Murmuró algo sobre que había algunas cosas que era mejor olvidar, y por la testaruda expresión de su cara ella supo que no diría nada más. De todos modos no le había dicho prácticamente nada. Paula tuvo la sensación de que la vuelta de Pedro a Destiny no le había traído recuerdos solo a ella.
—No estás de muy buen humor hoy —dijo—. ¿Ocurre algo? ¿Has tenido noticias de Nadia?
Marcos llevaba un año divorciado. Su joven esposa los había abandonado a él y a su hijo de dos años por un trabajo en Nueva York. Marcos negó con la cabeza.
—Mandó un paquete para el cumpleaños de Benjamín, que es el mes que viene, y una nota diciendo que iba a estar demasiado ocupada y no podría venir a verlo.
Paula tocó su brazo en un gesto de compasión.
—¿Qué tal está Benjamín? —le preguntó.
Marcos sonrió con tristeza.
—Él es lo mejor que tengo en mi vida, pero si no fuese por Rosa Morgan... —movió la cabeza preocupado—. No sé qué haría sin ella. Es una buena ama de llaves y una buena niñera, como una madre para Benja.
—Tiene una hija, ¿No? —preguntó Paula.
Marcos asintió.
—Se llama Daniela. Es doctora. Ahora está aquí.
—¿En tu casa?
—Sí.
—¿Es guapa?
Dev asintió.
—¿Te gusta?
—Aunque así fuera, está totalmente dedicada a su trabajo, y eso no encaja en lo que yo necesito —dijo Marcos moviendo los pies con nerviosismo—. Además, no la voy a ver mucho porque sustituye al doctor Holloway mientras él está fuera. Empieza hoy.
Para ser un hombre de pocas palabras, aquello decía perfectamente lo que sentía Marcos.
—Pedro le ha pedido que se encargue de las guardias médicas de los campeonatos, se celebren donde se celebren.
Aquello la devolvió a su preocupación principal. ¿Tendría su rancho alguna posibilidad de ser elegido para celebrar el campeonato?
—Respecto a lo que hablábamos al principio, Camila no es la única Chaves a la que Pedro guarda rencor —dijo ella.
—Me enteré de su chapuzón involuntario en la piscina —dijo Marcos haciendo una mueca burlona.
—No tengo por qué dar explicaciones, pero te diré que no siento por él nada en absoluto —se apresuró a decir ella.
—¿Acaso te lo he preguntado? —replicó él.
—No pero era solo cuestión de tiempo que lo hicieses —replicó ella.
—Diez años son muchos años. Ni siquiera Pedro Alfonso puede guardar rencor durante tanto tiempo. De todos modos, ten cuidado, porque las cosas que más queremos tienden a escapársenos.
Paula recordó la forma tan intensa en que Pedro la miraba mientras la sujetaba en brazos, y el recuerdo de sus pechos rozando el fuerte torso de Pedro le provocó una sensación de calor en el vientre. Tenía que ser capaz de controlar aquella atracción, o recuerdo, o lo que fuese, antes de verlo otra vez. En aquel momento, él salió de una cafetería y se dirigió hacia donde se encontraba ella. Por la expresión de su cara, no parecía demasiado contento. Un mal presentimiento se apoderó de Paula. ¿Se habría decidido ya? ¿Cuál sería su respuesta?
Mientras se dirigía hacia ellos, Pedro vió a Paula sonreír a Marcos Hart. Aquello lo hizo enfurecer, y lo que más lo disgustó fue precisamente sentir que se enfadaba. ¿Por qué tenía que molestarlo verlos juntos? Marcos y él habían sido amigos. Se habían mantenido en contacto durante todo aquel tiempo, quizá debido a lo que pasó aquella noche junto al lago diez años atrás. Pedro movió la cabeza para librarse de aquel recuerdo no deseado. El hecho era que quería y respetaba a Marcos, aunque éste había logrado lo que él siempre deseó: familia, raíces y dinero. Lo de las raíces lo hizo pensar en Paula y en lo que ella le dijo al respecto en el rancho, y aquello hizo que su furia aumentase. Marcos y ella tenían mucho en común: una familia y unos lazos con aquellas tierras que él nunca comprendería; además, Marcos no iba dando tumbos por la vida como él. Lo que sentía en aquel momento eran celos. Pero aquello era imposible, porque para sentirse celoso había que querer a alguien y él había perdido aquella capacidad hacía mucho tiempo. Se detuvo junto a ellos.
—Hola, Paula. ¿Qué tal, Marcos? —saludó tendiendo la mano.
—Hola, Pedro—contestó Marcos sonriendo mientras le estrechaba la mano y le palmeaba la espalda—. Me alegro de verte.
—Yo también.
—¿Qué tal te va?
—Nunca me había ido mejor —dijo Pedro.
—Vaya, ¿Algún problema? —preguntó Marcos enarcando una ceja.
—No. Todo va bien —contestó Pedro.
—Ya.
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