jueves, 28 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 40

Pedro sacó varias maletas.

—¿Te mudas de nuevo aquí? —le preguntó.

 —Me he tomado un poco de tiempo libre —contestó ella vagamente.

 Él  asintió  y  subieron  las escaleras  a  la  casa.  Cuando  entraron,  Camila recorrió  el  piso de abajo.

—Paula ha hecho maravillas aquí —comentó.

—Te llevaré las maletas a la habitación.

—De acuerdo.

Subieron  al  segundo  piso  y  Camila se  asomó  a  todas  las  habitaciones  para  ver  los  cambios que su hermana había hecho. Al final del pasillo, Pedro torció a la derecha y dejó el equipaje en la habitación donde había estado  durmiendo Paula.  Aún la echaba de menos. Camila lo miró fijamente.

—Ha pasado mucho tiempo.

 —Sí —dijo él metiendo las manos en los bolsillos y apoyándose en el quicio de la puerta.

Pedro cayó  en  la  cuenta  de  que  durante  la  siguiente  semana,  hasta  que  terminase  el  campeonato,  compartiría  cuarto  de  baño  con  Camila Chaves.  Aquella  sería  la  prueba  definitiva  para  sus  sentimientos.  Diez años antes  habría vendido  su alma  por  aquella  oportunidad.  Ahora la miraba  y  esperaba  a  ver  si  las  chispas  saltaban. Pero no ocurrió nada. Únicamente se alegraba de ver a una vieja amiga. No habría reconocido sus piernas, pero había notado la electricidad que existía entre ella y Gabriel. Creía que se sentiría celoso, sin embargo tampoco ocurrió nada. De haberlos tenido en aquel momento,  habría  reconocido  los  celos,  pues  últimamente  los  había  sentido  con  frecuencia.  Por  ejemplo  al  ver a Paula hablando  con  Marcos Hart  o  al  verla  entre  este  y  Gabriel para  las  fotos  del  artículo.  Lo  ponía  furioso que cualquiera de aquellos dos hombres la atrajese. No podía soportar la idea de perderla.

—Paula   me  dijo  que  habías  vuelto  —dijo  Camila poniendo  una  mano  sobre  su  brazo—. Pero no me dijo mucho más. ¿Qué tal estás?

—Bien. He oído que eres una abogada prometedora.

—Papá  siempre dijo que discutía  igual  que  un  abogado  y  que  debía  ir a la universidad y aprovecharlo.

—Supongo que tenía razón —dijo Pedro.

—No dejo de preguntarme si...

—¿Qué?  —la  animó.  Tenía  la  sensación  de  que  sabía  lo  que  iba  a  decir—.  ¿Si  habrías vuelto a estudiar en caso de que Diego no hubiese...?

Camila parecía  incómoda,  y  se  pasó  una  mano  por  la  oscura  melena.  Finalmente  asintió.

—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó.

—Desde que regresé, el pasado no ha dejado de acecharme —dijo él.

 Paula le había dicho prácticamente lo mismo. Entonces él se había reído, pero ahora sabía perfectamente a qué se refería, y tenía razón. Camila lo miraba, y sus ojos verdes estaban llenos de remordimiento.

 —He pensado en tí a menudo, Pedro.

—¿Y qué pensabas?

—Que me hubiese gustado decirte lo mucho que siento todo lo que pasó.

Lo que pasó fue que ella había perdido el tiempo con alguien que no lo merecía, pero no  tenía ningún  sentido  que  él hablase  mal  de  quien ya había muerto, y destrozase las ilusiones de Camila.

—No te preocupes —dijo Pedro.

—Me arrepiento de haberte hecho daño.

—Fue hace mucho tiempo.

—Sí, y va siendo  hora de que  aclare ciertas cosas.  La  verdad es  que  no  te engañaba  con  Diego.  Éramos  amigos  y  coqueteábamos  un  poco.  Yo  era  demasiado  joven para darme cuenta de que estaba jugando con fuego, y aquella noche el juego se  me fue de las  manos.  No  lo planeé,  ni  te  engañé  deliberadamente  —dijo ella gesticulando con las manos—. Simplemente ocurrió.

—Olvídalo.

—Me  enamoré  perdidamente  de  Diego,  y  no  voy  a  disculparme  por  el  año  tan  perfecto que pasé con el amor de mi vida. Pero eso no justifica el daño que te hice, sobre todo por la forma en que lo descubriste. No quiero perder tu amistad.

—¿Necesitas que te diga que no pasa nada?

 Camila se mordió el labio y asintió.

 —Considéralo  hecho.  Ya  pasó  todo,  Cami,  estoy  bien.  Pero quiero preguntarte  algo.

—Lo que sea. Te lo debo.

 —¿Cómo sabías que lo que Diego sentía era amor? —le preguntó.

Pedro vió que Camila tenía la mirada perdida en el pasado.

—Recuerdo el momento exacto en que lo supe sin lugar a dudas.

 —Pareces una abogada —dijo él riéndose—. ¿Cuándo fue eso?

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