martes, 27 de diciembre de 2022

Mi Vecino: Capítulo 34

 —¿Tomás? ¿Quién es Tomás? —pregunté, pasando por alto el calificativo «Bomboncito» mientras sentía como me abandonaba la «Tigresa», pasaba a toda velocidad por la «Gatita» y me quedaba colapsada en mi tímida personalidad de «Ratoncita».


—Es solo un amigo. Un buen tipo. Te gustara.


—¡«Un buen tipo»! —gimió Lorena, llevándose las manos al rostro con incredulidad, antes de volverse hacia mí—: Habría jurado que optarías por la cómoda seguridad de la respuesta «D», Paula. Si no, te habría prevenido para que no aceptaras una cita a ciegas. Me sentí aliviada al sentir el sensato apoyo de Lorena.


—Bueno, en realidad, no. Nunca he aceptado una cita a ciegas —repuse con una forzada carcajada.


—Tomás es muy divertido —terció Sofía.


—Sí, claro, por eso necesita conocer mujeres en una cita a ciegas —dije con sarcasmo.


—Bueno, admito que se vuelve un poco… Temperamental cuando bebe. Pero, por debajo de las apariencias, es un hombre muy simpático, incluso un poco tímido.


—¡Por favor! —exclamó Lorena.


—De hecho… —intervine, y ambas se volvieron hacia mí—, la verdad es que no tengo nada sexy que ponerme — afortunadamente, Sofía se había centrado por completo en la ropa de trabajo esa tarde—. No pensaba acudir a… Ninguna cita.


Al pronunciar la palabra «Cita», me dí cuenta de que jamás había tenido ninguna. ¿Cómo habría que comportarse? ¿De qué se hablaba? El tema favorito de David era su trabajo con el viejo Austin. Pero estaba segura de que Tomás, con su preferencia por la escasez de ropa, tendría otros temas de conversación. Si se hubiera tratado de Pedro, no habría habido ningún problema. Hablar con él era fácil. Los silencios no eran incómodos. Y podía hacer comentarios personales sin intimidarme.


—No es una cita propiamente dicha —se apresuró a aclarar Sofía— Es una fiesta a la que va a acudir un montón de gente y, además, no es justo que pases tu primer sábado por la noche en Londres sola —mi expresión no debía ser muy entusiasta porque Sofía se apresuró a añadir—: No te preocupes por la ropa. Podemos prestarte algún vestido que te siente bien. Y acuérdate de los maravillosos zapatos negros de tacón de aguja que hemos comprado esta tarde.


Interpreté sus palabras como si quisiera decirme: «He estado contigo toda la tarde y ha llegado la hora de que me devuelvas el favor».


—Pero… —balbuceé con intención de decir que prefería quedarme en casa, pero me interrumpí al darme cuenta de que eso sonaría muy grosero tratándose de una invitación de mi anfitriona para un sábado por la noche— Pero nada, acepto la invitación — dije por fin tragando saliva.


Una hora más tarde estaba en mi dormitorio embutida en un vestido negro tan pequeño que nadie dudaría en tacharme de «Bomboncito», los pies calzados con unos tacones de doce centímetros que Sofía me había insistido en que llevara para completar mi nueva imagen de chica urbana. Me miré al espejo y me encontré con una desconocida. Tomás iba a pensar que le había tocado la lotería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario