jueves, 14 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 25

—¿Por qué has hecho eso? —le gritó.

—Parecías acalorada —le contestó.

—Pues ahora sí lo estoy  —Paula se  retiró  el  pelo  mojado  de  los  ojos  y  nadó  hacia el bordillo de la piscina.

—Los pantalones vaqueros pesan.

—Creo  recordar  algo  parecido  —dijo él ofreciéndole la mano—.   Pero  a  diferencia de tí, yo te ayudaré a salir.

—Porque  eres  un  hombre  amable  —dijo  ella,  dudando antes  de  agarrarle  las  manos—. ¿Qué tal está tu pierna? —le preguntó con excesiva amabilidad.

—Bien —contestó él, pero el tono de voz de Paula lo había puesto sobre aviso.

Cuando  ella  apoyó  los  pies  en  el  borde  de  la  piscina  y  tiró  de  él  con  todas  sus  fuerzas,  Pedro ya  estaba  preparado.  Podría  haberse  resistido,  pero  dejó  que  ella  lo  tirara a la piscina. Cuando volvió a la superficie, vio que ella intentaba salir del agua.

—No lo harás —le dijo, y alargando un brazo la agarró de la cintura y la atrajo hacia sí, colocándola de espaldas a él.

Paula intentó zafarse.

—Suéltame. Ya estamos en paz.

—Ni hablar. Aún me llevas ventaja.

Al mirar por encima de los hombros de Paula, Pedro no pudo evitar fijarse en sus  pechos.  La blusa  rosa  que  se  había  puesto  limpia  aquella  mañana,  estab  ahora  mojada y se transparentaba, dejando ver con claridad el sujetador blanco que llevaba debajo. Dudoso, podía ver la oscura sombra de sus pezones. A  pesar  de  estar  dentro  del  agua  a  Pedro se  le  secó  la  boca,  y  sintió  calor  por  todo  el  cuerpo.  Tener a Paula Chaves empapada  en  sus  brazos  le  hacía  pensar  en  cosas que no debía. Por ejemplo, en el aspecto que tendría sin ropa.

Pedro no  se  dioó cuenta  de  que  había  aflojado  el  brazo  hasta  que  ella  se  dió  la  vuelta, y se apoyó con fuerza sobre sus hombros y le hizo una ahogadilla. En cuanto pudo, fue tras ella, que intentaba llegar a la zona poco profunda de la piscina.

—No tan deprisa —le dijo—. Has hecho trampa.

—No he hecho  trampa.  En el  amor y  en  la  guerra  todo  vale  —contestó  ella  mirando  por  encima  del  hombro,  cuando  la  agarró  del  tobillo—.  Y  esto  es  la  guerra  —dijo tirando de la pierna para alejarse.

—Desde luego —dijo él.

Pedro hacía  pie,  lo  que  le  daba  ventaja.  La  agarró de  la  cintura,  la  aupó  y la volvió a tirar al agua. Cuando apareció de nuevo, Paula se estaba riendo, y gritó al ver que él se acercaba otra vez.

—Me  ganas en  fuerza  y  tamaño,  pero no  tengo  ningún  inconveniente  en  usar  las uñas y los dientes.

—De  acuerdo,  me  rindo  —dijo  él  levantando  los  brazos  mientras  Paula se  apartaba el pelo mojado de la cara.

Pedro se  acercó  al  bordillo  con  intención  de  salir  de  la  piscina,  pero  ella  no  se  daba  por  vencida.  Lo  siguió  e  intentó  hacerle  otra  ahogadilla,  pero  él  se  mantuvo  firme y no pudo moverlo.

—Hay otras formas de darte tu merecido —dijo Paula, y ahuecando las manos lanzó agua a su cara.

Pedro movió la cabeza para sacudirse el agua y sonrió.

—Te la has ganado —dijo.

—¿De verdad? Estoy temblando.

Pedro empezó a salpicarla a su vez. Y aunque sus manos eran más grandes, ella le  hizo  frente.  No  se  daba  por  vencida  pero  estaba  cansada,  y  él  se  compadeció  de  ella.

—Tú  ganas  —dijo  levantando  las  manos,  sabiendo  que  aquella  era  la  única  forma de pararla.

—¿Te rindes?

—Sí.

Pedro se apoyó en el bordillo y Paula se acercó a él riéndose. Apoyó un brazo en el borde mientras intentaba normalizar su respiración. Él se fijó en  su  boca,  sin  poder  apartar  la  mirada  de  aquellos  labios  carnosos. Sus caras estaban a escasos centímetros de distancia y podía sentir la respiración de Paula sobre su mejilla. Pedro fijó la mirada en su pecho. Quería saborear y sentir a la mujer en la que se había convertido, y se preguntó si ella sentiría lo mismo. Sin pensárselo dos veces, le apartó el pelo de la cara y enterró las manos en su melena. Luego rodeó el fino cuello de Paula con la mano y la atrajo hacia sí.

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