jueves, 28 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 39

Pedro estaba con Gabriel de pie junto a la puerta de la casa de Paula. Desde allí vió cómo un BMW rojo descapotable levantaba nubes de polvo a lo largo del camino y se acercaba rápidamente. El  campeonato  iba  a  iniciarse  en  un par de  horas,  y  los  espectadores  no  tardarían en empezar a llegar.

—Parece  que  alguien tiene estropeado  el  sistema  de  navegación  —le  comentó  Pedro a Gabriel.

El sheriff miró a través de las gafas de sol el vehículo que se les acercaba.

 —Yo me ocupo de esto —dijo—. Estoy aquí para vigilar que se cumpla la ley.

—Y para asistir al campeonato —le aclaró Pedro.

—Y para devolver a las  señoritas  extraviadas  al  buen  camino  —añadió  Gabriel señalando con la cabeza al lujoso coche que acababa de detenerse.

—Tiene las lunas tintadas. ¿Cómo sabes que conduce una mujer? —le preguntó Mitch intrigado.

—Me lo dice mi instinto. El coche, el color... Además, al cabo de un tiempo los policías desarrollamos un sexto sentido para este tipo de cosas. Si pones en duda mi experiencia, espera un segundo —añadió Gabriel mirando hacia el coche.

 Se abrió la  puerta  y  aparecieron  un  par  de  piernas  delgadas  y  morenas.  Una  mujer  con  un vestido  color  lima  salió  del  coche  revelando  unas  estilizadas  caderas.  Llevaba unas sandalias de cuero marrón que dejaban a la vista las uñas pintadas de rosa. Pedro recordó fugazmente los pies de Paula en la bañera, también pintados de rosa. Una sensación de familiaridad se apoderó de él. Vió que la mujer tenía más o menos  la  misma  altura  que  Paula.  Era  delgada,  pero estaba bien formada. El pelo marrón con reflejos color caoba le cubría el cuello y le llegaba justo a la altura de los hombros. Pedro adivinó quién era. Miró a Gabriel preguntándose si la había reconocido, y vió por la expresión de la cara de este que le gustaba lo que veía. Gabriel miró a Pedro.

—Camila—dijeron al unísono.

—¿Cómo lo has sabido? —le preguntó Pedro.

Sabía que Gabriel había  salido  con  ella,  pero  lo  sorprendió  que  fuese  capaz  de  reconocerla de espaldas.

—No parece  la  típica  espectadora  de  rodeos  —apuntó Gabriel—.  No lleva  vaqueros ni botas.

—Eso no es concluyente. A este tipo de acontecimientos viene mucha gente que no viste así. ¿Cuál ha sido la verdadera pista?

Gabriel sonrió.

—Que son las mejores piernas que he visto en mi vida.

Gabriel se  acercó  a  saludarla.  Sonriendo por  lo  que  acababa  de  decir,  Pedro lo  siguió.

—Hola, Camila—dijo Gabriel quitándose las gafas de sol y sonriendo.

—Hola, Gabriel—contestó ella.

 Entonces vió a Pedro.

—Hola, forastero.

Pedro dudó un instante antes de alargar la mano.

—Hola, Camila. Me alegro de verte. Paula no te esperaba hasta más tarde.

—¿Sabías que iba a venir? —le preguntó Gabriel.

—Sí.

—O sea que podrías habérmelo dicho en cualquier momento.

—No tardaste mucho tiempo en averiguar quién era —le dijo Pedro—. Además, no quería interrumpir tu sexto sentido en acción. Me ha impresionado.

Camila los miraba intrigada.

—¿Y cómo averiguaste que era yo, si puede saberse? —le preguntó a Gabriel.

—Por las... ruedas —dijo Gabriel finalmente—. Bonito coche.

—Gracias —contestó ella.

Gabriel volvió a ponerse las gafas de sol.

—Me alegro de verte,  Camila.  Tengo que volver al  trabajo,  pero ya los alcanzaré  después.

 —De acuerdo —contestó ella.

Gabriel se tocó el borde del sombrero a modo de despedida y se marchó. Camila lo miró por unos instantes mientras se alejaba y después se fijó en la casa.

—Estoy deseando ver lo que Paula ha hecho en la casa.

—¿Aún no la has visto?

—Terminada del todo, no.  Trabajo  en  Dallas  y  estoy  bastante  ocupada.  No  vengo a casa tan a menudo como quisiera.

Otra vez aquella palabra. «Casa». Desde que estaba allí, Pedro había sentido su peso. Paula le había hecho pensar en echar raíces y en formar parte de una familia.

—Vamos dentro. Yo te llevo la maleta.

—Gracias —dijo ella abriendo el maletero del coche.

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