó él.

Pedro se había olvidado de aquello, pero Paula no. Obviamente le había hecho mucho daño. ¿Habría sido él su primer amor?

—Para  contestar a  tu  pregunta  —dijo  él— no  me  importa  ser  amigo  de  cualquiera. La amistad pura es algo muy bonito.

—¿Pura? —preguntó ella.   

—Sí, me refiero a cuando a alguien le gustas por tí mismo, no por lo que puedas hacer por él.

Camila  había sido su primera  lección.  Ella lo quería porque su padre no lo aprobaba. En el circuito, las mujeres se le  acercaban  porque  ganaba  mucho  dinero  y  era famoso. Lo  que  Paula quería  era  que  se  celebrase  el  rodeo  en  su  rancho  para  dar  publicidad al rancho de vacaciones. Lo único que la diferenciaba de las demás es que ella  había  sido  sincera.  Sería  un  idiota  si  se  dejase  atraer  por  ella.  Nadie  se  había  interesado nunca por él. ¿Por qué iba a ser ella distinta?

—Sé cómo funciona el mundo real —dijo dejándola en el suelo—. Ya no soy un niño.

—Yo tampoco —dijo ella alejándose.

Tomó aire y suspiró.

—¿Sabes lo que pesan  unos  vaqueros empapados?  —le  preguntó  Pedro—.  ¿Y  unas botas llenas de agua? Podría haberme ahogado.

—Te merecías eso y más después de lo que me dijiste. Había niños alrededor de la piscina —le dijo—y se rieron cuando...

—¿Qué?

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