—¿Qué vas a decirle a Tomás? —pregunté deteniendo las puertas automáticas del ascensor. Estaba recuperando el sentido común.
—Nada en absoluto. Tu aparición era una sorpresa y no pienso romperle el corazón diciéndole que ha estado a punto de conocer a la chica de sus sueños.
Sentí como el brazo de Pedro me sujetaba con firmeza mientras yo dudaba.
—Estás entreteniendo a la señorita Harrington —me dijo, alejándome del ascensor.
Las puertas se cerraron y Sofía desapareció de escena. Me volví para mirarlo, esperando un gesto de burla ante el nuevo lio en que había estado a punto de meterme. Pero él no se divertía podría decirse que estaba más bien furioso, aunque no podría asegurarlo. Sus ojos se habían oscurecido y no había en ellos ningún mensaje fácilmente descifrable. No tenía ni idea de qué estaría pensando.
—¿Cómo lo sabias? —pregunté rápidamente para romper el silencio. Aún me sostenía por la cintura y me entregué al placer de estar entre sus brazos.
—Saber… ¿Qué?
—Que deseaba que alguien me rescatara. Pensé mandarte un mensaje por el móvil, pero…
—¿Un mensaje? —algo en su tono de voz me hizo pensar que había sido un error mencionar los mensajes—. Es muy gracioso eso de los mensajes. Me he pasado toda la tarde intentando contactar con alguien a través del móvil, pero esa persona lo tenía desconectado y, además, ha hecho caso omiso de todos los mensajes que le he mandado. Al final, me he quedado sin batería y he tenido que venir personalmente para asegurarme que se encontraba bien, que no se había perdido o se había dejado atrapar por un desconocido en un taxi.
—Entonces no habría servido de nada que hubiera intentado llamarte.
—No es lo mismo —aseguró, recogiendo mi abrigo del suelo pero sin soltarme—. Y respondiendo a tu pregunta, Paula —me dijo mientras tomaba mi rostro entre las manos—, no tenía ni idea de que deseabas que te rescataran, lo único que tenía claro era que no pensaba dejarte ir a ninguna parte con ese vestido sin mí. ¿Te has enfadado porque te haya besado?
—¿Enfadarme? Claro que no. Ha sido un beso perfecto —dije ahogando un gemido e intentando no ponerme en ridículo. Pero la calidez de su boca, el contacto de su lengua contra la mía y su aroma varonil me habían hecho concebir esperanzas. ¿Quién podría pensar racionalmente en un beso tan apasionado?— Lo que quiero decir es…
—Sé a lo que te refieres —repuso él amablemente.
—Bueno, gracias de nuevo. Quizá algún día yo pueda hacer lo mismo por tí —dije poniéndome totalmente en ridículo, como había temido desde un principio—. Es decir…
—A mí no me ha sonado del todo mal lo que has dicho — aclaró él con una sonrisa en los ojos.
No tenía respuesta para eso. Al menos, ninguna que fuera coherente. Aunque nada había sido demasiado normal desde que él había aparecido y se había negado a dejarme salir con ese vestido mínimo. A no ser que estuviera pensando en David. Claro, eso tenía que ser, no iba a dejarme cometer ninguna tontería, teniendo como tenía un novio esperándome en casa.
—Sera mejor que entre y me ponga algo más cómodo —dije haciendo un movimiento hacia mi puerta. Pero Pedro siguió sujetándome por la cintura.
—Sería una pena, cuando te has esmerado tanto para estar tan…
—Sé perfectamente el aspecto que tengo —atajé.
—No, Paula. Te aseguro de que no tienes ni la menor idea — dijo con una sonrisa que me hizo estremecerme.
Se hizo el silencio y, finalmente, él optó por arrastrarme hacia su departamento.
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