Se suponía que Pedro Alfonso tenía que enseñar a la doctora Paula Chaves cómo ser un buen médico de cabecera. Sin embargo, allí estaba él con los dos brazos heridos y teniendo que valerse de ella para hacer hasta lo más insignificante. Esa mujer estaba consiguiendo acabar con su tranquilidad y con su dignidad. Y, para colmo, ¡Era preciosa, amable e inteligente... El tipo de mujer con el que siempre había soñado...!
Paula decidió salvar de sí mismo a aquel pobre gruñón. Salvar al doctor Alfonso se había convertido en un desafío personal.
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