martes, 13 de mayo de 2025

Quédate A Mi Lado: Capítulo 14

 —No lo hizo—Paula cruzó la habitación para situarse junto a él y colocó la mano encima de la suya, apretándole suavemente los dedos—. Valentina es tu hija. Lo sé.


El contacto de su mano lo sacudió de arriba a abajo. Sólo había sido un roce. ¡Por Dios bendito! Pero la suavidad de su piel y el suave aroma a vainilla que desprendía, junto a la inmensa gratitud que había en sus ojos hicieron que le hormiguease todo el cuerpo. Necesitaba alejarse de allí. Y deprisa. Miró intencionadamente la mano de Phoebe e intentó resultar sarcástico.


—No quiero que hagas una estupidez como la de enamorarte de mí.


Ella apartó la mano y la sacudió como si le ardiera.


—¿De tí?


—¿A quién más le has pedido que se case contigo?


Ella se echó a reír hasta que su risa se tornó en risotada. La niña se removió y Paula calló de inmediato. Él la agarró del codo y la sacó al pasillo, dejando la puerta abierta. Paula se inclinó sobre una pared cubierta de retratos de generaciones de pequeños Alfonso.


—No te preocupes—logró decirle mientras reía—. No existe la más mínima posibilidad de que me enamore de tí, pero gracias por intentar levantarme el ánimo.


Lo que él había pretendido que sonara sarcástico dejó de pronto de parecerle tan divertido.


—Has sido un poco dura.


—Estoy segura de que tu... Virilidad y tu ego sobrevivirán.


—Pareces muy segura de tí misma —presionó él sin saber por qué, puesto que ella se había mostrado muy segura a la hora de marcar las distancias—. Apenas nos conocemos. ¿Qué he hecho para no gustarte en absoluto? No pretendo ensalzar mi ego, pero resulta que tengo mucho dinero. Dicen que poseo un sentido del humor bastante decente y por ahora ningún bebé ni animal pequeño me ha arañado la cara.


—Lo mismo podría decir de mí, obviando la cuestión del dinero —señaló ella con lógica—, de modo que como tienes dinero de sobra y no necesitas una mujer que te mantenga, ¿Debería preocuparme por que puedas llegar a enamorarte de mí? 


Maldita sea. Era muy buena. No pudo evitar una envidiosa sonrisa de respeto por el tanto que acababa de apuntarse.


—Touché.


—Lo tomaré como un «No».


—No es nada personal, eres una mujer guapa e inteligente —atractiva y perspicaz, distinción que resultaba más excitante si cabe.


—Por supuesto, Tampoco era nada personal cuando me reí de tí.


—De acuerdo. Estoy a años luz de sentar la cabeza—. Estaba muy ocupado con su nueva vida y su carrera fuera del ejército—. ¿Y tú?


—Ya estuve casada.


Eso ya lo sabía él, pero prefirió disimular para no dejar en evidencia que ya la estaban investigando.


—Un divorcio truculento, ¿No es así?


El rostro de ella se tornó totalmente impasible. Él ya conocía esa mirada: La había visto en soldados con traumas, que se insensibilizaban por temor a que la más mínima emoción los destrozase por completo.


—Murió —se limitó a decir— En mi corazón no habrá sitio para nadie más hasta que él deje de llenarlo.


Él exhaló con fuerza. Sabía que existía ese tipo de amor, porque lo había visto en sus padres y también cuando su madre volvió a casarse, igual que había visto a su padre destrozado por tener que dividirse entre su carrera y su familia.


—Vaya, que fuerte suena eso. ¿Y de qué murió?


¿Y por qué tenía que saber más del tema? Ella bajó la mirada y guardó silencio. Maldita sea, tenía que saberlo todo sobre ella. Tenía muy poco tiempo para tomar una decisión muy importante, tanto que iba a cambiar su vida. Estaba acostumbrado a tomar decisiones rápidas en la guerra, pero siempre lo había hecho basándose en investigaciones previas, Aquello no podía ser distinto. No era algo personal.


—Paula, si vamos a casarnos, debo saberlo. Resultaría extraño que, si a alguien se le ocurriese preguntar, yo no supiese la respuesta. Por el bien de Valentina, tendríamos que hacer que pareciese real. 


—Se ahogó —un destello de dolor atravesó sus ojos como un relámpago mortal. Luego volvió a quedar impasible. Se alejó de la pared, y de él—. Tengo que volver con la niña.


Se dió la vuelta, dándole la espalda a Pedro. No podía haber sido más precisa. Fin de la discusión. Retirada. Pero había obtenido respuesta. Ese sufrimiento en sus ojos y la forma tan brusca en que se había cenado no le dejaban dudas en cuanto a su situación personal en lo referente a su ex marido. Estaba totalmente comprometida con otro hombre. Lo que hacía más fácil la posibilidad de un matrimonio de conveniencia, ¡Pero menudo lío! La puerta se cerró tras ella y Pedro se recordó a sí mismo que debía ir por partes. Para empezar, tenían que tomarle una muestra de sangre y había que esperar a los resultados de la prueba de paternidad. Pero sus instintos le gritaban alto y claro que Paula Martínez estaba diciendo la verdad. 

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