martes, 6 de diciembre de 2022

Mi Vecino: Capítulo 9

 —¿Ya te sientes mejor? —preguntó Lorena señalando la tetera para que me sirviera una taza yo misma.


—Mucho mejor —repuse con la melena envuelta en una de las toallas que había encontrado en el baño, un poco preocupada por el aspecto envejecido y deteriorado de mi albornoz.


Nunca había compartido piso con chicas de mi edad y mis mejores amigas de Maybridge me habían advertido que una casa compartida era como un campo de minas, plagado de peleas sobre quién se había terminado la leche o el azúcar, sobre cómo se iban a dividir los gastos de luz y teléfono… Y lo peor de todo, peleas encarnizadas a causa de los hombres. Sin embargo, eso último no sería un problema para mí. Ya tenía suficiente con mantener la atención de mi novio frente al atractivo de un carburador como para complicarme la vida con los hombres de las hermanas Harrington. Lorena parecía muy amistosa, pero yo quería dejar claro desde el principio que no era una aprovechada.


—Tengo que salir de compras —dije mientras me servía el té— . ¿Dónde está el supermercado más cercano?


—No te preocupes por eso hoy —contestó Lorena—. Mientras no te comas el queso de cabra de Sofía, no habrá ningún problema. 


-Gracias —dije con una cálida sonrisa.


—Paula, ¿conoces a alguien en Londres?


Meneé la cabeza, pero luego me acordé.


—Bueno… —Lorena esperaba—, he conocido a nuestro vecino. Compartimos un taxi para llegar aquí.


Lorena parecía sorprendida.


—¿Has compartido un taxi con un desconocido?


—Llovía y él me lo cedió, pero puesto que íbamos en la misma dirección… Hum, es un hombre…—iba a decir que era un hombre muy amable, pero recordé su tono de impaciencia ante mis errores, así que…


—¿Sí. ..? —me animó Lorena.


—En realidad, le debo una disculpa y, probablemente, también tendré que pagarle un paraguas nuevo —Lorena alzó las cejas asombrada—. Es una larga historia.


—Ya me la contarás mañana. Ahora tengo una cita con un abogado absolutamente maravilloso. La hubiera cancelado de saber que llegabas hoy, pero la verdad es que me interesa a largo plazo y no quiero arriesgarme a dejarlo solo un viernes por la noche —dijo Lorena con una sonrisa de complicidad—. Y no te preocupes, no vas a tener que quedarte a solas con Sofía: Se va a una fiesta. Le hubiera pedido que te invitara, pero tal y como están los ánimos, creo que es mejor no complicar las cosas.


—Lo entiendo —repuse, aliviada. 


La mera idea de verme arrastrada a una fiesta llena de desconocidos en compañía de Sofía me ponía los pelos de punta. Me tomé con tranquilidad la taza de reconfortante té, mientras las dos hermanas se arreglaban para salir. Mi alivio fue aún mayor cuando ví aparecer a Sofía con unos zapatos de tacón de aguja, un vestido de seda y gasa plateado, perfectamente maquillada y con el cabello rubio platino cuidadosamente arreglado en una imponente cascada de rizos que le llegaba hasta los hombros. En mi ropero no había nada que pudiera acercarse ni de lejos a la etérea elegancia urbana de esa mujer. A continuación llegó Lorena, espléndida también con un sencillo pero elegante vestido negro.

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