martes, 27 de diciembre de 2022

Mi Vecino: Capítulo 35

Tenía tres opciones. La primera, sacar pecho y acompañar a Sofía para mantener la armonía dentro del piso compartido. La segunda, puesto que a Tomás le gustaban las mujeres con una buena cabellera, era tomar unas tijeras y cortarme el pelo al cero. Al fin y al cabo, no me sentía muy unida a mi mata pelirroja, al menos hasta que Pedro había jugado con él y lo había alabado. Pero… ¿Qué bien podía hacerme pensar en Pedro? Me excité ante la idea de encontrármelo en el pasillo, en el ascensor o en el portal, pero deseché la idea inmediatamente. Él no podía estar interesado en mí, era solo un vecino solicito, preocupado por una chica pueblerina y estúpida que se metía en líos constantemente. Ni siquiera se había molestado en decirme que pensaba mudarse. Traté de superar un súbito dolor en la boca del estómago. ¿La tercera opción? Bueno, siempre podría llamar a alguien por teléfono, siguiendo las instrucciones de la opción e, para escapar de la cita. Pero, puesto que solo conocía a una persona en Londres y dado que había estado toda la tarde haciendo caso omiso a sus mensajes, la alternativa parecía imposible.


—El taxi ya está aquí —dijo Sofía, asomando la cabeza por la puerta—. ¿Estás lista? ¡Dios, estás preciosa! Tomás no va a dar crédito a sus ojos.


—Prefiero que no se anime demasiado —dije, lista para salir con Sofía y sin alternativa.


Recogí el elegante abrigo negro que había comprado esa misma tarde. En aquel momento me había parecido una extravagancia, pero no podía por menos que alegrarme de que me cubriera desde el cuello hasta los tobillos. Podría no quitármelo en toda la noche. Sofía estaba ansiosa por partir y tiró con fuerza de mí para arrastrarme hasta el ascensor antes de pulsar el botón de subida. Las puertas se abrieron y apareció Pedro.


—¡Dios mío, Paula! —exclamó él al cabo de unos segundos de sorprendido silencio.


Yo traté de hablar, pero mi boca se negó a pronunciar ni una sola palabra. ¿Cómo conseguía ese hombre afectarme de tal manera? ¿Cómo conseguía llegar justo a tiempo para rescatarme? Salió del ascensor y me tomó de la mano, extendiendo el brazo para poder admirar mi indumentaria en todo su esplendor. El abrigo que llevaba en la mano cayo al suelo sin que nadie le prestara atención.


—Estás… —dijo él, al parecer incapaz de encontrar el adjetivo adecuado. Sin acabar su frase, me tomó por la cintura y me estrechó contra su cuerpo. Yo me quedé sin aliento— diferente — concluyó. Y antes de que pudiera reaccionar me besó, y no precisamente en la mejilla.


Yo pensaba que tenía una buena experiencia en lo que a besos se refería. David y yo habíamos hecho bastantes prácticas, aunque no demasiadas últimamente. Pero estaba equivocada. La boca de Pedro era posesiva y apasionada, y aprovechó al máximo el efecto sorpresa. Me sostenía por la cintura con una mano y enredó los dedos de la otra en mi melena. Estaba claro que no iría a ninguna parte hasta que él hubiera terminado lo que había comenzado. No tenía ninguna prisa. Sin embargo, Sophie, preocupada por la tarifa del taxi que nos esperaba, se aclaró la garganta. Pedro se alejó un tanto y me miró con una ceja enarcada.


—No puedes salir a la calle así vestida —dijo.


—¿De veras? —repuse atrevidamente.


—No, si no me permites acompañarte.


—Estás invitado a venir con nosotras —terció Sofía.


—Gracias, pero ha sido un día muy largo —contesto él, sujetando mi cintura con firmeza—. Tienes al taxi esperándote en la calle y podría jurar que el chófer está empezando a impacientarse.


—¡Uf! —exclamó Sofía—, tengo que irme.


—Lo siento —dije volviéndome un poco insegura ante la posible irritación de Sofía, pero me encontré con un rostro de sonrisa radiante.


—Por Dios, Paula —dijo—, no te disculpes. Creía que ibas a ser la compañera de piso más aburrida del mundo. Bueno, eso es lo mejor que se puede pensar de una chica que aún vive en casa de sus padres, ¿no? —añadió dirigiendo una mirada de aprobación a Pedro—. Pero tengo que admitir que yo en tu lugar, tampoco habría tenido prisa por salir de casa. Una vez dicho eso, se metió en el ascensor—. Pasenlo bien — dijo, y presionó el botón de la planta baja.


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