martes, 13 de diciembre de 2022

Mi Vecino: Capítulo 17

 —Todavía no hemos fijado ninguna fecha —añadí, adelantándome a lo que, según las leyes de la lógica, sería su próxima pregunta.


—¿Es ingeniero?


—¿Ingeniero?


—Supuse que podría ser ingeniero, por estar tan interesado  por los motores…


—Ah, no. Es contable. Trabaja en la empresa familiar. Su abuelo era contable y su padre trabajó como contable hasta que se escapó con la secretaria para instalarse en una pequeña granja de Gales. Sus tíos y sus primos son…


—Contables —dijo Pedro.


—Exacto. Algún día David formará parte del consejo de administración de la empresa. El coche es sólo una forma de divertirse.


—¿De veras? —preguntó él mientras nuestras manos chocaban al intentar tomar el mismo trozo de pizza. Yo retiré mi mano de inmediato y él me acercó un poco la caja de la pizza, como si no hubiera pasado nada—. Por lo que cuentas, parece que dedica mucho tiempo a divertirse con ese viejo Austin.


—Bueno, siempre le han gustado las herramientas y las chapuzas. Cuando se instaló en la casa de al lado, encontró una vieja bicicleta y como no tenía herramientas…


—Seguro que su padre se las había llevado consigo a Gales — intervino Pedro. 


Lo miré para comprobar que no se lo estaba tomando a broma. No. Estaba serio.


—Como no tenía herramientas propias, yo empecé a prestarle las de mi padre. Así fue como empezamos nuestra relación. Como premio a mi ayuda, él me permitió que le sacara brillo a los guardabarros.


—Existen distintas formas de llegar hasta el corazón de un hombre —comentó Pedro.


Comimos en silencio durante unos minutos antes de que mi vecino volviera a tomar la palabra.


—Yo encontré una vieja cámara de súper ocho el desván cuando era sólo un niño y pensé que se trataba de un objeto mágico —relató con una sonrisa—. Me dediqué a filmar la vida de los pájaros en el jardín. Puse una sábana blanca en la valla para simular un fondo neutro y luego le prendí fuego para crear efectos especiales. Casi me ahogo con el humo y mi madre casi me mata por haber echado a perder uno de sus mejores juegos de cama.


—Ahora debe estar muy orgullosa de tí.


—No lo creas. Mi abuelo era arquitecto, ella es arquitecta, mi padre es arquitecto y mis tíos y mis primos son arquitectos — declaró apurando el último trago de vino—. Tengo que irme — anunció de pronto, poniéndose en pie.


—¿En serio? —preguntó, sorprendida—. ¿No te apetece una taza de café?


—Gracias, pero creo que es mejor no tocar la cocina hasta que alguien la haya revisado. Intentaré conseguir que venga un electricista mañana por la mañana.


—No tienes por qué molestarte.

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