martes, 20 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 23

 —A través de Micaela he aprendido mucho del trabajo de actor. Eres bueno, pero no consigues engañarme.


Él le miró los dedos durante el tiempo que tardaron en romper dos olas antes de dejar a un lado el tenedor.


—El pequeño Nicolás no es el primer hijo de mi hermano. Tuvieron antes una niña que perdieron antes de que cumpliese un año.


—Es terrible —se compadeció de la encantadora mujer que había sido tan amable con ella—. No puedo imaginar lo horrible que sería que algo le pasara a Valentina.


—Camila no murió —en su rostro todavía estaba marcado el dolor—. Durante años intentaron tener hijos y finalmente decidieron adoptar. Cuatro meses después de que Camila estuviese viviendo con ellos, su madre biológica cambió de idea. Lo pasaron muy mal.


Ella había pensado que los retratos de los niños que no guardaban parecido con los Alfonso eran los de los nietos del segundo marido de Ana. Se dió cuenta entonces que una de las niñas retratadas debía de ser esa hija adoptiva. Por eso Eugenia se había dado cuenta de que ella amaba a Valentina tanto como si fuese su madre biológica.


—Lamento mucho todo por lo que han tenido que pasar.


—La madre de la niña les envía noticias suyas de forma periódica y Camila parece feliz.


Observando su expresión de dolor, Paula se percató de que Pedro no sólo sufría por su hermano. El también quería a la pequeña y sufrió cuando se la llevaron. Guardó silencio para dejarle hablar.


—Mi hermano y su mujer parecen felices ahora, pero después de todo lo sucedido... Hasta llegaron a separarse. Mi hermano está hecho para el matrimonio, pero yo no tanto.


La lógica no le estaba llevando donde ella esperaba,


—¿Tienes miedo de decepcionara tu familia?


—Haría lo que tuviese que hacer, pero viendo a mi cuñada y a mí madre he sabido cuánto se necesita para hacer que un matrimonio y una familia funcionen. No estoy hecho para eso.


Ella estuvo a punto de decirle que no lo creía, que intentaba evadirse, pero decidió guardar silencio en el último segundo. Él le había dicho que no mentía, y quizá eso era estrictamente cierto. Pero sospechaba que se mentía a sí mismo. Los hombres no suelen admitir sus temores, sobre todo si implican volcar su corazón en un hijo. 


—¿Eres feliz estando solo?


—Cuento con una gran familia y una carrera que me satisface, Disfruto de una vida feliz.


 —Pareces olvidar una cosa.


—Estoy seguro de que me la recordarás —al menos había vuelto a sonreír. Le sostuvo la mirada por encima de las velas, que iluminaron sus ojos.


Ella volvió a asirle de la muñeca, sintiendo cómo le latía el pulso.


—No puedes escapar del hecho de ser padre.


Fijó los ojos en ella, Intensos. Inescrutables. Paula le acarició la muñeca cuando su intención era soltarla.


—Ni tú del de ser mi esposa.


Se incorporó, inclinándose sobre la mesa, y ella supo lo que iba a suceder, pero no pudo encontrar palabras para evitar que... La besara. Unió su boca a la de Paula y a ella le resultó más familiar esta vez, aunque volvió a sorprenderle la intensidad de su reacción. Pensaba que lo de aquella mañana en el juzgado había sido una mezcla de sentimientos que tenían quever con recuerdos de su primer matrimonio, pero respondió a su beso queriendo más. Abrió los labios y él la besó hasta hacerle saborear el bouquet de su merlot. Pedro apoyaba las manos sobre la mesa y ella lo seguía sujetando por la muñeca. Solo la tocó con la boca, con la lengua, el olor a jabón que despedía la envolvió con la brisa recordándole el momento en que se habían conocido, cuando la sedujo con su voz, mientras su boca se movía en la de ella. Pero tenía que alejarse, demostrarle que era una persona fuerte y decidida,tal y como había planeado por la tarde. Alzó las manos para apartarlo. Pero él se le adelantó. La cabeza le daba vueltas y ni siquiera pudo culpar al vino, ya que él había respetado su intención de tomar tan sólo una copa. Lo único que la consoló fue comprobar que el pecho de Pedro se agitaba arriba y abajo un deprisa como el suyo. Necesitaba recuperar la cordura. Se negaba a dejarle vencer tan fácilmente como habían hecho las mujeres de su pasado, como Micaela y Soledad. Paula vació hasta la mitad la copa del agua mientras él recuperaba su asiento. Tenía que pensar, concentrarse en Lo importante. Necesitaba tener la cabeza despejada y mantenerse en su sitio en todo momento. Deseó que acabase pronto la cena para sentarse a pensar qué iba ahacer con aquel deseo.


—¿Y cuándo regresas a tu base? 

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