jueves, 14 de diciembre de 2017

Irresistible: Capítulo 23

—¿Se acordaba de tí?

—Sí. Ha sido una sorpresa ver que sigue aquí —dijo él—. Hace diez años ya era capataz.

—Yo lo recuerdo  trabajando  para mi padre desde que tengo  uso  de  razón.  Es  como de la familia. No sé qué haría sin él; de hecho, él es quien se ocupa de casi todo lo referente al rancho. ¿Te ha presentado a Gastón White?

Aquel  adolescente  le  recordaba a  Pedro:  tenía  la  misma  ambición  que  él  había  tenido, con la gran diferencia de que Gastón tenía unos padres que lo apoyaban.

—Un buen chico —dijo Pedro—. Estaban él y Javier con los toros.

—¿Qué tiene todo eso que ver conmigo?

—Me  alegro  de  que  no  estés trabajando  con  unos  animales  tan  grandes  que  podrían aplastarte —dijo él poniéndose serio.

¿Se preocupaba por ella? Primero no supo qué contestar a lo que él le acababa de  decir,  pero  en  cuanto  su  mente  reaccionó  se  sintió  furiosa.  La estaba  tratando  como a una niña pequeña.

—Ya no soy una niña —le dijo—. Lo creas o no, he crecido en estos diez últimos años.

—Eso ya lo veo.

—Pues acostúmbrate, Pedro. Soy una mujer adulta.

—Me doy cuenta —contestó él—. Créeme —murmuró.

—Sé lo que hago. Mi padre fue mi maestro, y Javier se encargó de todo cuando él se fue. Me gustaría que empezases a tomarme en serio...

—Tranquila —dijo él alzando las manos—. Ya me he dado cuenta.

—Pues yo creo que no. Actúas como si fueses mi hermano mayor, y no necesito uno. Puedo cuidar de mí misma.

—¿A quién intentas convencer? —le preguntó Pedro.

 —A tí —dijo ella saliendo del granero con la horca en la mano.

—¿Vas a usarlo contra  mí?  —le  preguntó  él mirando  los  afilados  dientes  de  la  horca.

—Sí, si es necesario —dijo ella sin poder evitar sonreír.

—Entonces, ¿Por qué no estás tú con los toros?

—Javier le está enseñando a Gastón, y dice que yo le estorbo.

—Hay  mucho  trabajo que  hacer  por  aquí,  y  además,  Texas  es  bastante  grande.  ¿Quién se iba a imaginar que la gente estorba?

 —Tenía que hacer cosas aquí en el granero —replicó ella.

—¿No has contratado a nadie para esto?

—Sí, pero no empiezan hasta mañana —dijo Paula—. El resto del personal son del  equipo  de  rodeo  del  instituto  y ahora  están  de  exámenes  —añadió—.  Tendrán mucho trabajo cuando empiecen las actividades turísticas: explicar a los clientes todo lo que quieran saber sobre los caballos, enseñarles a montar, manejar el lazo... —

¿Y tú qué harás mientras tanto? —le preguntó Pedro.

—Yo soy quien dirige todo esto, quien se encargará de que todo marche bien en el  rancho;  organizaré  actividades  y  excursiones.  Me  encargaré  de  los  grupos  de  los  niños.  Quizá  monte  un  pequeño  corral  donde  puedan  acariciar  y  alimentar  a  los  animales. Taylor se dirigió al cuarto de las herramientas para dejar la horca. Cuando salió, se sorprendió al ver que Mitch la estaba esperando.

—Has pensado en todo —le dijo él.

«No  en  todo»  se  dijo  ella.  No  se  había  parado  a  pensar  en  cómo  se  sentiría  al  verlo de nuevo, y menos aún, al tenerlo bajo su mismo techo. Aquella mañana, Paula se había despertado con una sensación de expectación que  hacía  mucho tiempo  que  no  sentía.  Se  decía  constantemente  que  Pedro no  era  más  que  su  cobaya,  con  quien  probaba  las  cosas  antes  de  que  llegasen  los  primeros  clientes,  pero  no  conseguía  que  su  corazón  lo  aceptase.  Se  había  sentido  muy  feliz  hasta  que  él  le  habló  de  su  compromiso;  aquello  había  sido  como  un  jarro  de  agua  fría, porque significaba que Pedro había estado enamorado de otra persona. No  vuelvas  a  cometer  el  error  de  enamorarte  de  Pedro Alfonso,  se  dijo  a  sí  misma,  y  recordó las  palabras  de  su  padre:  un  error  es  aceptable,  pero  cometer  dos veces  el  mismo  es  de  tontos.  La  primera  vez  ella  era  una  niña,  pero ahora era  una  mujer, y sería mucho más doloroso.

—¿Me buscabas por algo en concreto? —le preguntó.

—He  llamado  a  una  periodista  amiga  mía  para  hacer  una  entrevista  sobre  el  campeonato. También vendrá un fotógrafo.

—¿Cuándo?

 —Pasado mañana —contestó Pedro.

—Me parece bien —dijo ella—. ¿Va a incluir en el artículo del rodeo algo sobre el rancho como centro turístico?

—Sí.

De repente, Paula se dió cuenta de lo que aquello significaba.

—¿Vas  a  empezar  a  promocionar  el  rancho  tan  pronto?  —le  preguntó—.  ¿Solo  llevas aquí un día y ya vas a alabar públicamente mis servicios?

—El desayuno ha sido estupendo —dijo él sonriendo. Ella lo miró con escepticismo.

—Si es lástima, no la quiero.

 Pedro negó con la cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario