jueves, 22 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 28

 —Gracias, Bautista —dijo Paula suavemente mientras subía las escaleras que llevaban al porche de su habitación. 


El viento, cargado de arena, se le clavaba en las piernas dado lo sensible de su piel después de aquel beso que había despertado todos sus sentidos. Viendo que Bautista no contestaba, ella se le acercó, tranquila por el zumbido constante que emitía el intercomunicador. Su cuñado estaba despatarrado en una silla con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. Sobre la mesa descansaba su ordenador portátil, que mostraba en la pantalla la foto de una chica con una mochila y un panorama de montañas al fondo. La curiosidad hizo que Paula se acercase aún más... Y en ese momento Bautista abrió los ojos de golpe. Ella dió un paso atrás, avergonzada al verse sorprendida mirándole mientras parecía descansar la vista.


—Bonita chica.


—¿Qué tal el paseo? —preguntó él, esquivando su comentario y cerrando la pantalla.


¿Cómo sería su vida cuando no se encontraba rodeado por su ambiciosa y bien relacionada familia?


—Maravilloso. La vista de la playa es increíble. Gracias otra vez por cuidar de Valentina. ¿Te dió algún problema mientras estábamos fuera?


Él miró detrás de ella buscando a su hermano, pero estaba sola. Pedro estaba estacionando el Aston, dado que ella había salido disparada del vehículo para evitar mayores tentaciones. Bautista le tendió el intercomunicador.


—No ha hecho un ruido en toda la tarde. Pero no te preocupes, he ido un par de veces a comprobar cómo estaba.


Paula dió unos golpecitos en su ordenador.


—¿Estabas mirando tu MySpace?


Él se colocó el portátil bajo el brazo.


—Estaba con un trabajo de posgrado. Gracias a Dios que existen los portátiles—Bautista le guiñó un ojo al pasar mientras bajaba las escaleras y a ella le pareció muy semejante a Pedro, excepto por el largo del pelo—. Buenas noches, Paula.


Atravesó el césped corriendo a paso largo hacia el cobertizo, llevándose con él sus secretos. Ella se preguntó si Pedro sabría algo más de la chica que había visto en el salvapantallas. Parecían una familia muy unida. ¡Qué fácil le resultaría acomodarse allí y olvidar que todo aquello era temporal! Paula se rodeó la cintura con los brazos, deseando que fuese igual de fácil recomponer las piezas de su destrozado control. Había dejado las cosas claras con Pedro después del beso. Le había parecido la mejor forma de marcar con él la distancia que necesitaba. El paseo sorpresa por la costa en aquel coche le había emocionado muchísimo más que cualquier cena de lujo. Sin duda, la elección de aquel coche antiguo se debía a su afición por la historia. Había escogido el lugar adecuado para ablandarla. Pero había llegado el momento de volver al mundo real. Miró el intercomunicador y luego se lo llevó a la oreja. Se oían unas nanas de fondo, pero necesitaba ver a su niña para asegurarse de que estaba bien. Abrió la puerta de la habitación y, efectivamente, Valentina dormía tan profundamente como había dicho Bautista. La pequeña succionaba su labio inferior mientras dormía. Paula cerró cuidadosamente la puerta, sintiéndose repentinamente despierta e inquieta. Pensó que quizá podría intentar trabajar otro rato, pero no le entusiasmaba la idea de encadenarse a una mesa después de aquel paseo alaire libre. También podía acurrucarse en la cama e intentar dormir, ya que Nina no tardaría en despertarse. Se giró hacia la cama... Y se detuvo en seco. Un enorme regalo, envuelto en un papel estampado de rosas, descansaba sobre las almohadas. Ladeando la cabeza, se acercó cautelosa al paquete.¿Quién habría sido? Leyó la tarjeta que había bajo el lazo. Simplemente decía: "¡Que lo disfrutes! Pedro". Con la piel erizada de la excitación, levantó la caja para comprobar su peso. Pesaba más de Lo que ella esperaba, No se atrevía a agitarla poique no sabía si era algo frágil. Lentamente, retiró un trozo de celo con cuidado de no romper el papel. Hacía mucho tiempo que nadie la sorprendía con un regalo. Abrió el envoltorio de flores, tomándose su tiempo para descubrir... Un ordenador portátil. Se sintió aún más acalorada, excitada, porque la amabilidad de Pedro la conmovió tanto como una caricia de sus manos. ¿Cómo lo había hecho? Miró al porche. Debió dejárselo a Bautista para que lo pusiera sobre su cama. 

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