martes, 20 de agosto de 2024

Traición: Capítulo 16

Paula le sonrió y volvió la mirada hacia la madre de la niña. Mirándola con más detenimiento, se dio cuenta de que la conocía. Rápidamente retiró la mirada, pero no coa suficiente rapidez.


—¿No fuimos a la escuela juntas? —dijo la madre—. Soy Candela Campbell. Mi apellido de soltera era Andrews, Candela Andrews. ¿Recuerdas?


¿Cómo no iba a recordarlo? Un cuchillo se le retorció en el pecho a Paula. Popular y rodeada siempre de amigos, Candela Andrews representaba todo lo que ella hubiese deseado ser.


—¿Y tú eras...?


—Pauli Chaves —dijo Paula, sintiendo que tenía diecisiete años y era gorda y patosa otra vez.


Le dió rabia que la inseguridad la hubiese hecho dudar con las palabras y decir sin pensar su antiguo nombre.


—La vecina de Pedro Alfonso—sonrió Candela, asintiendo con la cabeza—. Me parecía que eras tú, pero no estaba segura. Estás tan diferente…


—Bueno, han pasado diez años —dijo Paula, restándote importancia.


—Estás fabulosa —dijo Candela—. Totalmente distinta de la Pauli que recuerdo.


—Ahora prefiero que me llamen Pau —forzó una sonrisa.


—Estupendo —dijo Candela con una cabezadita de aprobación—. Te queda bien. Yo también estoy pensando dejar el apodo. Aunque todavía me faltan un par de años para llegar a los treinta, no me veo con treinta años y llamándome Candela.


—Yo me lo cambié al acabar el instituto —dijo Paula—. Cuando vivía en la capital, todos me conocían por Pau, pero aquí todo el mundo insiste en llamarme Pauli.


—Dales tiempo —dijo Candela—. Ya se acostumbrarán. Por cierto, ¿Cuánto tiempo llevas en Lynnwood? Me sorprende no haberme cruzado contigo hasta ahora.


—Llevamos aquí poco menos de un mes —dijo Paula.


—¿A tu esposo lo trasladaron aquí? —preguntó. Candela con lo que parecía genuino interés. 


—No, en realidad se trata de mi hijo y de mí. Hace tiempo que es así—dijo Trish.


Aunque llevaba años diciéndole a la gente que se había casado al acabar el instituto, se había que dado embarazada y luego divorciado, por algún motivo no pudo volver a decir la vieja mentira una vez más.


—También nosotras somos dos. Abril y yo —dijo Candela, despeinando los rizos de su niña con la mano—. Martín y yo nos separamos definitivamente el año pasado. Habíamos estado viviendo en Kansas City, aunque después de la ruptura decidí volverme al pueblo. No estaba segura de si saldría bien, pero Pedro y mis viejos amigos me han ayudado mucho.


—¿Pedro? —dijo Paula, con la garganta agarrotada.


—Pedro Alfonso—dijo Candela—. Sé que ustedes no eran demasiado amigos; pero no dirás que no lo recuerdas.


—¿Recordar a quién? —dijo una voz grave junto a Paula, haciéndole darse la vuelta—. Hola, Paula —dijo Pedro en voz baja, y sus ojos se cruzaron con los de ella antes de que los hombros desnudos atrajeran su mirada. La piel de Paula se encendió.


—Tío Pedro —exclamó Abril corriendo a abrazar las rodillas de Pedro.


—Hola, princesa —dijo Pedro, levantándola en sus brazos—. Pareces una calabaza con esa ropa.


La niñita lanzó una alegre carcajada y Paula no pudo evitar sonreír.


—Se ha portado muy bien —dijo Candela, mirando a Pedro con una cálida sonrisa—. Las dos gritamos cuando hiciste el home run. Si estuviese todavía en el instituto, me levantaría y dirigiría a las animadoras para que te vitoreasen.


Paula sintió arcadas. Y pensar que durante un momento había pensado que Candela estaba cambiada. Se puso de pie.


—Será mejor que me vaya. Como comienzo a trabajar el lunes, no me queda demasiado tiempo para organizarme, incluyendo la búsqueda de una canguro.


Pedro le lanzó una mirada interrogante y luego comprendió.


—Has conseguido el empleo.


Usa sonrisa iluminó las facciones de Paula, a pesar de que hizo todo lo posible por reprimirla.

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