jueves, 7 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 16

Pedro observó  la  cara  de  Paula.  Ella  seguía  siendo  incapaz  de  esconder  sus  pensamientos,  pero  en  aquel  momento  él no  sabría  decir  si  lo  que  ella  pensaba  era: «¡Gracias a Dios!» o «¡Dios mío!» Paula tenía los ojos abiertos de par en par y la boca ligeramente entreabierta. Él  aún  tenía  las  manos  alrededor  de  su  cintura,  y  hacia  ellas  bajó  Paula su  mirada.  Luego  volvió  a  mirarlo  a  los  ojos.  Inmediatamente, la soltó, y los dos dieron  un  paso  hacia  atrás.  Quería  que  ella  dijese  algo  para  así  tener  alguna  pista sobre si estaba o no disgustada; ella se levantó el sombrero para colocarse un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Si el campeonato se celebra en mi rancho, es lógico que tú estés allí. ¿Dónde, si no, iba a estar el presidente?

 —Me refiero a instalarme de antemano para coordinarlo todo desde allí —dijo él.

—De  acuerdo  —contestó  Paula jugando  nerviosamente  con  el  cuello  de  su  camisa vaquera.

Pedro se fijó en aquel gesto, y vió el pulso de su cuello latir con rapidez.

—Creo que es necesario —añadió él.

—De acuerdo.

—Además, tengo algo que atender aparte del  rodeo. Necesito un  espacio para  trabajar que tenga lo que necesito, y el motel que hay aquí no es apropiado.

—Lo entiendo —dijo ella.

—Supongo que tienes teléfono.

—Sí. Me dije que ya era hora de entrar en el siglo veintiuno e instalé uno —dijo ella irónicamente.

Él sonrió.

—¿Tienes ordenador y fax?

—El chico de la tienda me convenció para que comprase todo cuando fui por el teléfono —dijo ella sonriendo.

—Pues entonces tienes todo lo que necesito —dijo él sonriendo a su vez.

Pedro fue  fijando  su  mirada  en  su  cuello,  donde  su  pulso  seguía  latiendo  con  fuerza, en su pecho, su cintura y sus piernas. Cuando volvió a mirarla a los ojos, una ola  de  excitación  le  recorría  todo  el  cuerpo,  y  deseó  que  ella  le  dijese  que  no  podía  quedarse en el rancho.

—Tenemos  poco  tiempo, Paula—dijo  volviendo  a  los  negocios—.  Tengo  mucho que hacer en cuatro semanas: hay que asegurar los equipos y los suministros, y alguien tiene que ocuparse de las entregas y negociar con los vendedores.  Supongo que  tener  que  llevar  el  rancho  mientras  finalizas  los  planes  para  el  turismo  rural  te  tendrá demasiado ocupada para hacer otra cosa.

—Sí, pero...

—Además  —continuó—está el tema de la  publicidad para  ese  proyecto  turístico.

—Eso es.

—Pues si quieres que promocione tu rancho, tengo que comprobarlo yo mismo —dijo él moviendo los pies nerviosamente.

—Me parece perfecto —dijo Paula  cruzando los brazos  y   mirándolo  pacientemente.

—Hay mucho trabajo  que  hacer,  y  no  puedo  coordinarlo  todo  en  cuarenta  y  ocho horas —insistió él—. Si me ofreces hospitalidad durante unos días y lo veo todo por  mí  mismo,  puedo  darle  un  sincero  visto  bueno.  Conozco  a  unos  cuantos  periodistas  y  puedo  traer  a  algunas  personas  influyentes  al  campeonato;  si  quedan  impresionados  con  la  organización,  tendrás  suficientes  buenas  referencias  para  los  próximos  dos  años  por  lo  menos  —continuó  Pedro—.  Si  me  hospedo  aquí,  podré  hacer todo eso.

Paula sonrió.

—¿A quién estás intentando convencer?

—A tí —dijo él. «Y a mí mismo» pensó para sí.

 Pedro la  miró  fijamente.  Creía  que  ella  se  iba  a  negar  a  que  se  quedase  en  el  rancho, e inconscientemente había preparado aquel discurso.

—Si tú prestas tu nombre para la publicidad, me doy por satisfecha —dijo ella sonriendo con serenidad.

¿Por qué se lo decía  mirándolo  e  aquella  forma?  De repente,  una  imagen se introdujo  en  la  cabeza  de  Pedro:  ella  junto  a  él  en  la  cama,  seductora  y  satisfecha.  ¿Estaría cometiendo un error al mudarse a su casa? Todas las razones que le había dado para justificar su estancia en el rancho eran ciertas,  pero, además, verla  con  Marcos Hart  había   hecho aflorar su  instinto  de  protección.  Estaba sola  en  el  rancho,  su  familia  estaba  dispersa  en  otros  lugares  y  él  siempre se había sentido como un hermano mayor para ella. Ignoró  la voz  de  advertencia  en  su  interior  que  le  decía  que  ella  ya  era  una mujer adulta.

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