martes, 13 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 16

 —Lo que dispongas me parecerá bien. Estoy tan aliviada de que no te la vayas a llevar…


—Por todo lo que he visto y sabido de tí, está claro que tu mayor preocupación es su bienestar —metió la primera, mirando fijamente al frente y apretando la mandíbula—. No estoy en posición de ejercer como padre teniendo en cuenta la cantidad de viajes que conlleva mi trabajo.


—Por supuesto, es totalmente comprensible —aunque ella hubiese dejado cualquier trabajo por Valentina y de hecho había reorganizado su horario en torno a ella. Pero no pensaba discutir con él.


Sin embargo, quería preguntarle por sus sentimientos. ¿Se sentía frustrado por tener que casarse con una mujer a la que apenas conocía? ¿Qué sentía al saber que tenía una hija? Su rostro decidido la disuadió conforme se internaban en la carretera. Pedro estaba haciendo lo que había que hacer, cumplía con su obligación y ella debía sentirse aliviada por su desprendimiento emociona], Pero, en lugar de eso, se sentía vacía.


—Quiero que quede muy claro que sólo me interesa el bienestar de Valentina.


—Muy bien. Le diré a Federico que prepare los papeles.


Serio y formal. Nada de aquello se parecía a su compromiso con David. Él se le había declarado en la playa, sin anillo, sin dinero, sin complicados tratos legales de por medio. Se habían limitado a decirse lo mucho que se amaban y cuánto deseaban pasar el resto de sus vidas juntos. Y al día siguiente iba a casarse con el hombre que estaba sentado a su lado. Lo había conseguido. Valentina estaría más protegida que nunca. ¿Pero por qué le parecía que en vez de por un año se casaba para siempre?




—Por el poder que me otorga el estado de Carolina del Sur, yo los declaro marido y mujer.


La proclama del juez de paz le retumbó a Paula en los oídos, como si estuviese contemplando una especie de drama desde lejos. Para su boda en el juzgado él se había vuelto a poner el uniforme, en esta ocasión una versión menos formal, pero con chaqueta y corbata. Todo le había parecido irreal desde que habían hecho la prueba de paternidad ese fin de semana y esta había confirmado lo que Phoebe había sabido nada más ver a Pedro Alfonso: Que era el padre biológico de Valentina. En cuanto Pedro había conocido los resultados de la prueba, no había dudado ni un segundo, Había organizado la boda para el día siguiente y concertado cita en el juzgado de familia poco después. Aquel militar sabía hacerse con el mando y era capaz de mover montañas. Apretó con fuerza el ramo de azucenas y rosas que le había traído una de sus cuñadas más sentimentales, Agustina, la embarazada casada con el hermano mayor. La otra cuñada, Eugenia, llevaba en brazos a su hijo y Ana sostenía con orgullo a su nueva nieta, Valentina, junto a su marido. Paula formaba ya parte de la familia, aunque sólo fuese sobre el papel. Con una bandera americana y otra de Carolina del Sur a sus espaldas, el juez de paz cerró el libro que contenía los votos.


—Puedes besar a la novia.


Paula levantó la vista repentinamente hacia Pedro, dejando de golpe de sentirse una observadora lejana de aquel acontecimiento. Nadie esperaba que pasaran por esa parte de la ceremonia, excepto el juez. Pedro esbozó una sonrisa sesgada e inclinó la cabeza hacia ella, que apenas tuvo tiempo de escuchar la risa ahogada del hermano mayor cuando sintió que la besaban con suavidad y firmeza al mismo tiempo. Cerró los ojos, le tronaron los oídos y perdió la noción de lo que pasaba a su alrededor. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que surtió los labios de un hombre sobre los suyos. Demasiado tiempo. Toda la sensualidad que había encerrada en ella volvió a la vida, encendiéndola con un simple roce de labios. Deseó abrirlos para tener más, más de aquello, más de él, mariposas le recorrieron el estómago y se dió cuenta de que se había olvidado de respirar. Él se retiró lentamente, a Dios gracias, lo que le dió tiempo a recuperar el equilibrio, Asió con fuerza el ramo de novia y abrió los ojos. Pedro se quedó mirándola por un instante y luego le ofreció el brazo, sonriente. Paula no pudo evitar devolverle la sonrisa. Era posible que al fin y al cabo ambos lograsen sobrellevar aquel embrollo. Conforme se giraban hacia la familia, Ana les tendió a la niña. Pedro dudó por un segundo, tiempo suficiente para hacer que Paula volviese al mundo real, le pasase el ramo de rosas y azucenas y tomase en brazos a Valentina.


—Ven aquí, cariño. Te has portado muy bien. 


Le alisó el pichi de flores y le recolocó el gorrito y las botas hasta que hubo pasado la violencia del momento. Pero no lo olvidó. A pesar de la rapidez con que Pedro se había enfrentado al problema era evidente que no había logrado conectar con Valentina. 

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