—Pero tienes que controlarlos a todos, sobre todo a los contratados.
—¿Estás insinuando que te contrate también a tí, Pedro? —dijo Gabriel y chasqueó los dedos—. Ya sé, Paula, Pedro podría ser tu guardaespaldas.
Paula se rió. Esperaba que Gabriel estuviese bromeando y que no se hubiesen dado cuenta de que su risa ocultaba sus sentimientos. La sola idea de Pedro protegiéndola le provocaba un hormigueo por todo el cuerpo.
—¿Qué te hace pensar que no lo está haciendo ya? —dijo Marcos.
Pedro los miró furioso a los dos.
—¿Es que no se toman nada en serio ninguno? Sobre todo tú, Gabriel. Eres el sheriff.
—Tengo sentido del humor, Pedro—dijo Gabriel moviendo la cabeza—. Y también sé cuándo tengo que ponerme serio.
—¿Por qué no me esperáis en la casa? —les sugirió irritado
. —De acuerdo —dijo Gabriel colocándose el sombrero.
—¿Podemos servirnos té? —preguntó Marcos.
Paula asintió y los dos hombres volvieron a la casa dejándolos solos.
—Paula, hablo en serio. No me había parado a pensar en ello hasta que Brenda empezó a hablar sobre los clientes. ¿Estás segura de que estás preparada?
—Creo que sí, pero no lo sabré con seguridad hasta que todo empiece a funcionar, ¿No? —le dijo.
—No lo sé...
—No te preocupes —dijo ella poniendo la mano sobre su brazo. El calor de la piel de Pedro se transmitió a todo su cuerpo—. Estaré bien. Quiero hacer esto, y llevo mucho tiempo pensando en ello y preparándolo. Tengo ganas de empezar a conocer gente; es un trabajo, pero creo que también es la válvula de escape que necesitaba.
—¿Eso incluye conocer hombres? —preguntó él con un intenso brillo en los ojos. Taylor dió un paso hacia atrás.
—¿Qué pasa si lo hago?
—¿Hace falta que te diga que estás jugando con fuego?
—Sé cuidar de mí misma. Superé lo tuyo, ¿No?
—Yo no soy el problema. El asunto es que...
—No hay ningún asunto —lo interrumpió ella—. No eres mi guardaespaldas, ni mi hermano mayor. No tenemos ninguna relación y tú no tienes ninguna responsabilidad conmigo —le dijo, aunque deseaba todo lo contrario.
—Paula, escúchame...
Ella negó con la cabeza.
—Tú te marcharás de aquí en cuanto termine el campeonato. No tengo por qué escucharte. Aprecio el hecho de que te preocupes por mí, de verdad, pero ¿De qué servirá cuando te marches? Harás tu vida y yo la mía.
—Que no esté aquí no significa que no te quiera, ni que no me preocupe por tí —dijo él.
—No tienes que hacerlo —dijo ella encogiéndose de hombros. El corazón le latía con rapidez, pero no pudo evitar sonreír—. Si hubieses sido así de amable hace diez años, Destiny habría tenido que buscarse otro chico malo.
Pedro la miró fijamente por un momento y después se rió.
—En el fondo nunca me conociste, Paula —le dijo, y comenzó a caminar hacia la casa.
—¡Pedro!
Él se detuvo y la miró.
—Siempre te he conocido. Sé que eres un buen hombre y ya va siendo hora de que dejes de intentar ocultarlo.
—Eso es mentira, y siempre lo negaré.
Paula observó cómo se alejaba, y contuvo un suspiro hasta que estuvo segura de que no la oía.
—Tengo un problema —se dijo en voz alta.
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