martes, 12 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 18

La  cama  era  suficientemente  grande  para  él,  pero  con  su  tamaño  no  quedaría  mucho sitio para otra persona. Paula se sonrojó ante aquel inesperado pensamiento; aunque  no  debía  pensar  aquellas cosas, le resultaba difícil no  hacerlo  estando  Pedro Alfonso estaba bajo su techo. Aquello no presagiaba nada bueno para su paz mental durante el mes que iban a estar conviviendo. Paula se aclaró la garganta.

 —El papel floreado de la pared puede que sea algo femenino, pero a Florencia y a mí nos gustó mucho.

Dejó la puerta abierta y se dirigió al final del pasillo.

—Estas son  las dos  últimas habitaciones.  Comparten  el  cuarto  de baño.  Creo que serían  idóneas  para una  familia:  los  niños en  una  y  los  padres  en  otra.  Los  mayores tienen intimidad, pero al mismo tiempo están cerca de los niños.

Paula volvió a sonrojarse ante la escena tan íntima que había descrito, pero de todas formas miró a Pedro. Este esbozó una media sonrisa, lo que confirmó las sospechas de ella de que la había visto sonrojarse.

—¿En qué habitación me instalo? —le preguntó él.

—¿Por qué no escoges tú? —sugirió ella.

Pedro asintió.

—Esta me recuerda a  Ricitos de  oro.  Pero creo  que  alguien  ya  está  usando  aquella cama —dijo señalando una de las habitaciones.

—Es la mía —dijo Paula—. Pero voy a dejarla. Hay una habitación y un baño junto a la cocina. Mis padres la convirtieron en cuarto de invitados. Es cómoda, y me dará  intimidad   mientras  haya  huéspedes,  al  mismo  tiempo  que  tengo  acceso  inmediato  a  la  cocina  —continuó  —.  No  me  llevé  mis  cosas  ayer  porque  no  esperaba tener un cliente tan pronto.

Pedro pasó por el baño compartido a la otra  habitación.  Tanteó  con  la  mano  el  colchón de matrimonio y miró a su alrededor; una expresión pensativa se adueñó de su cara.

—Esta me parece bien —dijo mirándola.

Aquella había sido la habitación de Jensen antes de que se marchase de casa, y era  la  habitación  que  usaba  cuando  iba  de  visita.  Paula  se  preguntó  por qué se  le había hecho un nudo en la garganta ante la elección de Pedro.

—¿No estarías más cómodo en el dormitorio principal? —preguntó ella apoyándose contra el marco de la puerta—.  Después  de  todo,  si  vas  a  alabar  mis  servicios, deberías probar la mejor habitación de la casa.

Pedro miró por la ventana, después se dió la vuelta y se encogió de hombros.

—Aquí estoy bien. Desde aquí puedo ver los ruedos, y la piscina. Tengo buenos recuerdos de las piscinas —añadió con un brillo en los ojos.

—¿Estás seguro?

—Además, será más cómodo para tí—asintió.

—¿Por  qué  piensas  eso?  —dijo  ella,  preguntándose  a  sí  misma  cómo  iba  a  conciliar el sueño teniéndolo tan cerca.

—Si no ocupamos toda la casa y compartimos el baño tendrás menos trabajo y todo será más fácil.

 En eso tenía razón.  Paula estaba  pensando  contratar a alguien  para  que  la  ayudase con la casa, pero hasta el momento seguía haciendo todo ella sola. Tener que limpiar  más  podía  ayudarla  a  mantener  las  distancias  entre  ellos.  Además,  seguro  que él estaría más cómodo en la habitación principal, al otro lado de la casa. ¿Cómo podía apetecerle estar en una habitación tan cerca de la suya? Una pequeña llama de esperanza se encendió en algún lugar de su corazón. Pedro estaba de espaldas a ella, mirando por la ventana.

 —Tu hermana y tú se lo han pasado muy bien de niñas en esta casa —dijo él.

De repente la llama  de  esperanza  se  extinguió.  Paula se sorprendió por no  haberse  dado  cuenta  enseguida:  él  había  escogido  aquella  habitación  porque  había  sido la de Camila. Sin  que pudiese  evitarlo,  una  punzada  de  dolor  hirió  su  corazón; eso demostraba el poder que Pedro Alfonso tenía aún sobre ella. Lo primero que debía hacer era mudarse de habitación al piso de abajo cuanto antes. Pedro se volvió para mirarla.

—¡Paula!

—Disculpa —dijo ella frotándose la nariz—. Tenía la cabeza en otra parte. ¿Has dicho algo?

—Me preguntaba si no te sientes sola aquí,  ahora  que tu familia no está  —dijo  acercándose a ella.

—No. Probablemente en cualquier otro sitio sí, pero mis raíces están aquí —dijo ella.  Nada más pronunciar aquellas palabras vió el destello de tristeza en sus ojos—. Lo siento, Pedro. No debí mencionar un tema tan doloroso para tí.

—No me preocupa —dijo él moviendo la cabeza—. Ya no.

—¿Has aceptado por fin tu pasado?

—En parte —contestó él.

Había aceptado  la  parte que no incluía  a  Camila,  supuso  Paula.  Pero  como  ya  había metido la pata una vez, no iba a hacerle ninguna pregunta sobre su hermana.

—¿Dónde está tu hogar ahora?

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