Sofía Harrington se tomó su tiempo antes de abrir la puerta mientras yo esperaba chorreando y en cuclillas, abrazada a la maleta para evitar que volviera a abrirse. Cuando subía en el ascensor me había prometido a mí misma que la siguiente vez que tuviera que hablar con el vecino de al lado me presentaría decentemente vestida, adecuadamente peinada y completamente serena. No se trataba de impresionarlo, pero sí de superar en la medida de lo posible la mala imagen de debía tener de mí…, Con toda la razón. Incluso yo misma estaba convencida de haberme comportado como una perfecta idiota. Pero si Sophie no se daba prisa, aún estaría en el corredor cuando él saliera del ascensor, lo cual podría convertirse en una auténtica pesadilla. Volví a tocar el timbre con urgencia y la puerta se abrió de golpe. En el umbral había una joven en albornoz, con el pelo mojado y cara de pocos amigos. ¡Fantástico! Después de haber ofendido gravemente al vecino de al lado, acababa de sacar a mi anfitriona de la ducha. ¡Así se empieza! Aunque sabía perfectamente que debía presentar un aspecto deplorable, la mirada de incredulidad y desaprobación de mi futura compañera de piso no dejó lugar a dudas.
—Tú debes ser Paula Chaves—dijo con una mirada irritada— . Yo soy Sofía Harrington. Será mejor que entres.
—Gracias —dije arrastrando mi maleta hacia el interior—. He tenido un viaje un poco accidentado —expliqué sin necesidad, tratando de romper el hielo—. Se me rompió la cremallera de la maleta.
La hermana mayor de Sofía, Lorena, apareció de pronto y me echó una ojeada.
—¡Dios santo! ¿Has venido a nado? —se sorprendió antes de dedicarme una sonrisa de bienvenida—. Acompáñame, te mostraré tu habitación. Necesitas soltar esa maleta y darte una ducha caliente mientras Sophie nos prepara una taza de té.
Sofía torció el gesto dando a entender que no estaba dispuesta a hacer de ama de casa, pero después puso cara de resignación y se metió en la cocina al tiempo que soltaba un hondo suspiro.
—No le hagas caso a mi hermana —dijo Lorena—. Tenía otros planes para ocupar la habitación vacante, pero lo superará.
—¿En serio? —me interesé educadamente.
—Se ha incorporado un empleado nuevo a su empresa. Creo que es impresionantemente guapo y, al parecer, necesitaba alojamiento. Sophie se había propuesto seducirlo ofreciéndole una habitación a buen precio —explicó Lorena con expresión divertida—. Lo cual hubiera sido un error, ¿No crees? Lo más probable es que nos hubiera llenado la casa de mujeres impresionantes.
—Una auténtica molestia —comenté con una sonrisa de complicidad.
Intercambiamos una mirada comprensiva entre mujeres adultas, aunque sólo teníamos dos años más que Sofía.
—Para mí fue un auténtico alivio cuando la tía Clara llamó para ver si podíamos alojarte. En serio. Sofía intentó discutir con ella, pero sabe perfectamente que cuando la tía Clara abre la boca, no hay más remedio que acatar sus deseos.
—¿La tía Clara?
—Es la hermana de mi madre. El departamento es suyo, es una de las propiedades que le correspondieron en su acuerdo de divorcio. Afortunadamente, ella prefiere vivir en Francia y por eso estamos nosotras aquí.
—¿Pagan alquiler?
—No, solo los gastos —contestó Lorena mientras abría la puerta de un dormitorio—. Esta es tu habitación.
El cuarto estaba lujosamente decorado por un profesional. El suelo era de tarima clara y las paredes estaban pintadas de un impresionante color marrón que solo un experto se habría atrevido a utilizar. La cama era enorme y las sabanas de hilo estaban estampadas con motivos florales.
—Es preciosa.
—Demasiado perfecta para mi gusto —contestó Lorena—. Necesita que alguien le insufle un poco de vida. Relájate, Paula — añadió dirigiéndome una afectuosa mirada—, date una ducha y ponte cómoda. Esta puerta da al baño y esta otra a un vestidor.
Yo me hubiera contentado con un pequeño armario, suficiente para acomodar mis escasas pertenencias, pero sería todo un placer poder contar con un vestidor cuando me decidiera a renovar mi vestuario, lo cual no era un caprioho sino una autentica necesidad, dado que iba a trabajar en las oficinas centrales de una importante entidad bancaria.
—¿Hay alguna lavandería por los alrededores?—pregunté.
—Sí, claro, pero… ¿Para qué salir a la calle con este tiempo cuando tenemos de todo en casa? ¿Quieres que meta tu abrigo en la secadora? —se ofreció Lorena.
Sonreí.
—Gracias, Lorena.
—Encantada. Voy a ver qué está haciendo Sofía en la cocina. No te preocupes por tu aspecto. Solemos rondar por la casa en albornoz en cuanto llega el vienes por la tarde —dijo con una sonrisa—. Ven a buscar el té en cuanto estés lista.
Es de noche y está lloviendo. Tus compañeras de piso han salido y estás sola en un departamento desconocido. Cuando enciendes la cocina eléctrica para prepararte la cena, se funden los plomos. ¿Qué harás?
a. Te acuerdas de que hay una cafetería en la esquina. Allí puedes comer algo caliente y dar can un tipo que sepa cómo arreglar las plomos. Excelente.
b. Te vas en busca del vecino para pedir ayuda. Sabes que nunca sale de casa en pleno día, pera ya es de noche, así que no habría problema.
c. Llamas al servicio de reparaciones urgentes y suplicas hasta las lágrimas para que te envíen un técnico de inmediato.
d . Sabes que hay una linterna y un fusible nuevo en una repisa situada al lado del contador y lo arreglas tú misma.
e. Te echas a llorar sin saber qué hacer.
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