martes, 6 de agosto de 2024

Secreto: Capítulo 52

Él no dijo nada, solo la miró con desagrado. Ella sintió que se le enfriaba la sangre en las venas. Respiró hondo y continuó.


—Eso fue aproximadamente un año antes de que conociera a Santiago y pensé que formaba parte del pasado, algo que estaba hecho y olvidado. Mi decisión de casarme con él, al igual que la suya de casarse conmigo estaba basada en razones prácticas, como ya sabes. Él quería una esposa decorativa y yo la clase de respetabilidad que mi madre había insistido siempre que era de la máxima importancia en una relación.


Su madre había tenido razón en una cosa, el amor acababa por provocar sufrimiento. En aquel momento, el suyo era tan profundo que necesitó de toda su fuerza para no ceder ante él, ya lloraría más tarde, cuando estuviera sola, por haber perdido a Pedro, el único hombre que creyó capaz de entender las decisiones que había tomado. Y a lo mejor lo hubiera hecho, si ella le hubiera confiado la verdad mucho antes.


—¿Qué pasó el día de tu boda, Paula? —su tono era distante pero indudablemente curioso.


Ella se sentó en el borde de la cama y echó una ojeada al catálogo.


—Una vieja amiga de Santiago, a la que él había dejado, encontró el catálogo y, en el momento en que empezaba la ceremonia, entró en la iglesia, interrumpió al pastor y presentó mis fotos a la congregación. Yo estaba horrorizada, al igual que su familia, considerando el escándalo que eso causaría. Estaba avergonzada y humillada, e hice la única cosa que se me ocurrió… Corrí, pero está claro que nadie puede huir lo bastante lejos.


Cerró el catálogo y lo apartó, forzándose a sostener la mirada penetrante de Pedor.


—De alguna forma, la antigua novia de Santiago nos hizo un favor a los dos. Hubiera sido un error casarme con él. Ahora me doy cuenta —dijo con suavidad—. Yo hubiera sido muy desdichada y también Santiago.


—¿Y cómo encajo yo en todo esto? —preguntó Pedro, cruzando los brazos con gesto rígido.


—¿Qué quieres decir?


—¿Esperas que me case contigo después de lo de anoche, para mantener intacta tu respetabilidad?


Sus palabras estaban teñidas de amargura y fueron como una bofetada física, su significado estaba muy claro. Ella le había entregado su virginidad, y él creía que lo había hecho para engañarlo, como había hecho Ángela años atrás. Cualquier esperanza de perdón que ella hubiera albergado se marchitó en aquel momento. Se puso en pie, recuperando su dignidad hecha jirones.


—No me debes nada, Pedro. Nada en absoluto. Le pediré a Carolina que me acerque a casa.


Fue hacia la puerta cerrada, deseando que él le pidiera que se quedase para que hablasen de ello, pero su silencio dejaba muy claro que quería que se fuese. Para él ya no había nada más que discutir. Pero antes de salir de su vida, había algo que quería decirle, y que él necesitaba oír. Con la mano en el picaporte, se detuvo y miró hacia él, rezando para que no se alterase su compostura por lo menos durante unos cuantos segundos más.


—Pedro, sé que no sabes qué creer en estos momentos, pero hay una verdad en todo esto. Hablaba en serio cuando te dije la otra noche que te quería.


Su expresión se mantuvo impasible, inescrutable, y Paula supo que había perdido a Pedro antes de haber llegado a tenerlo de verdad. Todo a causa de un error del pasado con el que ella no había acabado de hacer las paces. ¿Cómo podía esperar que él aceptase su pasado y sus decisiones, cuando ella no había sido capaz de hacerlo?


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