jueves, 1 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 2

Él sonrió sesgadamente y un hoyuelo marcó su mejilla.


—Disculpe, pero si nos hemos visto antes, no lo recuerdo.


El hoyuelo podría haberle resultado encantador de no haber sabido por Micaela que debía tener cuidado con su refinado sentido del humor. Puede que no disfrutase del mismo estatus económico que él, pero era una mujer inteligente y decidida. Paula avanzó ante la necesidad de decir algo antes de que él la dejase en manos de un guarda de seguridad.


—No estoy aquí por mí.


Rápidamente, él miró detrás de ella y luego volvió a fijar la vista en su rostro.


—¿Con cuál de mis compañeros está? Normalmente no tenemos la oportunidad de conocer a sus esposas.


—No estoy casada —pero lo había estado. Apartó de su mente a David antes de que una inevitable punzada de dolor la distrajese de lo que había venido a hacer.


Pedro miró someramente a Valentina y luego apartó la mirada. Era demasiado pedir que reconociera a su hija nada más verla. En honor a la verdad, ignoraba por completo la existencia de Valentina. Durante el embarazo, Micaela había insistido en que no se lo diría a su padre hasta estar segura de si iba a quedarse con el bebé. Luego alegó que no se atrevía a decírselo, después no logró dar con él y más tarde no quiso enviar semejante noticia al extranjero a través de su familia. A Paula le había costado mucho colarse en la fiesta, pero ningún guarda de seguridad iba minar su determinación. Esa convicción, junto al reparto de algunas propinas por actuaciones de Micaela que llevaba encima, la había llevado a hacer creer a todos que era esposa del asistente del catering. Y había sido fácil, teniendo en cuenta su aspecto de persona amigable y sencilla más que de señora de alta alcurnia. Nada iba a detenerla, y menos sabiendo que Pedro había vuelto a casa. Alguien tenía que hablarle sobre su nueva y pequeña responsabilidad, y dado que Micaela estaba desaparecida en combate, le había tocado a ella. Lo menos que podía hacer era quitarse aquello de encima. 


—¿Le importaría que hablásemos en privado?


—Lo siento, pero si intentase escabullirme de mi fiesta de bienvenida, mi madre me volvería a traer de la oreja —se acercó, embriagándola con el aroma de su aftershave— ¿Más adelante, quizá?


Un interés innegable brilló en sus ojos, que no se apartaban de ella. Maldita sea. ¿Estaba intentado ligar? Venía preparada para todo tipo de reacciones... Excepto para ésa. Dió un paso atrás, levantando la mano.


—Espera, me estás mal interpretando.


E incluso si estuviese tan interesado en ella como para llamarla, ¿Y si tardaba una semana en hacerlo? No podía perder otra semana esperando a que contactase con ella. Valentina no tenía una semana. Paula dió unas palmaditas en la espalda de la niña, rogando porque se mantuviese dormida. Lo último que necesitaba era que decidiese hacerse caca.


—Tengo que hablar con usted en privado cinco minutos. No le entretendré mucho tiempo y podrá volver enseguida a su fiesta. ¿Querría quizá acompañarme hasta la puerta? Así se asegurará de que no tardaré en dejarle en paz.


—Bueno —dejó su vaso en la barra que tenía detrás—, ¿Necesita que le ayude con el bebé?


Instintivamente, ella retrocedió hasta dar con el trasero en el pedestal que sostenía un helecho y que se agitó con el golpe. Riéndose, Pedro le mostró las manos.


—No hay de qué asustarse, no lo dejaré caer. No es que tenga mucha mano con los niños, pero últimamente he estado practicando con mi sobrino.


Valentina tenía un primo. Qué maravilloso resultaba imaginárselos a los dos jugando juntos y felices. Necesitaba vivir rodeada de personas que la amasen y, cuanto antes aclarase las cosas, antes quedaría resuelto.


—Estamos bien, gracias por el ofrecimiento. Si va usted delante indicándonos el camino, le seguiremos.


—No dude en avisarme si cambia de idea.


Giró los hombros para pasar junto a dos adolescentes de esmoquin que rebañaban champán de una fuente, al tiempo que les arrancaba los vasos de las manos y se los pasaba a un camarero. 

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