Pedro sacó varias maletas.
—¿Te mudas de nuevo aquí? —le preguntó.
—Me he tomado un poco de tiempo libre —contestó ella vagamente.
Él asintió y subieron las escaleras a la casa. Cuando entraron, Camila recorrió el piso de abajo.
—Paula ha hecho maravillas aquí —comentó.
—Te llevaré las maletas a la habitación.
—De acuerdo.
Subieron al segundo piso y Camila se asomó a todas las habitaciones para ver los cambios que su hermana había hecho. Al final del pasillo, Pedro torció a la derecha y dejó el equipaje en la habitación donde había estado durmiendo Paula. Aún la echaba de menos. Camila lo miró fijamente.
—Ha pasado mucho tiempo.
—Sí —dijo él metiendo las manos en los bolsillos y apoyándose en el quicio de la puerta.
Pedro cayó en la cuenta de que durante la siguiente semana, hasta que terminase el campeonato, compartiría cuarto de baño con Camila Chaves. Aquella sería la prueba definitiva para sus sentimientos. Diez años antes habría vendido su alma por aquella oportunidad. Ahora la miraba y esperaba a ver si las chispas saltaban. Pero no ocurrió nada. Únicamente se alegraba de ver a una vieja amiga. No habría reconocido sus piernas, pero había notado la electricidad que existía entre ella y Gabriel. Creía que se sentiría celoso, sin embargo tampoco ocurrió nada. De haberlos tenido en aquel momento, habría reconocido los celos, pues últimamente los había sentido con frecuencia. Por ejemplo al ver a Paula hablando con Marcos Hart o al verla entre este y Gabriel para las fotos del artículo. Lo ponía furioso que cualquiera de aquellos dos hombres la atrajese. No podía soportar la idea de perderla.
—Paula me dijo que habías vuelto —dijo Camila poniendo una mano sobre su brazo—. Pero no me dijo mucho más. ¿Qué tal estás?
—Bien. He oído que eres una abogada prometedora.
—Papá siempre dijo que discutía igual que un abogado y que debía ir a la universidad y aprovecharlo.
—Supongo que tenía razón —dijo Pedro.
—No dejo de preguntarme si...
—¿Qué? —la animó. Tenía la sensación de que sabía lo que iba a decir—. ¿Si habrías vuelto a estudiar en caso de que Diego no hubiese...?
Camila parecía incómoda, y se pasó una mano por la oscura melena. Finalmente asintió.
—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó.
—Desde que regresé, el pasado no ha dejado de acecharme —dijo él.
Paula le había dicho prácticamente lo mismo. Entonces él se había reído, pero ahora sabía perfectamente a qué se refería, y tenía razón. Camila lo miraba, y sus ojos verdes estaban llenos de remordimiento.
—He pensado en tí a menudo, Pedro.
—¿Y qué pensabas?
—Que me hubiese gustado decirte lo mucho que siento todo lo que pasó.
Lo que pasó fue que ella había perdido el tiempo con alguien que no lo merecía, pero no tenía ningún sentido que él hablase mal de quien ya había muerto, y destrozase las ilusiones de Camila.
—No te preocupes —dijo Pedro.
—Me arrepiento de haberte hecho daño.
—Fue hace mucho tiempo.
—Sí, y va siendo hora de que aclare ciertas cosas. La verdad es que no te engañaba con Diego. Éramos amigos y coqueteábamos un poco. Yo era demasiado joven para darme cuenta de que estaba jugando con fuego, y aquella noche el juego se me fue de las manos. No lo planeé, ni te engañé deliberadamente —dijo ella gesticulando con las manos—. Simplemente ocurrió.
—Olvídalo.
—Me enamoré perdidamente de Diego, y no voy a disculparme por el año tan perfecto que pasé con el amor de mi vida. Pero eso no justifica el daño que te hice, sobre todo por la forma en que lo descubriste. No quiero perder tu amistad.
—¿Necesitas que te diga que no pasa nada?
Camila se mordió el labio y asintió.
—Considéralo hecho. Ya pasó todo, Cami, estoy bien. Pero quiero preguntarte algo.
—Lo que sea. Te lo debo.
—¿Cómo sabías que lo que Diego sentía era amor? —le preguntó.
Pedro vió que Camila tenía la mirada perdida en el pasado.
—Recuerdo el momento exacto en que lo supe sin lugar a dudas.
—Pareces una abogada —dijo él riéndose—. ¿Cuándo fue eso?
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