jueves, 14 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 21

—Por  favor,  siéntate.  Estoy  cansada  de  tener  que  rodearte,  y  eres  demasiado  grande para no estorbar.

Paula dijo aquello en un tono burlón,  como  si  estuviese  hablando  con  su  hermano mayor. Todos sus sentimientos se rebelaron frente aquella idea. Ella volvió a pasar a su lado. Llevaba una cesta cubierta con un paño, de la que salía  un  olor  exquisito. Aunque no lo  suficiente  para  anular  su  sutil  y  seductor  aroma:  Paula olía  igual que una  pradera  llena  de  flores.  Pedro no pudo  evitar  recordar todos los frascos del cuarto de baño con la palabra «cuerpo» escrita en ellos. El suyo se acaloró repentinamente y se puso rígido. Sería  mejor  hacer  lo  que  ella  le  había  dicho,  así  que  entró  en  el  comedor,  se  sentó a la mesa y se puso la servilleta sobre los muslos.

—¿Vas a dar órdenes también a los clientes? —le preguntó.

 Ella dejó sobre la mesa unos platos con patatas, huevos y guarnición de cebolla, pimiento verde y pimiento rojo.

—Voy  a  ser  una  anfitriona  amable,  y  trataré  a  mis  clientes  como  me  gustaría  que  me  tratasen  a  mí.  Pero  sí  les  diré,  lo  más  amablemente  por  supuesto,  que  si  tienen  hambre  tardarán  menos  en  comer  si  no  acorralan  a  la  cocinera.  Esto  es  un  hogar  además  de  un  establecimiento  público  y  quiero  que  experimenten  este  modo  de vida.

Él tomó el plato de huevos revueltos que ella le ofrecía.

 —Tu modo de vida me gusta; es bueno —dijo.

Paula no apartó la mirada de él en ningún momento; en sus ojos había muchas preguntas.

—¿Por qué nunca echaste raíces, Pedro? ¿Fue por lo que pasó con Camila?

—No voy a negar que aquello no ayudó, pero hubo otra razón.

—¿A qué te refieres?

—En  una  ocasión,  mientras aún participaba  en  los  rodeos,  estuve  comprometido.

Paula lo miró con sorpresa.

 —No lo sabía.

 —O sea, que hubo algo de lo que la prensa no se enteró.

—No lo sé, pero desde luego, yo nunca lo oí.

—Mejor así.   Los detalles posteriores  estuvieron  en  todas las  revistas de  cotilleos.

—¿Qué pasó?

—Ella se acostó con el campeón del rodeo.

—Lo siento.

Pedro se encogió de hombros.

—Fue después del accidente de la pierna, cuando dejé el rodeo.

—Oye...

—No  te  preocupes.  Mi  nombre  ya  estaba  en  los  libros  de  récords  y  seguía  siendo  muy  conocido.  Pero  ella  quería ser  el centro  de  atención  e  ir  del  brazo  del  campeón del momento, y yo ya no lo era.

—Lo siento —repitió Paula — no sé qué decir.

—Fue hace mucho tiempo. Además, no era la primera vez que me dejaban por otro.

Los recuerdos volvieron a él: cuando descubrió a Camila y a Diego juntos, cuando se enteró  de  lo  que  Diego había  hecho,  saber que no le  convenía a Camila y  no  poder  decírselo a ella porque no lo hubiese creído. Intentó ignorarlos. Intentó olvidar el dolor que sentía. Se concentró todo lo que pudo en los rodeos y en ganar a Diego Adams en cada competición; el éxito sería su mejor venganza. Pero no llegó a ser el número uno hasta que Diego  murió, y ya nunca sabría si él era el mejor.

—Ir de un lado a otro no es la solución, Pedro. No puedes huir de los sentimientos. Sé cómo te sientes. No eres el único al que le han roto el corazón dos veces.

—¿Dos veces? —preguntó él.

Paula asintió.

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