Ella se llevó la lengua a un lado de la boca.
—Soy yo la que debía disculparme por responder de forma tan agria. Sólo estabas siendo amable —se echó hacia atrás en el asiento, apartándose de su mano—. Tengo miedo de hacer algo que pueda afectarle. Antes de que Valentina entrase en mi vida, sabía muy poco acerca de los niños y conforme Micaela fue dependiendo cada vez más de mí para hacerle de canguro, yo fui investigando para asegurarme de que contaba con toda la información disponible.
Santo cielo, si se alejaba un centímetro más de él, se saldría por la ventanilla del coche, ¿Qué pasaba? La velocidad con que se había vestido y salido del avión le había parecido a Pedro un afán por escapar más que un signo de eficacia. Tenía que seguir hablando y borrar las arrugas que ella tenía en la frente. Antes de llegar a la casa. Antes de que se acostasen.
—¿Cómo es que Micaela y tú se hicieron amigas y mantuvieron su amistad? Son totalmente distintas.
—Nos conocimos en la universidad, en una clase de Historia del teatro. David estudiaba también teatro, y yo me apunté a la clase para estar con él —las luces de las calles pasaban a toda velocidad conforme recorrían la carretera casi desierta—. Conocimos a Micaela y enseguida congeniamos. Ella es un tipo de persona más llamativa y yo trabajé en un par de producciones construyendo decorados y haciendo trajes.
—¿Y David? —apartó de golpe cualquier resquicio de celos y la miró por el rabillo del ojo.
—Era un autor teatral de gran talento—hizo girar en su dedo el anillo de casada— Siempre pensé que, de haber podido, habría conseguido triunfar en el teatro.
Pedro notó que Paula hablaba de Micaela y de David como dos personas brillantes, dejándose de lado a sí misma.
—En aquellos días, los tres teníamos grandes planes y muchos sueños— Paula bajó la mirada, y Pedro se preguntó si ella habría experimentado los mismos celos que él estaba ahora intentando combatir—. No sé bien por qué mantuve el contacto, pero me alegro de haberme esforzado en quedar con ella para comer de vez en cuando y ponernos al día. De otro modo, nunca hubiese conocido a Valentina —lo miró a los ojos por primera vez desde que habían hecho el amor—. ¿En qué piensas?
—En que quizá conservaste tu amistad con Micaela a pesar de sus diferencias porque no estabas preparada para dejar marchar a tu marido — girando hacia una carretera de doble carril, sintió que odiaba la imagen que se estaba conformando en su cabeza—. Cuando estabas con ella te sentías conectada a él. Era un modo de evitar desprenderte de tu marido y seguir adelante.
El dolor asomó a los ojos de Paula.
—Vaya, una conclusión bastante perspicaz para un destacado miembro del club de la testosterona.
—Ese soy yo. El señor Sensible —¿Qué habría pasado si hubiese conocido a Paula en lugar de a Micaela?—. Así que investigaste y estudiaste libros de maternidad.
—Existe muchísima información, información alarmante.
Detuvo el coche fuera de la valla de seguridad que conducía al complejo residencial de los Alfonso.
—Todavía pareces preocupada.
—Sigo preocupada por su futuro —dijo ella mientras se abría la verja de hierro—. Aunque esté segura por el momento, todavía no sabemos dónde está Micaela, existe todavía demasiada incertidumbre. Supongo que lo que más me preocupa es eso, no saber si Nina está abocada a vivir con Micaela, me romperá el corazón tener que dejarla, pero lo importante es que ella tenga un sitio fijo y seguro en el que criarse.
—¿Incluso si es con Micaela? —dijo él mientras conducía el coche a través de un sendero flanqueado de palmitos y robles.
—Incluso así. Existen muchos estudios sobre desórdenes en las relaciones entre los niños y sus padres. ¿Habías oído hablar de ellos?
—Sólo en términos generales. Se trata de algo así como que los niños no se sienten vinculados a sus padres, ¿No es así? —paró el coche delante del garaje.
—Muchos de los estudios se basan en niños abandonados o que han sufrido abusos. Si no aprenden a establecer relaciones o vínculos de pequeños, pueden verse afectados en ese sentido durante la infancia y la edad adulta —al cerrarse tras ellos la puerta del garaje, Paula se giró para mirarle, con el rostro en penumbra—. Valentina no es una niña que haya sido abandonada o haya sufrido abusos, pero algunos estudios sugieren además que estos problemas pueden darse cuando un bebé cambia constantemente de cuidadores y no se le da la oportunidad de sentir apego por alguien.
—Y te preocupa que a Valentina acabe pasándole algo así.
Ella bajó la vista hasta sus manos, volviendo a girar su anillo de bodas.
—Todos los niños merecen seguridad. Haría cualquier cosa con tal de mantener a salvo a Valentina. Cualquier cosa.
En ese momento, él lo vió todo claro. Aunque hubiese conocido antes a Paula, es posible que no hubiese aceptado salir con él. Se había casado únicamente por Valentina. Su lealtad hacia la niña, y hacia su difunto marido incluso, no se extendía hasta él. La rabia le revolvió por dentro al pensar en los lejos que ella podía estar dispuesta a llegar con tal de asegurar el futuro de Valentina.