jueves, 1 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 3

Guió a Paula hasta que torcieron una esquina y luego se detuvo en un pequeño cenador que cobijaba un banco y otras dos enormes macetas sobre pilares griegos. El sonido de la fiesta quedó un tanto amortiguado, aunque al oír las risas de una pareja que había por allí cerca ella deseó estar en una habitación y poder cerrar la puerta. Aquel rincón tras un enrejado cubierto de hiedra no ofrecía total intimidad, pero tendría que conformarse con él. Alejándose un poco de su imponente presencia para disfrutar de cierto margen, soltó la bolsa de los pañales en el banco.


—¿Recuerda a una tal Micaela Thompson?


La mirada de Pedro se volvió cautelosa.


—Sí, ¿por qué me lo pregunta?


El sonido de las risas se hizo más fuerte y dos mujeres irrumpieron en el lugar, una con una pitillera de plata en la mano y otra tambaleándose achispada justo detrás.


—Oh —dijo la primera escondiendo la pitillera detrás de la espalda — disculpen.


Pedro volvió a sonreír abiertamente.


—No se preocupen, señoritas. Creo que hay otro banco detrás de aquel árbol.


—Gracias, capitán —la mujer le devolvió la sonrisa, dejando asomar una pierna larguísima y bronceada por la hendidura de la falda.


Paula observó cómo desaparecían más rápido que el rastro de sus perfumes y luego se volvió hacia Pedro.


—¿Entonces no niega conocer a Micaela?


—Esto me está resultando muy extraño —dijo, rascándose la nuca—. Tendrá que ser más explícita... ¿Cómo dijo que se llamaba?


—Paula —se interrumpió al ver a un camarero que parecía haber entrado allí para hacer algo sin ser visto, porque se detuvo en seco y se giró para marcharse.


Y le deseó buena suerte, porque al parecer era imposible encontrar un sitio tranquilo en aquella gala atiborrada de gente. Se arrimó aún más al hombro el cuerpo laxo de Valentina, que cada vez se le hacía más pesado. Aquel cuerpecito y su olor a champú de bebé le tiraron del corazón recordándole la importancia de ese encuentro para el futuro de ambas. 


—Paula. Me llamo Paula Martínez. Micaela y yo éramos compañeras de residencia en la universidad, pero hemos seguido en contacto con el paso de los años.


Aunque, durante los dos últimos meses no tanto como ella hubiese deseado. Todavía le costaba creer que Micaela dejara a su hija sin mirar atrás.


—Encantado, Paula —dijo él arqueando una ceja como signo de que estaba a punto de perder la paciencia.


Había llegado el momento y la situación no era la más indicada para tratar aquel asunto. Resistió las ganas de agarrar al bebé y salir corriendo. No era su hija, pero la quería tanto como si fuese de su propia sangre. De hecho, aquélla podía ser su única oportunidad de ejercer como madre, por muy breve que ésta fuese. A la muerte de su marido, sus esperanzas de tener descendencia habían desaparecido con él y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para salvaguardar el futuro de Valentina. Paula enderezó la espalda y la decisión de seguir adelante con su plan, aunque implicase hacer tratos con un diablo de ojos azules.


—Le presento a Valentina, su hija.


Maldita sea. Otra caza-fortunas. Con el ruido de la fiesta retumbando tras él como los motores de un avión, Pedro giró sobre sus talones haciendo chirriar los zapatos. Había trabajando en inteligencia durante la carrera militar, pero no era tan suspicaz como para adivinar qué había detrás de aquella mujer. Desde el momento en que vió a Paula Martínez había quedado impresionado por su atractivo. Todavía no había podido apartar la vista de sus rubios cabellos ni de aquella boca tan generosa y deseable ya de por sí sin necesidad de lápiz de labios ni colágeno. Se había entretenido un momento con el bebé, pero rápidamente su atención había vuelto a centrarse en la mujer. Al principio la había considerado una mujer pragmática con gran atractivo natural, sencilla pero enigmática, sin embargo al parecer no era tan sencilla después de todo. Quizá no fuese una caza-fortunas. Igual estaba mal de la cabeza. Pedro apretó los puños a sus espaldas, alegrándose de haber escogido un lugar exento de intimidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario