martes, 26 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 34

Pedro bebió de su cerveza.

 —Es la mejor oferta que he tenido en todo el día.

—Parece  que  no  has  tenido  un  buen  día.  ¿Quieres  que  hablemos  de  ello?  —le  preguntó Paula.

Pedro negó  con  la  cabeza,  aunque  sí  deseaba  hablar  con ella.  Demasiado  apetecible y eso no le gustaba, porque compartir cosas con ella significaba meterse de cabeza en algo de lo que quizá no pudiese salir.

—¿Qué has estado haciendo tú? —le preguntó desviando así la conversación de sí mismo.

—He estado enseñando a los que he contratado. Son buenos chicos, y creo que lo harán bien. Sobre todo Gastón White. Me gustaría que se quedase aquí para siempre: trabaja  duro,  es  divertido  y  emplea  parte  de  su  sueldo  en  montar  en  los  toros  que  criamos aquí para Marcos. ¿Te suena eso?

 Pedro sonrió.

—No.

Paula apoyó los brazos sobre la encimera y también sonrió.

—Mientes.

Pedro se encogió de hombros.

—¿Qué más has estado haciendo? —le preguntó.

—Fui  a recoger  los  folletos  y  la  publicidad,  y  los he  mandado  a  las  grandes  agencias de viajes de todo el país.

—¿Ha llamado alguien en relación con el artículo? —le preguntó, y dió un largo trago a su cerveza.

—Mucha  gente.  Les  he  mandado  una  carta  de  agradecimiento  a  Brenda y  a  Walter  —dijo  Paula—.  Los  fines  de  semana  de  las  vacaciones  de  verano  ya  están  todos  reservados,  y algunas semanas entre medias  también.   Incluso están haciendo   reservas para el otoño y el invierno.

 Los  ojos  de  Paula brillaban  con  entusiasmo,  como  cuando  la  sorprendió  en  la  bañera cubierta únicamente con burbujas.

—Bien —dijo él.

 Aquella  no  era  una  contestación  en  condiciones,  pero  sabía  que  si  decía  algo  más, no podría ocultar el deseo en su voz. Le habría gustado agarrarla de la cintura y bailar con ella por toda la casa para celebrar su éxito, pero su reacción ante todo lo que tuviese que ver con Paula era no bajar la guardia.

—Gracias, Pedro.

—¿Por qué?

—Por  recomendarme.  Por  traer  a  Brenda aquí.  No me creo que  lo  hicieses  por  el  campeonato;   la  publicidad para el  rodeo se  extiende  sola,  a   través   de   los   competidores, sus familiares, los amigos. Eso sin mencionar las páginas de deportes de los periódicos de Texas. Me diste tu palabra, y desde luego la has cumplido.

—No tienes que agradecer nada.

—Eres un buen hombre, y lo aprecio —dijo ella.

 Pedro se  dió  cuenta  de  que  ella  se  mantenía  al  otro  lado  de  la  cocina.  No  la  culpaba por ello, ni por las dudas que pudiese tener sobre él; nunca podría estar a su altura, por mucho dinero que ganase. A  pesar  de  todo,  sintió  una  urgente  necesidad  de  acercarse  a  ella  y tocarla,  abrazarla.  Pero ya había  fracasado  en  dos  relaciones,  ¿Cómo  iba  a  arriesgarse  a  intentarlo una tercera vez? ¿A que le rompiesen el corazón de nuevo?

Paula apoyó la barbilla sobre una mano.

—Pareces  cansado.  Cuéntame qué has hecho hoy  —le  dijo—.  Ya  sé  que no  quieres hablar de ello, pero cuéntamelo por encima.

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