martes, 20 de agosto de 2024

Traición: Capítulo 15

Paula colgó el teléfono. Era como un sueño. El día anterior, el First Commerce le había dicho que tendría que esperar varias semanas. Y ahora la llamaba el Jefe de Recursos Humanos ofreciéndole el trabajo, y encima, en sábado. Se preguntó durante un instante si Pedro había intervenido, pero lo descartó inmediatamente. Habían hablado la noche anterior y no habría tenido tiempo de hacerlo. El puesto cumplía todas sus expectativas y más. Y lo mejor de todo era que querían que comenzase enseguida. El lunes se tenía que presentar. Ello le dejaba el fin de semana para acabar de organizar la casa, cocinar dos o tres cenas para dejarlas congeladas y... Encontrar una canguro para Baltazar. Se lo hizo nudo en el estómago. ¿Y si no encontraba a nadie? ¿Qué haría? Intentó calmarse. Seguro que habría montones de adolescentes que querrían ganarse un dinerillo cuidando niños. Lo importante era encontrar la adecuada. Y tendría que comenzar enseguida. Fue hacia el teléfono y marcó el número de Laura, cruzando los dedos. Media hora más tarde; lanzó un suspiro exasperado. ¿Es que todo el mundo se había ido al partido? Baltazar le había comentado que el partido de béisbol entre los ex alumnos y los alumnos del último cuso del instituto era un gran acontecimiento, pero hasta aquel momento no se había dado cuenta de la importancia que tenía. Miró la hora. El partido ya estaría terminando. Si iba a la cancha, seguro que se lo podría pedir en persona a Laura, y si no, al menos se encontraría con Baltazar, que se había ido a ver el partido con Mateo y su familia. Sin perder las esperanzas de conseguir una canguro antes de que acabase el día, se dirigió a la puerta. Las gradas estaban llenas y ambos equipos seguían jugando cuando llegó a la cancha de béisbol. Vió a Laura y sus amigas flirteando con un par de jugadores y decidió que quizá aquel no sería el mejor momento para aproximarse a ellas. Aunque no era una fanática de los deportes, decidió esperar mirando el partido. Se hizo sombra con la mano en los ojos y miró las gradas, localizando finalmente un asiento vacío hacia la mitad.  Comenzó a subir los escalones, sin prestar atención a las miradas de curiosidad. Aunque llevaba un mes en Lynnwood, no había salido demasiado. No se consideraba una cobarde, pero le resultaba embarazoso encontrarse con gente que conocía de antes y que no la reconocía. Y cuando lo hacían, a veces deseaba que no lo hiciesen. La señora Russel, la cajera de A&P, usa mujer delgada, le había anunciado a medio supermercado que «Aquella muchacha era realmente gorda, y que mirasen el cambio». El cajero del banco dijo que era imposible que fuese la nieta de la señora Watson, porque aquella niña era «Decididamente obesa y nada bonita». Quizá eso tendría que hacerla disfrutar de la nueva situación, pero no era así. La avergonzaba pensar lo que todos habrían estado pensando y diciendo a sus espaldas. Oyó las palabras de Pedro como si hubiese sido el día anterior y las risotadas de sus amigos.


—Como si a mí me interesase tener algo que ver con ella.


El corazón se te encogió al recordarlo. El ruido de un bate contra la pelota la sacó de su ensueño. La multitud se puso de pie y vitoreó el tanto. Paula se dió la vuelta a tiempo para ver a Pedro acabar de dar la vuelta al diamante. Sus compañeros lo rodearon. Ella movió la cabeza mientras seguía subiendo. ¿Cómo lograba hacerlo? Su home run había hecho que su equipo se adelantase en el marcador. Era el hombre del momento. Nuevamente. Siempre había sido popular, leyó el discurso en nombre de los alumnos cuando acabaron el instituto, fue el presidente del último curso, también jugaba al fútbol... Lanzó un profundo suspiro, se sentó al final de la grada y sonrió a la niñita que tenía al lado.


—¿Cómo estás?—le preguntó.


—Tengo tres —dijo la niña, levantando tres dedos con orgullo.


—Abril, la señora no te ha preguntado cuántos años tienes —la corrigió con cariño su madre—, sino cómo estás. Dile: «Bien».


La niña inclinó la cabeza y retorció tímidamente un botón de su camisa de un brillante color anaranjado.


—Bien —dijo. 

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