—¿Fue muy serio? —preguntó Paula, calmándose. Dejando de lado sus sentimientos por Pedro; parecía que él se había ocupado de su hijo.
—No es nada grave —dijo él, dirigiéndole una rápida sonrisa a Baltazar—. Pero me parece que quizá le duela unos días.
—Parece que no podrás jugar a la pelota, por ahora—dijo Paula.
—¡Venga, ma! —exclamó Baltazar, haciendo un gesto de exasperación—. No es tan serio. ¿No puede venir Mateo y...?
Paula se puso seria y Baltazar se interrumpió.
—Pauli...
Paula miró a Pedro.
—Quiero decir, Paula —dijo Pedro carraspeando y esbozando usa sonrisa—. Mateo es un niño bueno. Le hizo daño a Baltazar sin querer. Cosas de niños.
—Baltazar es mi hijo, Pedro —dijo Paula con firmeza—. Yo decidiré con quién juega y con quién no.
—¡Pero mami! —se quejó Baltazar.
Una sola mirada bastó para que el niño se callase. A veces, Paula se preguntaba si no era demasiado dura con el niño, pero había visto demasiadas madres solteras dominadas por sus hijos y estaba decidida a que no sucediese con ella.
—No tengo inconveniente en que venga Mateo —dijo dirigiéndose a su hijo—. Lo que pasa es que no sé si podrá ser este fin de semana. Quiero acabar la mudanza y dejar todo ordenado antes de comenzar a trabajar, y necesitaré tu ayuda. ¿Puedo contar contigo?
Baltazar asintió a regañadientes con la cabeza.
—¿Has conseguido el trabajo? —le preguntó Pedro—. Baltazar me dijo que tenías una entrevista.
Aunque Paula estuvo por decirle que aquel tema no era de su incumbencia, su pregunta era probablemente más por cortesía que curiosidad.
—Creo que tengo posibilidades —dijo.
—Mamá trabajará en un banco —dijo Baltazar.
—¿De veras? —preguntó Pedro, alerta—. ¿Cuál?
A Paula no le gustó demasiado la expresión de interés de sus ojos.
—El First Commerce, en Kansas City. Están expandiendo el Departamento de Relaciones Externas.
—¿El First Commerce? —Paula sonrió—. Un amigo de mi abuelo pertenece al Consejo de Administración. Si quieres, le pido a mi abuelo que te recomiende. A veces, con eso es suficiente...
—No, gracias —dijo Paula, forzando una sonrisa—. Prefiero hacerlo por mi cuenta.
—No sería molestia —dijo Pedro.
—Quiero hacerlo por mi cuenta —insistió Paula, manteniendo la mirada firme y directa.
Aunque deseaba el trabajo, no quería que Pedro se involucrase en su vida en absoluto. Ya había cometido el error una vez.
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