—¡Pedro! Estás despistado. Realmente debes estar muy cansado.
—Sí.
—¿Qué piensas sobre la posibilidad de vivir en Destiny? —repitió ella mirándolo esperanzada.
Ahora era el momento, pensó él. La oportunidad de ser noble y no hacerle daño. Respiró profundamente.
—Haré lo que sea necesario para que mi empresa tenga éxito —dijo él con precaución.
En los ojos de Paula brilló algo parecido a la decepción, pero enseguida desapareció.
—Nadie mejor que yo comprende la necesidad de sacar adelante un negocio — dijo llevando los platos al comedor.
—¿Sabes algo de tu hermana? —le preguntó él.
Pedro solo había querido cambiar de tema, pero la mirada que Paula le lanzó no fue precisamente de indiferencia.
—Hablo con ella casi todos los días —le contestó.
Paula no quería parecer que estaba a la defensiva, pero si era así, no podía evitarlo. Cuando lo oyó mencionar a su hermana casi se le cayeron los platos al suelo. No se esperaba aquella pregunta, ya que Pedro no había vuelto a hablar de Camila desde que llegó, y ella había pensado que... ¿Qué Pedro la quería a ella? ¿Que los dos besos lo habían hecho olvidarse de Camila? Era obvio que, en lo que a Pedro Alfonso se refería, estaba destinada a ponerse siempre en ridículo.
—¿Qué tal está? —le preguntó él.
—¿Quién?
—Camila—contestó Pedro y se sentó mirándola con una interrogación—. ¿Quién es ahora el despistado? Debes de estar cansada —añadió utilizando sus mismas palabras.
—Lo estoy —contestó ella.
Estaba despistada y cansada, pero no por la razón que él creía. Desde el día en que la había sorprendido en la bañera, Pedro había mantenido las distancias, y ella le estaba realmente agradecida por ello aunque en algún momento había deseado que la volviese a besar. En aquellos instantes de debilidad había querido estar de nuevo en sus brazos, pero él no se había aproximado a ella. La relación que habían mantenido había sido amistosa, pero distante. Aquello la molestaba. Después de romper su compromiso había aceptado que estaría sola, pero eso fue hasta que Pedro reapareció en su vida. Verlo de nuevo le había hecho preguntarse si las cosas podrían haber sido distintas, y compartir la casa le había dado la oportunidad de comprobar cómo sería una relación con él. Paula descubrió que le gustaría. Y, ahora, de repente, preguntaba por Camila. Inmediatamente, las esperanzas que ella ni siquiera sospechaba que albergaba afloraron y se evaporaron. Se dió cuenta de que, a pesar de haber transcurrido diez años él no había superado la relación con su hermana. ¿Qué diría Pedro si supiese que Camila iba a estar la semana del rodeo? ¿Era él la razón por la que su hermana iba a ir al rodeo? Quizá era mejor que los dos se viesen, porque desde hacía tres semanas tenía la sensación de que unas fuerzas ocultas intentaban hacer las paces con el pasado. ¿Se estaría volviendo loca? De cualquier modo, no tenía ningún sentido ocultarle que Camila llegaría pronto.
—Camila llegará mañana —le dijo.
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