martes, 6 de agosto de 2024

Secreto: Capítulo 54

 —Bien… —se puso en pie y se quitó los guantes de jardinería y la tierra de las rodillas.


—¿Puedo hablar contigo?


En su rostro apareció un gesto de cautela y por un momento él creyó que iba a decirle que no, y no podría culparla después de la forma en que la había tratado la última vez que habían estado juntos.


—Claro. ¿Te importa que vayamos al porche de atrás? Llevo varias horas al sol y me noto un poco mareada.


Él la siguió hasta el porche y se sentó frente a ella en una mesa de jardín. En sus ojos había cierta reserva que le hizo pensar que quizá había esperado demasiado. El pensamiento de haber perdido a Paula para siempre le retorció el estómago. Ella lo miraba, esperando que dijera lo que tuviese en la mente. Él se aclaró la garganta y dijo:


—Creí que te irías de Danby después de tu debut con el catálogo — puso un poco de humor en su voz.


—Pensé en ello —dijo completamente seria.


—¿Qué te detuvo? —necesitaba conocer sus razones para quedarse.


—Llegué a la conclusión de que no podía escapar de mi pasado y de lo que he hecho cada vez que ese catálogo de lencería aparezca en algún sitio. Y me dí cuenta de que si me iba, solo alimentaría el cotilleo y empañaría lo que hemos compartido, y eso es algo que no permitiré que suceda.


Pedro se quedó anonadado por lo que ella había hecho por él, por ellos, así como por la profundidad de su amor y sus sentimientos.


—No puedo permitir que mi pasado dicte mi futuro o mi felicidad personal nunca más. Mi madre siempre me predicó la respetabilidad, pero me he dado cuenta de que para ser respetable tengo que empezar por respetarme a mí misma. Y lo hago. Esto es lo que soy, Pedro, fallos y errores, y todo lo demás, y tengo la esperanza de que la gente de Danby me aprecie por Paula la persona, no Paula la modelo de lencería.


Y a juzgar por lo rápidamente que había acabado el cotilleo, parecía que Paula estaba en camino de conseguir su objetivo.


—Te debo mis disculpas, Paula.


—¿Por qué? 


Extendió la mano sobre la mesa para tomar la de ella. Sintió cómo se sobresaltaba por el roce, pero no rompió el contacto que él necesitaba tanto.


—Estaba equivocado al creer que tus razones para mantener en secreto tu pasado no fueran honestas, y tú forma de protegernos a Camila y a mí del cotilleo.


—Veo que lo entiendes. Nunca quise herir a nadie.


—Ahora lo sé.


Lentamente, ella alzó la mano que estaba bajo la de él y enlazó sus dedos con los de Pedro.


—Nunca quise engañarte intencionadamente, Pedro. Mantener mi pasado en secreto era una forma de protegerme, de la misma forma en que tú mantienes en secreto la paternidad de Camila, para protegerte a tí tanto como a ella.


—Dejé que lo que me pasó con Ángela me cegase y no quise ver lo buena que podía ser una relación con la mujer adecuada. Contigo.


—Yo no puedo cambiar el pasado, Pedro —susurró ella con la voz tomada por la emoción. Su tono le suplicaba que aceptase algo que formaría siempre parte de ella.


—Yo tampoco puedo cambiar el mío, así que me imagino que estamos empatados —sonrió sintiéndose más optimista—. Todos tenemos remordimientos y cosas que haríamos de otra forma si nos dieran la oportunidad. Si pudiera volver atrás no te habría dejado salir de mi vida el otro día. Lo único que podemos hacer es aceptar nuestros errores y seguir hacia delante. Y mi mayor error ha sido no creer en tu amor.


—Yo te quiero. Más de lo que creía posible querer a nadie.


—Y yo también te quiero —se puso de pie y fue hacia ella, haciendo que se levantara, tan cerca que sus cuerpos se rozaban—. Espero que pueda arreglar nuestra relación y cualquier daño que haya podido hacerte.


—Ya lo has hecho.


—Tú llenas mi vida de alegría y amor, Paula, y quiero que vengas conmigo a casa, porque perteneces a ella. Quiero hacer de tí una mujer respetable, es decir, si me aceptas en lo mejor y en lo peor.


Sus ojos se abrieron con sorpresa y luego se llenaron de alegría. 


—¡Oh, Pedro! —enlazó sus brazos en torno al cuello de él y lo abrazó fuerte. 


Después su boca dulce encontró la de él y el deseo y las promesas que Pedro halló en su beso la hicieron gemir de satisfacción y de placer. El momento terminó demasiado deprisa y Paula se apartó. Afortunadamente, el brazo con el que él rodeaba su cintura la mantenía cerca. No estaba dispuesto a dejarla ir, hasta que no estuviera seguro de que era completamente suya.


—No has contestado a mi pregunta, cariño. ¿Me vas a decir que sí y nos vas a hacer a Camila y a mi increíblemente felices? ¿Quieres casarte conmigo?


Ella no dudó.


—Sí, Pedro Alfonso. Me casaré contigo.


Y en aquel momento todos los deseos de Paula se hicieron realidad. 




Antes de un año, en una hermosa tarde de primavera, Paula se casó con su príncipe encantador. Carolina fue la madrina y Camila llevó las flores. Prometió amar y respetar a Pedro y él prometió hacer lo mismo. El pastor los declaró marido y mujer y los presentó a la congregación como el señor y la señora Alfonso. Miró a los ojos a su marido, vió la sonrisa tierna que él le dedicó, y se sintió pertenecer. Pedro había encontrado una novia aquella noche lejana en Leisure Pointe, pero ella había ganado mucho más. En aquel momento perfecto de alegría, dejó atrás su pasado y caminó con su príncipe hacia un futuro brillante y glorioso lleno de respeto, amor, y auténticas perdices.





FIN

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